Más allá del vino orgánico. Hacer vino “como si el mundo dependiera de ello”
Cada vez más bodegas argentina se enrolan en la llamada agricultura regenerativa, que busca revertir el daño causado al ecosistema por el ser humano
Hace rato que los agricultores se vienen preguntando qué tierra dejarán a sus hijos. En el mundo del vino, la inquietud es la misma. De ahí que las últimas décadas hayan sido testigo del surgimiento y la consolidación de distintas formas de hacer vino que buscan no dañar la naturaleza. La más conocida es la agricultura orgánica, que prohíbe el uso de productos químicos (pesticidas, fertilizantes) en el viñedo, pero la más reciente es la llamada agricultura regenerativa.
Las bodegas que la han adoptado (ya son varias en el país) no se contentan con evitar el uso de productos de síntesis para no dañar los suelos y el ecosistema en el que se cultivan las vides, sino que buscan a través de nuevas prácticas regenerar la naturaleza en torno al viñedo y restaurar el ecosistema.
“La agricultura regenerativa es un tipo de agricultura en la que se trata de combatir los efectos del cambio climático, la disminución de materia orgánica y la disminución de biodiversidad que se empieza a ver a nivel mundial”, explica Franco Bastías, ingeniero agrónomo de Domaine Bousquet, bodega mendocina pionera en estas prácticas. “Lo que tratamos es de regenerar el ambiente y que nuestra actividad no disminuya y no perjudique la biodiversidad, la materia orgánica y la riqueza ambiental que tenemos naturalmente en cada uno de los ecosistemas”, agrega.
Detrás de esta nueva forma de encarar el trabajo en el viñedo hay incluso una mirada filosófica sobre nuestra relación con el mundo que habitamos. “La agricultura regenerativa es también una filosofía de vida que nos pone en el horizonte el desafío y la pasión por sanar y reconectar nuestra relación con la naturaleza”, explica Andrés Raimondo, de la bodega mendocina Siesta en el Tahuan.
“De lo que se trata es de una reconexión con la Tierra y hacerlo de una manera sustentable, sin afectar a las generaciones venideras”, agrega, y precisa: “Hoy estamos disfrutando de buenos vinos, pero si seguimos destrozando los suelos las próximas generaciones no van a tener la oportunidad de tomar los vinos que nosotros estamos disfrutando”.
Devolver vida
Pero, filosofía aparte, la agricultura regenerativa propone prácticas bien terrenales. “Principalmente, la agricultura regenerativa propone cambios en la manera de trabajar el suelo, que es donde se encuentra la mayor población de microorganismos e insectos, que son los protagonistas en estas prácticas de manejo”, comienza diciendo Rosario Toso, de Cheval des Andes (joint venture entre Terrazas de los Andes y la francesa Cheval Blanc).
La agricultura regenerativa se basa en tres pilares: primero, cubrir los suelos del viñedo con coberturas vegetales o verdeos; segundo, plantar árboles dentro de las parcelas; tercero, evitar el monocultivo. Una visita a la finca que Cheval des Andes posee en las Compuertas, Mendoza, permite adentrarse en el paisaje que proponen los viñedos trabajados mediante agricultura regenerativa. Allí, entre las hileras de vides, han sido plantados más de 1000 árboles como durazneros, cerezos, ciruelos, pistachos y almendros, los que se convierten en refugio de aves y atraen una mayor diversidad de insectos.
“Detrás del uso de árboles está también el concepto de micorrizas”, destaca Rosario Toso: “El objetivo es que las raíces de los árboles, las de las coberturas de los suelos y las de las vides se empiecen a comunicar a través de un sistema radicular del que participan unos hongos que son importantísimos en nuestros ecosistemas, pues hacen una simbiosis positiva que ayudan a la comunicación de agua y de diferentes nutrientes que colaboran con el ciclo de la fertilidad natural de los suelos”.
Martín Rabines, de Argencert, la compañía que certifica estas prácticas sustentables en el país, agrega: “esta es una colección de prácticas que, teniendo como base la agricultura orgánica, suma otras prácticas que rehabilitan el suelo, respetan el bienestar animal y mejoran la vida de los agricultores. Son práctica que permiten “secuestrar” carbono del medio ambiente, construir comunidades más saludables y cosechar productos más nutritivos y abundantes”.
Es que, como ya es habitual en el mundo del vino, no solo hay que hacer las cosas bien, sino que hay que demostrarlo, es decir: certificarlo. Domaine Bousquet, en Mendoza, es la primera bodega argentina -y una de las cuatro bodegas a nivel mundial- en obtener la certificación ROC que otorga la californiana Alianza Orgánica Regenerativa (ROA, según sus siglas en inglés), cuyo lema es “Cultivar como si el mundo dependiera de ello”.
Los efectos de estas prácticas, afirman quienes las llevan adelante, son evidentes: “Lo que vemos es que el sistema empieza a entrar en un equilibrio”, asegura Bastías, de Domaine Bousquet.