
Asesinan a un médico al robar el comedor de un club en Tigre
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Un sobre a nombre del doctor Nelson Clemants, con la renovación de su matrícula como médico cirujano, descansa, en la mesa del comedor diario de un departamento de Tigre, sin haber sido abierto. Su dueño no podrá hacerlo, porque anteanoche fue asesinado de un tiro en el corazón mientras comía.
Clemants, el joven jefe de residentes del Hospital Municipal de Tigre, fue muerto de un balazo cuando dos delincuentes, probablemente menores de edad, trataron de robar el restaurante de un tradicional club del centro de Tigre, en el que cenaba con un amigo.
HoracioChelle, un jubilado de 69 años que trabajó en el Banco Provincia y ocupaba una de las cincuenta mesas del salón, recibió un balazo en el tórax y está internado en grave estado en el Sanatorio San Lucas de San Isidro.
Uno de los mozos, Cesar Villalba, de 25 años, recibió un tiro en una pierna. Fue el precio de haber forcejeado con uno de los ladrones y de haberle partido una botella en la cabeza.
Clemants, de 30 años, se había encontrado con su amigo Darío Gómez en el gimnasio. Pasaron por el departamento de un ambiente de la calle Chacabuco 527, que ocupaba el médico, y juntos se fueron a cenar al restaurante del Club Glorias, situado a media cuadra, en Chacabuco y la avenida Cazón.
El salón, que hace un año y medio abrió sus puertas sobre la calle Chacabuco, estaba lleno. Ocuparon una mesa chica cerca de la entrada. A las 22.50 ya estaban pidiendo el postre, y mientras Darío hablaba por el teléfono celular con un amigo entraron dos jóvenes.
Uno le puso su pistola en la cabeza a Clemants, mientras el otro se dirigía a la cocina. "¡Tranquilos, no va pasar nada, es un robo. Dénme la plata!", exclamó el que manejaba la situación. La cocinera se alarmó y gritó. El mozo Villalba, que iba con un pedido, fue recibido con un arma apuntándole a la cabeza, pero los gritos de la mujer asustaron al delincuente y éste disparó al aire.
Su cómplice, que apuntaba al doctor Clemants en la mesa cerca de la puerta, se puso más nervioso aún y retrocedió hasta la salida.
Con su pistola calibre 9 milímetros roció de balas los cristales del frente del restaurante. Los comensales se tiraron al piso y los disparos rebotaron en las paredes. Una bala penetró por el costado derecho del pecho de Clemants y se alojó en el corazón.
El ladrón que estaba cerca de la cocina siguió disparando. Agotó las balas de su revólver calibre 38 y siguió con una pistola calibre 9 milímetros.
El mozo Villalba le partió una botella en la cabeza y lo tiró al piso, pero recibió un balazo en el muslo izquierdo. Allí también fue herido Chelle.
Carlos Gutiérrez, otro de los mozos, tomó el revólver del piso y trató de disparar, pero ya no había balas, según dijo a La Nación Martha Alvarez, adicionista del restaurante.
El buffet de ese club de barrio de 1000 socios, fundado en 1919, está separado del restaurante por una puerta vidriada. En las mesas, socios, todos vitalicios, jugaban ayer al truco por porotos mientras miraban en televisión el partido entre México y Brasil. "Yo escuché los tiros. Pero pensé que era una moto. Mire cómo quedaron las marcas de los balazos", señaló Jorge. Los otros, sentados cerca del billar de paño apolillado, siguieron en silencio.
Tras los sospechosos
La policía cree que los asaltantes viven en la villa El Garrotazo, situada en Italia y el canal San Fernando.
Uno de los sospechosos es conocido como "El Ñoqui". Tiene 17 años y tres crímenes en su prontuario. El penúltimo fue el de un quiosquero de la avenida Cazón, que siempre le daba cerveza y cigarrillos y una vez tuvo el coraje de decir que no. Cuando la policía buscó ayer a los jóvenes, ya no estaban.
A media cuadra del restaurante, Fernando Ballesteros, que vive pared de por medio con Clemants, estaba desconsolado. Vestido totalmente de negro, recordó a su amigo, que vino de Bahía Blanca, estudió en La Plata y era cirujano desde 1995. Se mudaron casi al mismo tiempo, a fines de 1997, y desde entonces fueron inseparabales. El grupo se completaba con Darío Gómez y Alejandro Cabagna.
Clemants compartía con ellos su vida de soltero, pues sus padres siguen viviendo en Bahía Blanca y sus hermanos, en Buenos Aires y La Plata.
Darío Gómez sigue llorando desde anoche. Acostado boca abajo en una cama del departamento de Fernando, recuerda cómo mataron a Nelson delante de él. Pero deja de llorar cuando evoca el verano último en Río de Janeiro y la habilidad del joven cirujano para relacionarse con las chicas. Extravertido y siempre con ganas de sumarse a la fiesta, Clemants era quien ponía la sonrisa en el grupo.
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