En estos dificultosos momentos que vive el mercado inmobiliario, es complicado mensurar con justeza cuál es la real situación. La primera reacción es de incertidumbre, lo cual conlleva a la indefinición. En esta instancia hay que elegir qué camino se toma ante la coyuntura, que a priori no tiene demasiada explicación racional, pero hay que tomar decisiones y actuar en consecuencia. ¿La duda o la convicción? ¿Miramos la botella medio vacía o medio llena?
Sabemos que todo cambio en las reglas de juego produce inconvenientes de tardía digestión, pero está en la profesionalidad de los agentes inmobiliarios buscarle la salida a las múltiples situaciones que se nos presentan a diario y resolver los problemas de los interesados. Ahorrar en ladrillos es la mejor opción y la gente lo sabe. Las múltiples situaciones que se presentan para acceder forman parte de la ingeniería inmobiliaria que hoy los actores del sector debemos realizar para poder concretar los anhelos de la gente en esta nueva coyuntura del mercado.
En la medida que no se vislumbren cambios o no haya señales en ese sentido, hay que unir las piezas entre las posibilidades, necesidades y situaciones que surgen entre los compradores y vendedores. Ninguna operación es igual a otra, cada una tiene su particularidad, y hay que estar muy atentos para encontrar el punto de equilibrio y poder llevar a buen puerto la voluntad de las partes. Hoy, los inmobiliarios más que nunca -y sin el propósito de usurpar títulos- debemos actuar un poco como sociólogos y psicólogos, matemáticos-financieros y la nueva especialización en ingeniería inmobiliaria. Hay que sacar a relucir todo el bagaje de habilidad y experiencia acumulado en tantos años de profesión, y poner en los hechos la capacidad de conocimiento que disponen los inmobiliarios por estar altamente instruidos en la materia, y más aún desde la creación de la carrera profesional de Corredor Inmobiliario, que es indispensable y exigible para poder ejercerla. Nunca debemos bajar las expectativas de la gente en cuanto a necesidades y aspiraciones de acceder a la vivienda propia. Hay que recuperar el circuito virtuoso que genera la inversión en ladrillo, que es ahorro y generador de riqueza y trabajo. Produce un efecto multiplicador de la economía por su propia dinamización. Apostar al ladrillo es apostar a nuestra casa.