
Boedo recupera su memoria
Se abrió una exposición que evoca al grupo literario integrado por Roberto Arlt
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La producción literaria argentina nunca repitió su momento más vigoroso, alcanzado en la década del 20: en sólo seis años, desde 1923 a 1929, ese impulso se tradujo en la mayor irrupción de autores y obras que registra la historia de nuestras letras.
En gran parte, éstos se agruparon en el denominado Grupo Florida, inicialmente estimulado por la corriente ultraísta, una seductora fórmula de rebelión para que los jóvenes intelectuales reaccionaran frente a influencias que hasta entonces habían liderado figuras como Rubén Darío o Leopoldo Lugones.
Aunque tampoco la vigencia del ultraísmo fue muy prolongada, cimentó la noción de que la labor poética debía asumirse como forma prácticamente excluyente de expresión literaria. Sin más, se pergeñó el concepto de que "la prosa no es el medio natural de la metáfora".
Ello, y aún más el criterio de que la poesía no podía tener otro objetivo que "el arte por el arte mismo", despertó pronto un movimiento confrontativo -aunque muchos niegan que haya habido una neta virulencia opositora-, que tomó el nombre de Grupo Boedo, cuyo espíritu se intenta recrear en la exposición "Boedo cultural", que se realiza en Independencia 3683.
Posiciones distintas
Si Florida representó la zona más cosmopolita de Buenos Aires, Boedo se situó en sus antípodas, como barrio populista y trabajador, que había absorbido una significativa franja de la corriente inmigratoria -italiana y gallega- de fines y comienzos de siglo.
Uno y otro grupo se convertían, así, en símbolos de posiciones y propósitos muy disímiles.
Los de Florida, con la ventaja de una más sólida pertenencia social y económica, pudieron encolumnarse detrás de una publicación tan costosa como antológica, la revista literaria Martín Fierro, que dio nombre de la nueva corriente literaria y cuyo éxito le permitió alcanzar una tirada de 27.000 ejemplares, llamativa para esos años.
Cesó su aparición a causas de disidencias internas (entre otras, el apoyo o no a la candidatura de Hipólito Yrigoyen), pero pronto fue reemplazada por publicaciones de la talla de Proa y Prisma .
Los floridistas tuvieron también otro privilegio frente a los de Boedo: la inigualable pléyade de autores que se alinearon en sus filas, muchos de los cuales sentaron las bases de la literatura que traerían los años posteriores.
Para citar sólo algunos: Jorge Luis Borges, Ricardo Güiraldes, Eduardo Mallea, Ricardo Molinari, Oliverio Girondo, Brandán Caraffa, Eduardo González Lanuza, Nicolás Olivari o Francisco Luis Bernárdez.
Los escritores del Grupo Boedo se afianzaron en el otro extremo. Eran pensantes y sensibles a la realidad. Los había entusiasmado el anarquismo, y luego los aún resonantes estrépitos de la Revolución de Octubre. Estrenaron en el paisaje vernáculo el sello de "intelectuales de izquierda".
Pragmáticos, inclinados a ejercer una actividad que no dejara al margen las preocupaciones del hombre, tendieron a desdeñar la poesía por su discutible capacidad para provocar efectos inmediatos. "Arte para el hombre", fue una de sus divisas, y sus publicaciones periódicas ostentaron nombres que eran todo un posicionamiento: Los Pensadores, Claridad y la Revista del Pueblo .
Entre los boedistas, que se ganaron la calificación ácida de Borges al llamarlos "gente del malhumor obrerista y del ballaquear", sobresalieron Leónidas Barletta (creador del Teatro del Pueblo), Raúl González Tuñón, Elías Castelnuovo, Alvaro Yunque, César Tiempo y Bernardo Verbitsky.
Antes de extinguirse, como los de Florida -cuando los años 30 trajeron sus vientos de crisis-, se les había sumado un joven periodista que con el tiempo daría a conocer obras de extraña temática. Se llamaba Roberto Arlt.
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