Una peligrosa acumulación de emociones negativas
L a mente humana tiene sus sistemas de amortiguaciones ante los excesos de la emoción, del estado afectivo que conmociona todo el ser y que suele deberse a estímulos externos que se amplifican con las experiencias guardadas en la memoria de hechos parecidos.
Ante circunstancias tensionantes pero normales, la capacidad de esos sistemas es eficiente y la persona puede controlar las descargas de conductas agresivas hacia el exterior. Se autocontrola.
Este autocontrolarse del individuo es la base de la posibilidad de vivir en grupo, en sociedad, en la civilización.
Las expresiones instintivas, primitivas, son contenidas y bloqueadas por los años que ha pasado el individuo desde su infancia hasta bien entrada la adolescencia en su entorno familiar, en la escuela, en el entorno social que le tocó vivir; es decir, educándose, adaptándose al medio que le ha tocado en suerte.
Pero no por ello podemos decir que siempre los sistemas de amortiguación van a ser eficaces para reprimir un estado afectivo primitivo.
El resentimiento, la frustración, el sentido de injusticia, la impotencia, van horadando las capas de civilización y la persona puede tornarse ante una situación de extrema tensión en un ser básico impulsado a utilizar las ancestrales reacciones por años reprimidas.
En el caso de este hombre que fue en reiteradas oportunidades a reclamar un dinero que se le debía y cuyo objetivo de cobrarlo se había frustrado una y otra vez, es muy probable que en su psiquis se hayan acumulados emociones negativas de reivindicación, de venganza e incluso de justicia por mano propia.
No es que todas estas emociones se expresen al unísono, sino que, por lo general, son producto de todo un desarrollo a lo largo del tiempo y que se incrementan en proporción a la medida de su frustración.
Poco a poco estos estados afectivos van quebrando las sucesivas capas de civilización hasta ir dejando cada vez más libres los elementos primitivos, irracionales que luego se van a traducir en una conducta catastrófica si no son amortiguados a tiempo.
Desde luego que esta descarga irracional y extremadamente agresiva no se produce en todos los individuos que son sometidos a humillaciones y liban el amargor de la impotencia, sino que algunos están constitucionalmente más predispuestos a las descargas primitivas que otros, y esta diferencia tiene su fuente en el temperamento, en lo que ya está desde la gestación, más que en los vaivenes a que es sometido un ser por el medio ambiente.
Este hombre, cuando entró a la empresa, ya estaba, seguramente, impregnado de estas emociones primitivas qué sólo podían ser neutralizadas si en el momento conseguía cobrar el dinero que se le adeudaba; de lo contrario, y como sucedió, sólo le bastaba abrir el dique y dejar liberadas las ancestrales conductas de justicia por mano propia.
Estaba preparado, armado, para este desenlace. Iba a matar y a morir si era necesario, ya no había manera de parar a ese bárbaro que llevaba adentro, que buscaba la sangre, la vida de aquellos que lo ofendieron.
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