En el universo de la hotelería, nadie cree que esta sea la última pandemia de nuestro tiempo. Y si lo es, poco importa. La industria está convencida de que los traumas colectivos resultantes de un año fatídico para el turismo se arrastrarán por décadas. Una de las estrategias de supervivencia de los hoteles de lujo ha sido mutar de “lugar de pasaje”, a “lugar de residencia”. Los tiempos exigidos internacionalmente para cumplir las normas de traslado lo imponen. Con países que solicitan hasta 15 días de cuarentena obligatoria, aún con resultados de análisis negativos de por medio, los hoteles pasaron a representar lugares en los que las personas se verán obligadas a pasar periodos de tiempo mayores. Tanto es así que muchas cadenas cambiaron sus tarifas de diarias a mensuales.
Pero, como es de esperar, la idea de reservar una habitación por tanto tiempo comenzó a afectar el proceso de decisión de los huéspedes que ahora sopesan nuevos factores. No sentirse encerrados es uno de los más importantes. Por esta razón, consultoras especializadas como la europea PGH, aseguran que el acceso a jardines, balcones y lugares abiertos, en este momento, influyen más en la tarifa y posibilidad de supervivencia del establecimiento que cualquier otra amenity.
Por otra parte, los especialistas coinciden en que la parálisis que sufrió la industria en estos últimos meses obligó al sector a volver a las fuentes, a evaluar la forma acerca de cómo se estaban haciendo los negocios, a resetear y a considerar los nuevos paradigmas de consumo que traerá la época post-Covid. Por eso, algunas cadenas ponen en marcha estrategias de diversificación y cambios. El hotel Sheraton y el Park Tower, administrado por la cadena Marriot, generó espacios de coworking para alquilar, instalaron un estudio de televisión en uno de los salones para seminarios por streaming con capacidad de hasta 1500 personas en forma online y armaron salones de reuniones con tecnología para hasta cinco personas, en las que pueden llevarse a cabo reuniones presenciales o híbridas. La creatividad parece no tener límites para “mimar” al cliente: se crearon espacios insonorizados a los que llaman Facebooth, para que quienes contraten escritorios puedan tomar llamadas con privacidad y hasta pensaron en suites con mini gimnasios individuales.
¿Home office? No, hotel office
Pero la tendencia que más adeptos ganó fue la reconversión de las suites en oficinas que se alquilan por horas o día. Uno de los pioneros en el mundo fue el hotel Wythe ubicado en Brooklyn, Nueva York. Para hacer la transición de cuarto de hotel a oficina, la cadena convocó a la firma Industrious, un proveedor de espacios de oficinas temporales. Tras la reforma, uno de sus pisos ofrece 13 oficinas y no sólo se quitaron las camas de las habitaciones sino que también reconfiguraron los cuartos, que fueron convertidos en lofts, con capacidad para hasta cuatro personas. Ahora estos lugares de trabajo, que tienen la característica de ser pet friendly, ofrecen ventanales de piso a techo y una terraza privada que invita, según las condiciones climáticas, a trabajar al aire libre. Los consultores del sector afirman que esta modalidad de convertir hoteles o parte de ellos en oficinas no se terminará con la partida del Covid-19. Por el contrario, creen que este es un cambio que será duradero y que tal vez sea el primer paso de la reconversión hotelera. Los directivos pueden comenzar a pensar, por ejemplo, en hacer de sus salones, oficinas privadas con acceso a todos los servicios del hotel: desde la lavandería hasta la cancha de tenis. Para Noel Verger, director de la división hoteles de LJ Ramos, “los inmuebles destinados a la hotelería son adaptables en consultorios, clínicas o geriátricos. Otra opción muy utilizada es, en el caso de los medianos y grandes complejos, diversificar el edificio por zonas, por ejemplo, habilitar un sector de hotelería, otro de oficinas temporales y otro de alquileres residenciales de corto plazo como lo están haciendo en Europa”, concluye el especialista.