Una tenue "pax cambiaria" tras la carrera por el dólar
Poco más de veinte días después de las elecciones primarias, los argentinos vivieron dos jornadas de relativa tranquilidad en el mercado cambiario. Es una tranquilidad que llega hasta el alma. No hay nada que serene más a los argentinos que la cotización estable del precio del dólar. Toda solución acarrea un problema y toda elección significa una renuncia.
El problema de ahora es que, a pesar de la calma forzada por las extremas medidas del Gobierno, los bancos se quedaron casi sin depósitos en dólares. La extracción voraz de dólares de las cajas de ahorro provocó una caída en las reservas, porque una parte de estas están formadas por los encajes. Los encajes son una parte de los depósitos en los bancos, en dólares o pesos, que el Banco Central retiene como garantía para los ahorristas.
Para llegar a esta "pax cambiaria" el Presidente debió abandonar su condición de candidato hasta las vísperas electorales y ponerse el uniforme de hombre de Estado. Renunció a una de sus banderas: él había reinstalado la libertad absoluta en el mercado cambiario. Era la preservación de esa bandera o la tranquilidad del dólar. Las dos cosas no podían convivir.
A la Argentina siempre le faltan dólares. Tiene deuda en dólares, que creció en los años de Macri, porque hay un déficit fiscal permanente que requiere de créditos para financiarse. Y tiene ciudadanos que ahorran en dólares. Los dólares que ingresan por las exportaciones no alcanzan para satisfacer las dos necesidades.
Solo en breves y puntuales momentos de mucha confianza, los argentinos dejan de comprar dólares compulsivamente. Sucedió durante la convertibilidad de Cavallo, porque el peso valía como el dólar, o en los primeros dos años de Macri.
Es cierto que el resultado de las primarias apuró la compra de dólares, pero lo es también que la salida de la moneda norteamericana del sistema financiero ya se había observado en julio. El 50 por ciento de esa salida correspondía a extracciones de menos de 10.000 dólares. Antes de las elecciones. Por si acaso.
El argentino de a pie fue uno de los pocos que no les creyeron a las encuestas o que, al menos, les dieron relativa importancia. Desde el jueves pasado, las extracciones tomaron una velocidad de vértigo. La gente común sacó sus depósitos en dólares y en muchos casos los cargó en carteras y mochilas, y se los llevó a su casa.
La Argentina no es un país seguro. Ni los motochorros atemorizan más que una eventual decisión imprevista de cualquier administración respecto de los dólares a la vista en los bancos. Un problema adicional es que se llegó a este punto del proceso electoral sin que nadie sepa cuál es el programa económico del gobierno ni del principal candidato de la oposición. Tanto Macri como Alberto Fernández solo han deslizado eslóganes de campaña ("Este es el camino" o "la gente debe tener más plata en el bolsillo") sin aclarar para qué o cómo lo harán.
Macri tenía la opción de continuar siendo presidente y candidato. Hubiera sido un presidente débil y un candidato débil. Eligió la condición de presidente y postergó la de candidato. La decisión de ponerles trabas a los grandes operadores en dólares lo aleja más de los empresarios. Al revés, nada cambió para los pequeños compradores de dólares, para los que se defienden con el billete norteamericano de las turbulencias argentinas.
Muchos de los empresarios ya venían distanciados del Presidente porque no les coincide la ideología con el bolsillo. "Nos gustan las ideas liberales, pero con los peronistas ganamos más", se sinceró uno de ellos.
Ahora se agregó un elemento objetivo: sus empresas han perdido el 50 por ciento de su valor en las últimas semanas. La hemorragia de la cotización bursátil no cesó. Las restricciones para las empresas tiene otra consecuencia: nadie traerá dólares al país si estos están depositados en el exterior, porque nadie entra en un lugar donde tendrá dificultades para salir. Son los problemas que acarrea la solución.
La aversión de los argentinos al el peso es tan intensa que se conoció un dato contradictorio. La AFIP recaudó más impuestos que la inflación anual. ¿Cómo? ¿La economía se reactiva aceleradamente? ¿La gente compra porque tiene confianza en sus dirigentes? No. Gran parte de la explicación es que los argentinos quieren deshacerse de pesos, ya sea comprando dólares o cosas.
El fenómeno es fácilmente perceptible en los supermercados de la clase media. De hecho, los argentinos no tienen moneda propia, o la que tienen la usan solo para las transacciones del día a día. Ese es un problema que tendrá el próximo presidente, sea quien sea. Próximo presidente que se encontrará con los mismos problemas del presente. La situación actual no es la de 2001, pero tampoco la de 2003, cuando el precio de la soja comenzaba a escalar y no se pagaba deuda porque toda estaba en default. Tendrá más problemas que soluciones.
La tranquilidad cambiaria de los últimos días se respaldó también en una actitud responsable de la oposición. El primero en apoyar las decisiones del gobierno en el mercado cambiario fue Roberto Lavagna. Puede ser que esa actitud, la de un hombre responsable frente a los problemas de la economía, le sirva en las elecciones. Pero tampoco le importa si no le sirve. "Roberto no cambia de opinión por lo que dicen las encuestas ni tiene un lanzallamas en sus oficinas", dicen los que lo conocen.
El silencio de Alberto Fernández fue, sin embargo, el más decisivo a la hora de mantener la calma del dólar. Venía de hacer explosivas declaraciones en un documento dirigido al Fondo Monetario y en declaraciones al diario The Wall Street Journal. Bajó el tono cuando bajó del avión en Madrid.
El candidato opositor mejor perfilado para las elecciones del 27 de octubre y Macri hablan por teléfono mucho más de lo que se sabe. Cuando todo el mundo daba por rota esa relación, ellos estaban hablando permanentemente. La última conversación fue el viernes al mediodía. Alberto Fernández viajó a España con el conocimiento cabal de todo lo que sucedería durante el fin de semana.
Nunca se pronunció sobre la reestructuración de la deuda de corto y mediano plazo. Nada dijo sobre las medidas que restringían la compra de dólares. La tregua entre ellos está vigente, aunque a ninguno de los dos le gusta esa situación. La reunión de ayer en Madrid de Alberto Fernández con Ana Botín, presidenta del Banco Santander (es el banco privado más importante del país), indica que el candidato es mucho más pragmático que su madrina política.
No es el acuerdo que están proponiendo las organizaciones empresariales y algunos dirigentes políticos. Sería también un buen mensaje al Fondo Monetario, que todavía no decidió si desembolsará los 5400 millones de dólares que debería girar a mediados de septiembre.
"Podría postergarlo hasta fines de septiembre", aceptó, optimista, un funcionario oficial. Es difícil que el acuerdo explícito entre Macri y Fernández ocurra. El Presidente es candidato, perdió las primarias, pero todavía no pasó por las elecciones que decidirán cuál será su futuro.
Alberto Fernández es el candidato que ganó abrumadoramente en las primarias, pero todavía no es presidente electo. También él debe pasar por las elecciones de verdad. Es cierto, de todos modos, que la situación del país está reclamando un mínimo acuerdo entre ellos.
No habrá, sin embargo, más acuerdos que los que se puedan enhebrar en una llamada telefónica. Los dos han coincidido en que, por ahora, no le conviene a ninguno un encuentro personal que podría diluir las diferencias necesarias para enfrentar los comicios. Por ahora, solo por ahora, el teléfono es suficiente.
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