Condenaron a perpetua a un jefe narco que, desde la cárcel, ordenó el asesinato de una mujer que se negó a vender drogas
Un tribunal de Rosario sentenció a Alan Funes y a los dos sicarios. El crimen fue ordenado desde la cárcel de Ezeiza. El narco le pagó 30.000 pesos a los sicarios
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ROSARIO.– Alan Funes, uno de los narcos más violentos y peligros de Rosario, fue condenado a prisión perpetua por ser el instigador del crimen de Mariel Lezcano, una chica de 19 años asesinada hace tres años de un balazo en la cabeza. La joven fue acribillada porque su madre se negaba a vender drogas para la banda que Funes lideraba desde la cárcel. Él ordenó matar a Lezcano desde la cárcel federal de Ezeiza, donde actualmente está detenido con reglas más rigurosas que el resto de la población penal, por ser considerado de alta peligrosidad.
Funes estuvo a punto de fugarse del penal de Ezeiza en marzo del año pasado, cuando el narco rosarino Esteban Lindor Alvarado tramó un plan para escapar de la cárcel en un helicóptero, que iba a rescatarlos a él y a Funes desde la cancha de fútbol del patio de la penitenciaría. Por eso ambos se vistieron con camisetas de la selección de Países Bajos, que es de color naranja, para que el piloto pudiera identificarlos desde el aire. La fuga cinematográfica no se concretó porque el piloto traicionó a Alvarado y finalmente la Policía Federal, junto con los fiscales de Procunar, lograron neutralizar la estrategia del jefe narco rosarino. Alvarado también fue condenado a perpetua.
La condena contra Alan Funes se conoció este lunes, luego de que un tribunal de jueces de Santa Fe, compuesto por Ismael Manfrin, Fernando Sosa y Silvana Lamas, se expidiera sobre esta causa en la que se aprecia claramente el modelo de violencia que golpeó la venta de drogas de Rosario. Además de Funes también fue condenado a perpetua Ariel Gutiérrez, el ejecutor del crimen, y Ulises Chapire, quien manejaba la moto en la que escapó el sicario, recibió una pena de 20 años de prisión.
Los tres enfrentaron cargos descriptos por los fiscales Gastón Ávila y Lisandro Artacho, de la Unidad de Homicidios del Ministerio Público de la Acusación (MPA), que a lo largo de las jornadas revelaron los distintos roles de los acusados en el asesinato de Mariel Lezcano, ejecutada a tiros cuando fue a abrir la puerta de su casa en un pasillo de Ayacucho al 4300 el 13 de octubre de 2021.
Alan Funes ordenó el crimen a cambio de dinero desde el complejo federal de Ezeiza, donde estaba detenido, y donde aún sigue alojado. El ataque estaba dirigido a la madre de Mariel, una mujer de 44 años conocida como “La Paquete”, en represalia porque se negaba a vender drogas para la banda. La habían amenazado para que accediera a manejarle un quiosco de drogas, ofrecimiento que ella rechazaba porque no quería tener más problemas por eso. El capo narco, desde la cárcel de Ezeiza, pagó 30.000 pesos a dos “soldaditos” para que mataran a la mujer.
Funes ganó notoriedad en el mundo criminal cuando a fines de 2018 se grabó disparando una ametralladora en la casa de su abuela, donde cumplía detención domiciliaria. A partir de ese video, que tenía como objetivo mostrar el poder de fuego de un grupo narco que conformaba con sus hermanos –dos fueron asesinados–, comenzó a transformarse en un engranaje rabioso de la violencia narco.
La madre de la víctima recibió en setiembre de 2021 un llamado de Funes, desde el penal de Ezeiza. “¿Vos qué onda que no me querés agarrar el negocio? Te voy a salir con la más loca”, advirtió el narco rosarino. Esa frase era una especie de condena para su hija, que vendía drogas, aunque no recaudaba para Funes. Lo que pretendía el jefe narco era que el dinero de la droga que se vendía en un histórico búnker de La Tablada fuera a parar a sus propios bolsillos. Para convencer a estas mujeres de que debían ser su mano de obra barata usaría el terror de las balas.
Mariel Lezcano cumplía prisión domiciliaria por una condena federal a seis años de cárcel por comercio de estupefacientes dictada en el mismo juicio en el que había sido sentenciado Funes. Es decir, Lezcano había trabajado para el joven narco, pero en 2021 ya tenía otros planes.
Una hija menor de edad de la mujer declaró: “A mi mamá la amenazaron con que si no vendíamos droga para ellos nos iban a volar la gorra”. Gisela, la madre de Mariel, declaró que Jorge Funes, padre de Alan, la visitó en su casa y le dijo “Alan está tirado, no tiene quién le maneje el búnker”, para luego advertirle: “Te va a volar la gorra”.
De acuerdo a la investigación del fiscal Ávila, unos días después de esas amenazas, dos sicarios a los que Funes contrató por 30.000 pesos, y a quienes les proveyó una pistola 9 milímetros y una moto Honda Wave, mataron a Lezcano en su casa de Ayacucho al 4300.
Para el fiscal, Gutiérrez y Chapire llegaron en moto hasta el lugar el 13 de octubre de 2021, con el primero como conductor. Al llegar a un pasillo de Chacabuco al 4300, Gutiérrez se bajó de la moto y Chapire quedó a la espera.
De acuerdo a la descripción del hecho elaborada por el fiscal, Gutiérrez caminó hasta la casa de Lezcano, golpeó la puerta y, cuando la chica abrió, le disparó en la cabeza y la cadera. Mariel murió en el acto.
Ese búnker del barrio La Tablada, ubicado a pocas cuadras de la sede de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), estuvo rodeado de hechos sangrientos desde hace tiempo. Lo manejaba desde la cárcel Alan Funes. En Ezeiza tejió contactos con narcos de la villa 1-11-14 para contratar sicarios que fueran desconocidos en los barrios de Rosario, lo que haría más complejo identificar los responsables materiales de los crímenes.
Uno de esos sicarios fue Rubén Darío Morel, que está acusado de haber ejecutado de un tiro en la cabeza a María Elena González, de 63 años, en Necochea al 4200, en el corazón del barrio La Tablada. Esa noche de abril de 2022 golpeó la puerta de la casa y cuando la mujer salió le disparó en la cabeza. Idéntico al homicidio de Mariel Lezcano.
González, conocida en el barrio por vender droga, murió en el acto. A Morel lo detuvieron tres horas después. Le incautaron una vaina servida y otra intacta calibre 9 mm, y un celular viejo marca Samsung, con tapita, que solo tenía dos números agendados. En ese teléfono antiguo había imágenes de personas disparando contra una casa que ahora se van a analizar para detectar quién era.
La Mari, como se la conocía en el barrio, había sido blanco de por lo menos dos ataques a balazos. Fue testigo en una causa en la que fueron imputados otros dos sicarios del clan Funes: Agustín Arselli, de 22 años, y Joel Olguín, de 24.
La fiscal Valeria Haurigot ordenó en setiembre de 2021 una serie de allanamientos para dar con estos dos jóvenes. Uno de los lugares allanados fue el búnker de Chacabuco al 4100 y allí estaba el paraguayo Morel, que quedó demorado, aunque después quedó en libertad porque no aparecía en ninguna investigación ni causa judicial.
A partir de ese momento quedó en el radar de los investigadores. En una conversación que Morel mantuvo con su abuela –en parte, en guaraní– le dijo que hacía poco tiempo había salido de la cárcel en Buenos Aires, donde tiene antecedentes por “robos menores”.
La primera vez que cayó preso fue poco antes de la pandemia. El 19 de enero de 2020, la Policía de la Ciudad lo atrapó por robar un teléfono celular. Un año y seis meses después, el 4 de agosto de 2021, fue detenido por robar una mochila. En esa oportunidad, según la investigación, estaba con dos cómplices. Dieciocho días después volvió a delinquir. Según fuentes policiales, personal de la fuerza de seguridad porteña lo detuvo después de robarle a una víctima el móvil y dinero en efectivo.
El 11 de septiembre de 2021 fue remitido desde una dependencia de la Policía de la Ciudad a la Unidad 28 del Servicio Penitenciario Federal (SPF), situada en el Palacio de Tribunales porteño. Después quedar en libertad, en septiembre fue identificado en Rosario.
Morel pudo ser detenido horas después del crimen de La Mari porque los testigos del crimen habían visto una característica de uno de los hombres que se movía en una moto de 110 cc: “Tiene labio leporino y una cicatriz en la nariz”, le dijeron a la policía. El conductor de la moto en la que iba el sicario paraguayo nunca fue detenido.
La voracidad de Funes por recaudar dinero desde la cárcel a través de la venta al menudeo de droga en un barrio que manejaba su familia fue el detonante de todos estos crímenes.
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