En los últimos años, las poblaciones de ese animal experimentaron una recuperación increíble después de que los países introdujeran cuotas de pesca más sostenibles y tomaran medidas contra la actividad ilegal
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US$3,1 millones. Esa es la asombrosa cantidad que pagó un magnate del sushi por un atún rojo en una subasta en Tokio en 2019. Ese pescado de 278 kg, el mismo peso que un oso pardo, fue el más caro de su especie jamás vendido.
El atún es la familia de peces con mayor valor comercial en todo el mundo y el rojo, que se suele utilizar en sushi y sashimi, es el más caro, dice Sarah Glaser, directora sénior del equipo de futuros de los océanos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Estados Unidos.
Un solo atún rojo se vende por más que una tonelada de rayado, la especie más pequeña y abundante. Este alto valor provocó una sobrepesca, con una enorme demanda mundial de sushi que agotó gravemente las poblaciones de atún rojo, llevando a la especie al borde de la extinción en 2010.
Pero en los últimos años, las poblaciones de atún rojo experimentaron una recuperación increíble después de que los países introdujeran cuotas de pesca más sostenibles y tomaran medidas enérgicas contra la actividad ilegal. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) rebajó la categoría del atún rojo del Atlántico de “en peligro” a “preocupación menor” en 2021.
Mientras tanto, el atún rojo del Pacífico se recuperó hasta alcanzar nuevos máximos, superando los objetivos internacionales una década antes de lo previsto. El pescado sigue estando en peligro, pero ya no está en una situción crítico en la lista roja de la UICN.
“Es una gran historia de éxito. Logramos revertir esta tendencia de sobrepesca y el casi colapso de las poblaciones en menos de 20 años”, dice Alessandro Buzzi, director del proyecto de pesca de WWF, especializado en la pesca del atún. “Ahora estamos en una situación en la que la sobrepesca ya no es una amenaza”, agrega.

Pero el atún rojo se enfrenta ahora a otro gran desafío: el cambio climático. Los estudios muestran que ese pescado es muy sensible a las modificaciones de temperatura, y que pequeños aumentos afectan su metabolismo, su reproducción y sus hábitos alimentarios. Los científicos advierten que estos cambios en el atún rojo podrían a su vez afectar a otras especies marinas y a las comunidades pesqueras.
El atún rojo, que mide entre 1,8 y 3 metros, es el más grande del mundo. Puede vivir hasta 40 años y es un depredador de ápice que caza bancos de peces, incluidos arenques y caballas, a simple vista. Este pez de sangre caliente se encuentra entre los nadadores más rápidos del planeta. Migra miles de kilómetros cada año para desovar y cazar, pero estos patrones están empezando a cambiar.
Hacia el norte
A medida que aumentan las temperaturas del océano, el atún rojo se está desplazando hacia aguas más frías. Un estudio reciente del Servicio Nacional de Pesca Marina descubrió que los atunes rojos del Atlántico, tanto grandes como pequeños, se están desplazando más al norte, hacia afluentes cercanos a la costa de Massachusetts, a un ritmo de entre 4 y 10 kilómetros al año.
Los científicos irlandeses descubrieron que en 2019 seis atunes rojos gigantes del Atlántico se desviaron de sus rutas migratorias establecidas entre Irlanda y el golfo de Vizcaya o la dorsal mesoatlántica para desplazarse más al norte hacia Islandia. Se cree que la nueva ruta es una respuesta a una ola de calor marina.
“Estamos viendo que el atún rojo se alimenta en áreas inusuales, por ejemplo en el Mar del Norte, alrededor de Escandinavia e Islandia”, dice Buzzi. “Ya estamos viendo cambios en los patrones migratorios”, suma.
También hay preocupaciones sobre el impacto que el aumento de las temperaturas tendrá en las zonas de desove, dice Buzzi. En junio y julio, el atún rojo del Atlántico se dirige al Mediterráneo para desovar, lo que ayuda a convertir a ese mar en la pesquería de atún rojo más importante del mundo.
El mar Mediterráneo también es un “punto crítico climático”. Para finales de siglo, se proyecta que las temperaturas medias de la superficie del océano en ese afluente aumentarán entre 1°C y 3°C. “Al estar tan limitado y no tener tanta circulación y volcamiento como las cuencas oceánicas más grandes, ese mar va a sufrir un impacto mucho más rápido y mayor por el cambio climático”, afirma Glaser.
El aumento de las temperaturas puede expulsar a los atunes rojos juveniles del Mediterráneo en los próximos 50 años, según un estudio de la Universidad de Southampton en el Reino Unido. El estudio descubrió que las temperaturas marinas superiores a los 28°C afectan negativamente al metabolismo y al crecimiento de los atunes rojos juveniles.
Para descubrir este umbral crítico de temperatura, Clive Trueman, profesor de ecología geoquímica en la Universidad de Southampton, desarrolló un método pionero que analizaba el metabolismo del atún rojo a través de sus oídos. En concreto, el especialista y su equipo analizaron una característica llamada otolito, una estructura de carbonato de calcio en el oído interno de los peces, que les permite mantener el equilibrio y percibir ruidos y vibraciones.

Al igual que los anillos de los árboles, los otolitos revelan la edad de un pez y contienen isótopos que muestran sus condiciones ambientales pasadas, dice Trueman. Los isótopos de oxígeno revelan la temperatura del agua que experimentó el pez mientras estaba vivo, mientras que los isótopos de carbono indican la rapidez con la que convirtió los alimentos en energía, es decir, su metabolismo, dice.
“Esas dos cosas juntas nos dan la temperatura a la que vivía el pez y su tasa metabólica”, explica Trueman. El nivel de detalle que estos huesos revelaron sobre las condiciones del pez no tenía precedentes: “Es asombroso. Es básicamente como tener un reloj inteligente”.
El atún rojo necesita agua tibia para desovar -sus huevos se desarrollan cuando las temperaturas alcanzan los 20 °C-, pero si el agua se calienta más allá de cierto umbral, entonces su metabolismo comienza a declinar, afirma Trueman. “Ese umbral es 28°C”, explica.
La temperatura en el mar Mediterráneo superó este umbral crítico en agosto de 2024, cuando la temperatura media diaria de la superficie alcanzó un récord de 28,45°C . Según Trueman, los estudios muestran que el atún rojo pasa la mayor parte del tiempo en los 20 metros superiores de la columna de agua. “Por lo tanto, es probable que las temperaturas de las aguas superficiales sean realmente críticas para los atunes juveniles (de menos de un año) en el Mediterráneo”, afirma.
A medida que aumenten las temperaturas oceánicas, se espera que el atún rojo traslade sus zonas de cría lejos del Mediterráneo hacia aguas más frías, posiblemente hacia el Golfo de Vizcaya, dice Trueman. “Si el hábitat de los juveniles comienza a cambiar, entonces los lugares a los que se ven obligados a [migrar] son puntos con otras pesquerías tradicionales”, agrega.
La preocupación es que el atún joven pueda terminar como captura incidental en las pesquerías establecidas de anchoa y sardina en el Golfo de Vizcaya, señala. “Hay que pensar en cómo se puede cambiar el control o cambiar las regulaciones pesqueras para adaptarse a esas distribuciones cambiantes”, se advierte.
Salvar al atún rojo
El cambio de los patrones migratorios también afectará a las comunidades pesqueras que dependen de la captura de atún para su sustento, asegura Buzzi. “En el Mediterráneo, muchas comunidades pesqueras dependieron históricamente del paso del atún por su parte de la costa en una determinada época del año. Las trampas para atún sirven en función de estas migraciones. Si el cambio climático altera los patrones migratorios, este ya no puede ser un sistema fiable”, dice.
“[Estas comunidades] no ven que las temperaturas del océano están cambiando ni los modelos ecológicos. Lo que ven es que tienen que ir más lejos para pescar”, dice Glaser. “Ven que los peces se están moviendo, que están cambiando sus hábitos migratorios”, agrega.
Las comunidades pesqueras más pequeñas ya se ven afectadas por las estrictas medidas que se introdujeron para evitar la sobrepesca del atún rojo en las últimas dos décadas, dice Buzzi. A principios de la década de 2000, “solía haber cientos de barcos capturando atún rojo en Italia... no había reglas”, afirma, y agrega: “Era posible capturar atún rojo sin restricciones, a cualquier edad, incluso antes de que alcanzara la madurez sexual”.
Esta libertad de acción benefició tanto a los barcos pesqueros grandes como a los pequeños, pero también provocó que las poblaciones de atún rojo casi llegaran al colapso en 2007.
Las nuevas y estrictas cuotas de pesca llevaron al colapso de gran parte de la industria pesquera del atún rojo, indica Buzzi. “Ahora sólo 12 [barcos] tienen permitido capturar atún rojo”, dice. Este sistema de cuotas estrictamente regulado favorece a las embarcaciones más grandes, con observadores a bordo, en lugar de a los pescadores más pequeños, afirma.
Aunque las restricciones pueden haber ayudado a reforzar las poblaciones de peces, no siempre se dio prioridad a las necesidades de las comunidades pesqueras más pequeñas. “Éste es el próximo desafío que hay que abordar”, agrega el especialista.
Aunque las poblaciones de atún rojo se recuperaron en los últimos años, “el riesgo de extinción lamentablemente nunca desapareció”, dice Glaser. “Si logramos cambiar nuestras políticas y regulaciones y hacer que la pesca sea mucho más sostenible, muchos peces podrán adaptarse al cambio climático”, afirma.

Pero esto es más difícil para las especies de larga vida como el atún rojo, que no desova hasta que tiene unos ocho años, que para los peces pelágicos pequeños como las sardinas y las anchoas. Estos peces más pequeños se reproducen muy rápidamente, por lo que sus poblaciones están mejor preparadas para responder a los cambios de temperatura, añade.
“Estamos en el camino de la recuperación”, dice Trueman. “Sólo tenemos que asegurarnos de que esto no se vea frustrado por el próximo problema que se avecina. Se acercan otros problemas”, agrega.
Glaser afirma que el esfuerzo mundial para salvar al atún rojo no está perdido. “Diría con cautela que estamos viendo importantes mejoras científicas en las poblaciones de atún rojo en todo el mundo”, indica. “Y eso me da esperanza”, reflexiona.
Isabelle Gerretsen
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