Carlos Gardel está bien y vive en el Abasto

Gardel volvió a Buenos Aires. Volvió al Abasto inmortalizado en un monumento y en una calle peatonal que lleva su nombre.

Desde anoche, la ciudad también tiene una nueva esquina: pasaje Carlos Gardel y Tomás de Anchorena, en el corazón del Abasto. Allí se levanta la escultura, a una cuadra y media de la casa de Jean Jaurés, donde "la voz" de Buenos Aires vivió con su madre.

Desde lo alto de un modesto pedestal, el zorzal criollo mira, con una sonrisa campechana y su clásico engominado, el pasar de las miles de personas que visitan el Abasto Shopping.

Con la inauguración de la obra del escultor Mariano Pagés, Gardel es un poquito más eterno. A pesar de la intensa lluvia, el acto convocó a cerca de un centenar de personas que se apretaron sobre Tomás de Anchorena. Fue encabezado por el presidente Fernando de la Rúa; el jefe de Gobierno, Enrique Olivera, y Eduardo Elsztain, titular de IRSA, empresa propietaria del centro comercial.

Muchos de los asistentes, que buscaron guarecerse de la lluvia en la cantina Recova del Abasto y seguían las alternativas del acto por una pantalla gigante, entonaban clásicos tangos a capela mientras hablaban las autoridades.

Un chico de no más de siete años sentado sobre los hombros de su joven papá levantaba una pancarta con una foto del morocho del Abasto. "Gardel vive" y "Aguante el zorzal", gritaban algunos fans del inmortal entre discurso y discurso.

Todos los oradores destacaron la figura del cantor. Enrique Scholnik y José Gobello, de la Academia Porteña del Lunfardo, Elsztain y De la Rúa. Pero Enrique Olivera puso un toque de distinción ya que recitó el poema que Humberto Costantini le dedicó a Gardel.

Problemas por la lluvia

Como pasa en muchos actos programados al aire libre, y con la presencia del jefe del Estado, la organización dejó que desear. El cronograma original se vio alterado por la copiosa lluvia que obligó a montar un nuevo escenario dentro del shopping.

Allí se instaló la orquesta nacional de música argentina Juan de Dios Filiberto que dirige el maestro Osvaldo Piro. Tocó un repertorio de temas de Gardel y Alfredo Le Pera y cantó Alberto Bianco.

Aunque luego con menor intensidad, la lluvia hizo que se suspendiera el espectáculo coreográfico de Milena Plebs y una fiesta callejera con milongas, cortes y quebradas.

Pasadas las 20, las autoridades se dirigieron, saltando charcos, al sector donde se levanta la escultura. Muchos de los que ocupan las primeras filas eran simpatizantes de la Alianza y, al ver a De la Rúa y a Aníbal Ibarra, lanzaron estentóreos vivas.

Hubo dos detalles que no empañaron el acto, pero que merecieron el comentario crítico de parte de la prensa: obligados por la lluvia, los organizadores colocaron una enorme carpa blanca encima de la escultura por lo que nadie pudo ver al zorzal de cuerpo entero. Una vez que las autoridades descubrieron la obra, comenzó un colorido show de fuegos artificiales, pero no sólo se los vio en el cielo, también salían de alrededor del monumento, lo que llenó de humo y olor a pólvora quemada al Presidente y a todos los asistentes.

El Presidente, en apuros

El presidente Fernando de la Rúa se quedó ayer atrapado en un ascensor. El inconveniente, que ocurrió en el flamante hotel Holiday Inn Select, de Corrientes y Anchorena, duró cinco minutos, pero fueron suficientes para hacer pasar un momento de nervios a la custodia presidencial.

Todo ocurrió ayer, minutos antes de las 21, cuando el jefe del Estado abandonó el acto de inauguración del monumento a Carlos Gardel, cruzó la avenida Corrientes y se dispuso a asistir a la fiesta de apertura del hotel.

De la Rúa ingresó en el ascensor acompañado por el jefe del gobierno porteño, Enrique Olivera, dijeron fuentes oficiales.

Los dueños del hotel y los encargados de la seguridad respiraron aliviados sólo cuando el Presidente llegó sano y salvo al 10º piso y pudo comenzar la fiesta.

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