Bosques: piden que no se use más la madera de quebracho para los durmientes del ferrocarril
La organización Greenpeace exige que haya otras alternativas como el hormigón; el árbol forma parte de la lista de especies amenazadas
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El tren es uno de los medios de transporte –de pasajeros y de carga- más sustentables y con menor huella de contaminación entre los disponibles. Sin embargo, todavía genera en el país inconvenientes ambientales, en particular en lo que tiene que ver con el uso de quebracho autóctono para la renovación de vías. Los llamadas durmientes –conocidos también como traviesas– se construyen sobre todo de quebracho colorado, árbol que forma parte de la lista de especies amenazadas en su supervivencia desde 1998. Según un cálculo de la organización Greenpeace, desde 2013 esta renovación de vías se ha devorado tanto como dos millones de ejemplares; y esta presión de insumos ferrocarrileros se suma a las tradicionales de la deforestación para ganadería y en menor proporción para cultivo de soja.
Ahora, durante este mes, el Ministerio de Transporte nacional abrirá los sobres con las ofertas de dos licitaciones para mejorar vías que incluye precisamente 120.000 durmientes más hechas de quebracho. Hay algunos avances en su reemplazo, en particular una resolución de los ministerios de Ambiente y Transporte para promover opciones a la madera, y otros acuerdos para sumar aspectos de la llamada economía circular y así incorporar en los procesos materiales que se consideraban de descarte. Pero según los ecologistas al no tener plazos ni presupuesto no es más que una declaración de principios y buena voluntad. El Ministerio de Transporte de la Nación, al cierre de esta nota, no había respondido a la consulta de este medio.
La opción a los durmientes de madera es el hormigón (con su propia huella de emisión de gases, pero sin presión sobre los bosques nativos); además, algunas empresas privadas nacionales proponen que se construyan con plásticos o plásticos reciclados, pero todavía no parece haber avances sólidos en ese sentido. “El punto es ponerle una fecha para que, por ejemplo, los institutos y universidades nacionales generen alternativas; sé que el INTI estaba trabajando en esos desarrollos sintéticos como opción, pero ahí quedaron. Si se usa plástico podría durar hasta cien años, y es mejor que talar árboles, algo que suena ridículo y suma degradación a los bosques ya presionados por otros factores”, dice Hernán Giardini, jefe de la campaña de bosques de Greenpeace.
Deforestación
El quebracho para los durmientes se extrae de Chaco, Santiago del Estero y de Formosa, donde la deforestación ha sido una de las más grandes del mundo: entre 2014 y 2019 se perdieron más de 800.000 hectáreas de bosques chaqueños, lo que puso a la zona en un top mundial en tal ranking; la tendencia luego bajó, pero incluso con las restricciones por el Covid continuó el desmonte. “Si se mira el mapa del Chaco, se ve que los desmontes se autorizan donde quedaba quebracho, una zona donde está prohibido desmontar, pero se hace igual”, dice Inés Aguirre, ingeniera agrónoma y perito forestal. Según la especialista, en la zona queda alrededor de un 40% de cubierta boscosa, pero no es de calidad. “No hay recambio posible con semejante nivel de extracción y no hay plantaciones porque el único quebracho disponible es el nativo”, completó. Los suelos, una vez perdida su capa de bosque, son más vulnerables tanto a procesos de desertización como a anegamientos, si aumentaran las tasas de precipitación.
La ley de bosques del 2007 había dispuesto el establecimiento de tres zonas para el uso o cuidado de los ecosistemas nativos, con un sistema de semáforos. En la roja, no se podía deforestar. Sin embargo, según los especialistas, la iniciativa mostró tener dos talones de Aquiles. Por un lado, al dejar el establecimiento de esas zonas sujeto a los inventarios (que no se hacen desde 2011, cuando había menos recursos tecnológicos); y, por otro, el control: dejarlo a cargo de los estados provinciales, que no siempre muestran intenciones de detener la explotación.
Giardini suma otra situación al cóctel y es el aspecto complejo de la explotación forestal que incluye informalidad en el trabajo y tala ilegal (un 30% del volumen total), junto con la falta de trazabilidad de las maderas. Además, el quebracho tiene la particularidad de necesitar unos sesenta años para crecer; con lo que resulta imposible la regeneración natural del ecosistema mencionada por Aguirre. Si se remonta hasta la década de 1940 el tamaño de la devastación llega a un estimado “de 350 millones de quebrachos colorados para la extracción de taninos (para las curtiembres) y la elaboración de durmientes de ferrocarril, postes, leña y carbón”, según un informe de Greenpeace titulado “En vías de extinción. La sobreexplotación del quebracho para la red ferroviaria argentina”, que detalla estos puntos y se da a conocer en estos días. La degradación total es de 10 millones de hectáreas de bosques chaqueños. El informe también señala que pueden usarse compuestos sintéticos como alternativa para los durmientes y pone como ejemplo casos de los ferrocarriles de India, Estados Unidos, Brasil y México, que avanzaron en ese sentido. En principio, podría resultar más costoso si se toma la licitación como un valor absoluto, pero si se sumaran a la cuenta los costos ambientales de la pérdida de bosque, el resultado podría ser justamente el inverso.
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