Cerró la juguetería Colón

La juguetería Colón ya no iluminará más, en cada Día del Niño, Navidad o Reyes, el rostro de los chicos cuando reciban un regalo. La más antigua y tradicional casa de juguetes de la avenida Santa Fe cerró sus puertas el 6 de enero último.

Con los ojos llenos de lágrimas, José Víctor Clavería, dueño de la juguetería, recibió a La Nación y con la voz entrecortada comentó: "Me costó mucho tomar esta decisión, pero creo que era lo mejor. Estoy muy triste porque son más de 30 años de mi vida al frente del local."

La Juguetería Colón fue fundada por Enrique Clavería y Doña Pepita, padre y madre de José, el 8 de agosto de 1926, en la esquina de Santa Fe y Talcahuano. En 1974, José se hizo cargo del negocio porque su padre estaba enfermo.

"Yo nací allí. Antes mis padres vivían en el primer piso, arriba del negocio, por lo tanto se puede decir que mi vida comenzó entre los juguetes", recordó José Clavería.

"Creo que, sin jactancia y sin pedantería, soy un experto en juguetes. Concurrí a muchísimas ferias mundiales de juguetes, como la de Milán, Nüremberg o Nueva York", comentó José.

Por estos días, los teléfonos de las oficinas de José no dejan de sonar. Cientos de cartas lo esperan en su escritorio cada mañana. "Muchas personas se sorprendieron con esta decisión y llaman para saber por qué cerramos.

"El Banco de Galicia nos ofreció alquilar el local. Nos convenía económica y comercialmente, y por eso le dimos para adelante", afirmó Clavería, y agregó, emocionado, "ya no podemos competir con los hipermercados que importan desde Oriente y venden juguetes a precios irrisorios.

"Estamos desprotegidos porque la legislación no impide a los hipermercados vender sus juguetes por debajo del costo."

Alberto Castro, un cliente de 50 años, sostuvo: "No lo puedo creer. En esta juguetería yo compraba los juguetes para mis hijos y mi papá me los compraba a mí. Y ahora, sorpresivamente, cerraron. ¡Qué lástima!"

Más de siete décadas

Desde 1926 hasta nuestros días hay una innumerable cantidad de anécdotas. Pero José guarda una especial.

"Un día recibí una citación de un juez, que quería hablar conmigo personalmente. No sabía por qué asunto era.

"Entré en su despacho. El juez abrió un cajón y sacó dos armas. Me preguntó cuál de las dos era la verdadera y yo le contesté que para mí eran iguales. El juez me dijo que no y que, para comprobarlo, las tomara. Allí me di cuenta, por el peso, cuál era la verdadera.

"Resulta que nosotros estábamos vendiendo las réplicas. El juez me comentó que un ladrón asaltó a una persona con un arma de juguete. Desde aquella vez, no vendimos más réplicas de armas."

A partir de aquel momento, José tomó conciencia de la cantidad de juguetes que tienen alta agresividad. "Corriendo los años sesenta se vendían soldados de plomo, cuando supimos de la toxicidad del plomo, los sacamos de la venta a pesar de que en el mundo se seguían vendiendo", aseguró orgulloso Clavería.

Todas estas grandes pequeñas cosas son las que hicieron que la Juguetería Colón se convirtiera en una de las más conocidas y respetadas de la ciudad de Buenos Aires.

"Ojalá que vuelva abrir en alguna otra parte. Los juguetes que se conseguían aquí eran exclusivos", afirmó Marta, abuela de cuatro nietos.

"Todavía guardo un caballito de madera que mi madre me regaló cuando tenía sólo cuatro años. Siempre me contaba que los regalos me los compraba aquí. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo", se lamentó Carlos Gutiérrez, que evocaba sus viejas épocas de niño.

Esperanza

Hay un refrán que dice: "El que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen".

Y parece que Clavería lo toma al pie de la letra. "Es probable que vuelva a abrir una nueva Juguetería Colón, cerca de aquí, para no perder los clientes de toda la vida", explicó.

"No podría vivir sin estar rodeado de juguetes. Son los que me acompañaron toda mi vida", concluyó emocionado José Víctor Clavería.

Por Leonardo Schiano

---

Conforme a