Sin miedo a las bajas temperaturas, persisten los que quieren cenar o tomar un trago al aire libre: cuáles son las opciones que ofrecen los lugares para recibirlos
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“Las noches de los miércoles son sagradas, ni aunque nieve suspendemos”. Martina Levy tiene 29 años y un ritual sagrado: juntarse a tomar algo con sus amigas. Emponchadas, con remeras y medias térmicas, el frío no les impide pasar en limpio sus temas preferidos. Y aunque evaluaron la posibilidad de trasladar la juntada a una casa, decidieron que el bar seguía siendo la mejor opción, a pesar de la ola polar. Como estas diseñadoras gráficas, cada vez son más los que se animan a cenar o tomar un trago en patios, jardines y veredas de bares y restaurantes. Eso sí: eligen los que, atentos a las temperaturas heladas, implementaron estrategias para acondicionar los espacios.
La mayor cantidad de plataformas anti frío están en los barrios de Palermo, Núñez, Colegiales, Caballito, Recoleta y Villa Crespo. Además de hongos calefactores y sistemas que atemperan el viento con toldos transparentes, el ingenio va más allá de la tecnología: bolsitas de agua caliente con fundas de lana al crochet, sopas de bienvenida en vasos o cazuelas, mantas y gorritos. Tácticas analógicas, sin enchufes y “con mucha onda”, según coinciden en varios de los restaurantes consultados, que buscan aprovechar el espacio al aire libre ganado durante la pandemia.
Los decks que ganaron la calle como respuesta al Covid fueron un salvavidas para la actividad gastronómica, que con esta estrategia logró salir a flote (actualmente, hay 949 decks en la ciudad). Con el tiempo, el espacio público transformó su perfil y donde antes había autos estacionados hoy hay refugios calefaccionados y toldos antifrío para enfrentar la ola polar desde la mañana a la noche.
Kit antifrío
En Vereda Adentro (11 de Septiembre y Campos Salles), un bar de vinos naturales y biodinámicos de Núñez, todo sucede en la vereda, al aire libre. En esta semana de frío polar, unas coquetas bolsas de agua caliente enfundadas en crochet iban y venían de la barra hasta las mesas. “Los clientes de siempre no fallan, vienen igual. Sobre todo, los fumadores que se sienten más cómodos”, dice Tania Díaz Frontini, socia junto a Pamela Godoy y Lucía Bulacio, justificando la necesidad de acompañar a los habitués en su lucha contra el frío.
Para acompañar el kit de la bolsa de agua caliente y las mantas, ofrecen además un plato invernal especialmente desarrollado en estas semanas: Chili con carne, “el típico plato calentito de los lugares de esquí en Estados Unidos, que te sube la temperatura”, dicen las mentoras de este bar “de paso” que también ofrece sopa paraguaya, shawarma de gírgolas y brócoli asado con cremoso de almendras y champiñones.
“Hay bares con estufas y mantas, pero Vereda, además, te da bolsa de agua caliente. Junto con una copa de vino, alguno de sus platos calentitos, agua y soda gratis y buena música son el match perfecto”, reconoce Ignacio Makar, habitué de Vereda Adentro, y concluye: “No me asusta la ola polar”
Fuego crepitando
El miércoles último, según el Servicio Meteorológico Nacional, la ciudad de Buenos Aires amaneció con una temperatura mínima de -1,9 °C, el valor más bajo registrado por el Observatorio Central desde agosto de 1991. “Solo un par de locos se animaron a cenar afuera, aunque se dejaron los abrigos puestos”, cuenta Willy Giménez, gerente operativo en Fervor (Posadas 1519, Recoleta), que vivió la transformación de la trama urbana cuando en 2020 sumaron 36 cubiertos que ganaron parte de la calle.
Con el termómetro que no lograba perforar los 5 grados, el martes pasado atendieron a una pareja de turistas que eligió cenar en el cerramiento calefaccionado. “El cerramiento cuenta con estufas eléctricas, toldos y mantas a disposición. Los decks llegaron para quedarse, la inversión valió la pena”, afirma.
A pesar de las alertas en color amarillo (riesgo moderado), el frío extremo no impidió que en Tauro Café (Fragata Pte. Sarmiento 930), un microbar de Caballito, con más mesas afuera que adentro, el público buscara refugio en la pastelería y el café de especialidad. Como en una coreografía, los que se animaron a la liturgia aceptaron sin chistar las mantas rojas de polar y se ubicaron cerquita de las estufas empotradas en la pared, con brazos movibles para cambiar de posiciones.
Lo mismo se observó en Chuí (Loyola 1250), en Villa Crespo, donde los fuegos y el jardín urbano cuidadosamente descuidado son los protagonistas. Desde el salón principal –un galpón abierto– se aprecian los movimientos de la cocina a la vista con su horno de barro y el otro horno, para pizzas, alimentado con quebracho. De allí salen porciones de sopas de vegetales de bienvenida mientras los comensales se ubican en el espacio con impronta industrial de lo que fue un baldío abandonado.
Hoy, este lugar acondicionado con estufas a leña, dispositivos eléctricos y braseros que remiten a un camping también combate el frío con mantas de lana. “Priorizamos los platos calientes y distribuimos artefactos de calefacción a gas y eléctrica por todo el jardín. La presencia del fuego es clave”, dice Ivo Lepes, uno de los socios. “Fuego crepitando, cocina en movimiento, salón dispuesto”, invitan desde sus redes.
La táctica de la cebolla
La ola polar marcó el comienzo del mes con condiciones térmicas que obligan a reorganizar actividades y vestirse en formato “cebolla”, con varias capas de ropa para mantener el calor corporal. La táctica aplica también a los que se instalan en el patio de Beza, una casona antigua en la esquina de Conde y Olazábal, en Belgrano R. “Los rincones preferidos de nuestros clientes están en el patio, rodeados de plantas y flores. Por eso instalamos calefacción exterior, dejamos mantas en las mesas y recibimos a todos con una sopa cremosa de bienvenida y una porción de pan tibio. Esto no solo calienta el cuerpo, sino que además enfatiza la idea de que todos se sientan en casa, desde el primer momento”, señalan los socios, Belén Zanchetti, cocinera y sommelier, Cecilia Lisboa y Raúl Muda. En Beza se destacan los platitos a las brasas y los vinos naturales.
En tanto, los fuegos de la parrilla de Hierro arden durante todo el día, en Costa Rica 5602, Palermo, y también en Nordelta. Allí los troncos de quebracho colorado aportan su sabiduría ancestral, mientras las tablas y sartenes en hierro fundido completan la experiencia. La mesa junto a la salamandra es una de las más codiciadas.
Por otra parte, en la cevichería La Mar (Arévalo 2024, Palermo) y en Chill Garden (Pujol 935, Caballito) instalaron tubos radiantes que emiten calor por radiación infrarroja, uno de los sistemas más frecuentes en locales gastronómicos que optimizan sus espacios al aire libre.
Un jardín de invierno para el culto del vino y la carne es la propuesta de Lo de Jesús y La Malbequería (Gurruchaga al 1400, Palermo). “El patio de La Malbequería es uno de los secretos mejor guardados de Palermo. Está rodeado de vegetación. Y en la vereda de la parrilla instalamos un sistema especial de estufas integradas en los toldos. Es un espacio que invita a disfrutar de la buena comida. Esta temporada, los favoritos son el goulash, el pastel de papas y las carnes, un clásico”, remata Juan Pablo Caorsi, uno de los socios.
El gazpacho de bienvenida, las mantas de alpaca y el “amuse-bouche” –un pequeño bocado—caracterizan las estrategias antifrío de Roux (Peña 2300, Recoleta). El restaurante rediseñó el deck exterior para calefaccionarlo por completo y blindar la entrada de viento, el famoso chiflete. “Hay más calefactores que mesas”, señala Jonathan Sánchez, el encargado del local con 12 dispositivos para ocho mesas.
Tazones de vino caliente, toldos y estufas completan el kit para ambientar Aire Libre, un jardín urbano (Av. Libertador al 6300, Belgrano). Las mantas polar, de corderito o de lana, se reparten en Croque Madame Palacio Paz (Av. Santa Fe 750, Retiro), Tanta (Esmeralda 738, Retiro), Casa Cavia (Cavia 2985, Palermo) y Merienda (Uriarte 2106, Palermo) para amenizar los encuentros. También circulan mantas en La Capitana (Guardia Vieja 4446, Almagro), Mixtape (Franklin D. Roosvelt 1806, Belgrano), Los Jardines de las Barquin (Suipacha 1422, dentro del Museo Fernández Blanco) y Carmen (Gurruchaga 1428, Palermo).
Además, en Cima, el rooftop de la pizzería Orno (Gurruchaga 4701, Palermo), Centro (Aranguren 928, Caballito) y Enero (Av. Rafael Obligado 7180, Costanera Norte), lana, corderito y polar son los textiles más elegidos para acompañar encuentros, brindis, almuerzos y cenas a pesar del avance del frente polar.
Ante el frío extremo, entonces, estos refugios de invierno ofrecen ambientes cálidos donde los platos de cuchara, las sopas de cortesía, las mantas y bolsas de agua caliente se asocian a fogoneros, braseros, salamandras y sistemas de calefacción con un mismo objetivo: sostener los rituales de abrigo para resistir el avance de temperaturas bajo cero.