Alas argentinas en los cielos del Mercosur
Tras una enriquecedora experiencia recogida en Brasil, Paraguay y Uruguay, regresaron los noveles aviadores
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A BORDO DEL T-95 DE LA FUERZA AEREA ARGENTINA.- El piloto, vicecomodoro Marcelo Uriona, anunció que el Uruguay quedaba atrás y que sobrevolábamos las islas entrerrianas del Ibicuy. Alféreces y cadetes estallaron en una ovación: ¡estábamos en casa!
Ese fue el corolario de 16 trajinados días y de más de 18 horas de vuelo por los cinco países limítrofes que comprendió el XXXVIII Viaje Final de Instrucción de la Escuela de Aviación Militar (EAM).
Mientras por las ventanillas del Boeing 707 del Escuadrón V de Transporte Aéreo podíamos observar un caserío, que resultó ser Villa Paranacito, el director del EAM, brigadier Alberto Catalá, aprovechó la ocasión para alzar las copas.
"Este viaje -dijo- ha servido para conocer y conocerse. Hay que rescatar las valiosas experiencias que hemos pasado. Han demostrado una excelente conducta y comportamiento en cada uno de los cinco países que visitamos, por lo que puedo afirmar que todo fue un éxito y que la misión fue cumplida." En la última semana, el calor derritió a los 112 alféreces y cadetes, en especial durante la visita al Centro Técnico Aeroespacial que maneja la fuerza aérea brasileña en San José Dos Santos, a unos 70 kilómetros al sur de San Pablo.
Allí, los jóvenes militares argentinos mostraron un ávido interés por los secretos tecnológicos y el funcionamiento del Vehículo Lanzador de Satélites (VLS). Justamente, el Brasil, en octubre último, colocó en órbita su segundo satélite de recolección de datos (SCD-2), de fabricación brasileña, que demandó un costo cercano a los 10.000.000 de dólares.
El SCD-2 recoge constantemente datos sobre las condiciones climáticas de todo el Brasil, que es utilizada por Defensa Civil para prevenir las consecuencias de los fenómenos meteorológicos, al tiempo que dicha información es aprovechada en la actividad agropecuaria.
El VLS cobró notoriedad por el centro de lanzamiento Alcántara, situado en Maranhao, casi en la frontera con el Ecuador.
Su estratégica posición geográfica permite ahorrar hasta un 31 por ciento de combustible en el lanzamiento de los cohetes, en comparación con el famoso centro norteamericano de Cabo Kennedy.
Una fiesta para los ojos
Luego, el T-95 levantó vuelo hacia la colorada tierra paraguaya. Antes de aterrizar, otra vez se alborotó el juvenil pasaje. "Miren hacia abajo, no se lo pierdan", se le oyó repetir a un agitado auxiliar de a bordo que recorrió de punta a punta la aeronave. Todos se asomaron a las ventanillas y no dudaron en disparar sin cesar sus máquinas fotográficas a una nítida espuma blanca que contrastaba con el profundo verde de la selva: eran las cataratas del Iguazú.
La generosa hospitalidad de los paraguayos fue moneda corriente en cada uno de los encuentros de los hombres de armas.
Todos fueron albergados en las cuadras de la Academia Militar Mariscal Francisco Solano López, donde en pocos días cosecharon experiencias y amistades.
El broche del viaje fue en tierra uruguaya, que, para todos, fue como estar en suelo argentino. No fueron pocos los abrazos entre oficiales, alféreces y cadetes de ambos países, que en más de una oportunidad compartieron estudios y buenos momentos.
El brigadier general (R) Andrés Antonietti, actual embajador argentino en el Uruguay, recibió casi emocionado a los alfetas y cadetorios en el aeropuerto de Carrasco, pero ésa fue la única ocasión en que se lo vio durante la corta estada; él, junto con su par en Bolivia, Zelmira Regazzoli, olvidó algunos aspectos del protocolo y prefirió no efectuar agasajo alguno ni despedir a la misión militar oficial. Sólo fue una anécdota más.
Lo importante es la experiencia recogida por estos futuros aviadores, empujados por una vocación pura que, tal vez, pueda sintetizarse en una leyenda anónima grabada en una de las paredes de la Escuela de Aviación uruguaya.
"Felices aquellos que aunque sólo una vez han volado para ver desde lo alto la inmensidad del espacio y la pequeñez de la tierra; sentir que se es todo y sentir que se es nada; sentir que se está más cerca de la bondad de Dios y más lejos de la maldad de los hombres."
De las islas Malvinas a Villaguay
"Después de la Guerra de las Malvinas me enteré, por lo que se comentaba en mi pueblo y por los diarios, de que los pilotos de la Fuerza Aérea demostraron un profesionalismo y heroísmo nunca vistos. Tiempo después, supe que fueron elogiados por los propios militares ingleses. Tal vez fue eso lo que me picó para ingresar en la fuerza."
Hijo de un matrimonio de comerciantes, Cristian Vitor es un entrerriano sencillo, de 22 años. Menudo, su cara aniñada y cándida personalidad no hacen creer a uno que esté frente a un flamante piloto de combate de la Fuerza Aérea. Pero lo es.
Muchas veces, la juventud no es sinónimo de ineptitud. No habría que olvidar, a comienzos de este siglo, a los primeros ases de la historia de la aviación militar mundial, como, entre otros, el británico Edward Mannock, el norteamericano Victor Chapman, el francés René Fonck y el germano Manfred von Richthofen, bautizado como el famoso Barón Rojo . Ninguno de ellos, cuando se inició en el complejo arte del combate aéreo, superaba los 21 años. Hoy, al borde de un nuevo milenio, los pilotos de combate no sólo deben tener audacia, como sus antecesores, sino también un elevado conocimiento tecnológico que, año tras año, depara avances impensados.
Hoy, el joven Vitor está lleno de expectativas. Por los relatos de sus oficiales instructores y profesores, recuerda con entusiasmo el protagonismo de los pilotos argentinos en los combates aéreos de Malvinas. El mismo tiene también su propia experiencia de la guerra.
"Mi escuela en Villaguay -dijo-estaba frente al Regimiento de Infantería 5 y su jefe era el padrino del establecimiento, así que los conocíamos a casi todos. Al comienzo de la guerra, yo tenía 7 años. Veíamos, al salir de la escuela, partir camiones y camiones con soldados muy jóvenes, la mayoría gente del pueblo, que iban hacia el Sur. Cuando terminó todo, muchos no volvieron, y nunca pude olvidar esa imagen." Tal vez fue aquello lo que empujó al joven Vitor a emprender el camino de las armas. Hoy, todos los jóvenes pilotos saben de los severos recortes en los presupuestos militares y la austeridad con que deberán enfrentar su nueva vida profesional. Su sueldo apenas supera los 300 pesos.
Esa austeridad, sin embargo, no parece hacer mella en los jóvenes aviadores. Vitor acaba de comenzar con entusiasmo la carrera de sus sueños. Como dijo a este enviado, él ya cumplió con su primera misión: "Acá donde me ve, soy el primer aviador militar de Villaguay".





