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Cecilia Hatchadourian no da abasto con todos los frentes que tiene abiertos. Por un lado, la obligación de mantener y asegurarles una buena calidad de vida a sus hijos que aún viven con ella y su marido. Por otro, el compromiso de cuidar a sus padres octogenarios que día a día se vuelven más dependientes. Repleta de responsabilidades como madre, hija, esposa y profesional, su vida se puso ‘patas hacia arriba’ y la dinámica familiar cambió totalmente.
Su historia refleja lo que le pasa a millones de adultos alrededor del mundo; específicamente al grupo catalogado como ‘generación sándwich’, un término que el Diccionario Cambridge define como “el grupo de personas que tienen padres ancianos además de hijos pequeños, por lo que deben cuidar tanto de sus padres como de sus hijos”.
Esta generación de adultos ‘multitaskers’ es resultado de los continuos cambios demográficos y sociales que acontecen en todo el mundo y que hacen que sea cada vez más frecuente que las familias, mayoritariamente las mujeres, se vean colapsadas por las demandas de sus padres y de sus hijos.
Varias son las razones que explican este fenómeno: las personas deciden tener hijos más tarde y el aumento de la esperanza de vida así como también el hecho de que los jóvenes tardan más tiempo en alcanzar la independencia económica y postergan la salida del hogar después de los 18 años o incluso regresan de más grandes.
Según manifiesta una investigación de Pew Research Center, aproximadamente, una cuarta parte de los adultos estadounidenses (23%) forman parte en la actualidad de la llamada generación sándwich.
“Entre las personas de 40 y 50 años –los dos grupos de edad con mayor probabilidad de pertenecer a la generación sándwich– uno de cada cinco tiene un hijo menor de 18 años y un hijo adulto al que han ayudado económicamente en el último año, además de tener un padre anciano”, se detalla en el escrito.
La Universidad de Michigan comunicó que entre más de 1.000 encuestados pertenecientes a esta generación en los EE.UU. un 36% reveló enfrentarse continuamente a dificultades económicas.
“Esta situación de tener tantos frentes abiertos puede generar altos niveles de estrés, ansiedad y agotamiento emocional debido a las demandas físicas y emocionales que implica atender las necesidades de dos generaciones diferentes”, explica el licenciado en Psicología, Sebastián Ibarzábal (M.N. 42413).
Según desarrolla, estas personas con exceso de responsabilidades tienden a experimentar sentimientos de culpa, conflictos internos y más presión aún para equilibrar sus responsabilidades familiares con las propias personales, que suelen ser dejadas de lado. “Indudablemente, esto puede provocar un deterioro en su bienestar psicológico y emocional”, afirma.
La Asociación Americana de Psicología (APA) informa que “se ha demostrado que ser cuidador multigeneracional repercute negativamente en la salud y el comportamiento porque reduce los niveles de ejercicio de los cuidadores, aumenta la frecuencia del consumo de sustancias tóxicas y eleva el riesgo de depresión”.
¿Es posible estar al día con todas estas responsabilidades o hay que priorizar a un hijo sobre un padre o viceversa? Ibarzábal expresa que dependerá de las facultades y herramientas de las que disponga cada persona. “De su carácter, su realidad económica y social, pero, por sobre todo, de qué tan solo o acompañado se encuentra en esta aventura”, dice.
De esta forma, estar bien acompañado es la variable fundamental que puede cambiar la ecuación. “Cuando se comparten tareas con otros, se pueden distribuir responsabilidades y se obtienen diversidad de habilidades y recursos que proporcionan en parte, apoyo emocional”, agrega.
Por el contrario, en lo que refiere a adultos que son hijos únicos o que tienen vínculos conflictivos con sus hermanos, la situación puede ser exponencialmente peor, favoreciendo la confusión, la cancelación de recursos y el malestar.
En relación a si se debería priorizar las necesidades de uno sobre otro, Ibarzábal dice: “Padres e hijos demandan cosas muy diferentes que, por lo general, no se solapan. No obstante, es importante reconocer que no se trata necesariamente de una elección entre uno u otro, sino de encontrar un equilibrio”.
Según desarrolla, es posible alcanzar la estabilidad si se comienza a evaluar la urgencia y la gravedad de las necesidades presentes. En situaciones de emergencia o crisis –explica– es natural priorizar las necesidades más inmediatas y críticas, ya sea de los hijos o de los padres. Sin embargo, en momentos de estabilidad, se puede adoptar un enfoque más equilibrado que permita atender a ambos.
Pretender cumplir con todo de manera perfecta es una misión casi imposible. “Acostumbrarse a hacer el ejercicio de valorar las propias acciones y reconocer nuestras buenas intenciones ayudan en el manejo de estas situaciones”, reconoce el psicólogo a la vez que añade: “La culpa lleva a una vuelta mental sobre uno mismo, que puede perpetuarse hasta el infinito si no se le pone un freno”.
Para él, las equivocaciones pueden ocurrir en todos los casos y con certeza las habrá, lo fundamental es evitar caer en malos tratos o reacciones inadecuadas.
Para ayudar a sus pares de la generación sándwich, el psiquiatra estadounidense Douglas Newton escribe en Psychology Today algunos consejos sobre cómo cuidarse en el trajín:




