Cómo superar el miedo a volar
Se utilizan técnicas de realidad virtual que simulan estar en pleno vuelo sin alejarse de tierra firme.
Quien tema viajar en avión, ahora podrá experimentar la sensación de hacerlo sin alejarse mucho de tierra firme, a lo sumo unos siete metros.
Ese primer paso para poder aterrizar algún día en el aeropuerto Charles de Gaulle, o al menos en el de Camet, implica tomar asiento en una sala del segundo piso de Castex 3330, sede de la empresa Alas & Raíces, ajustarse el cinturón de seguridad y colocarse el casco de RV, sigla abreviada del Sistema de Realidad Virtual.
También podría llamarse "vuelo virtual", y se trata de un programa de video en cuya elaboración intervinieron 20 diseñadores del Georgia Technological Institute, dirigidos por el experto en informática Larry Hodges.
Hodges materializó con toda precisión las indicaciones de la psicóloga Barbara Rothbaum, cuyo propósito era crear condiciones para desactivar una muy generalizada conducta fóbica, consistente en el temor que inspira viajar en avión.
La científica se basó en una cifra contundente: 25 millones de norteamericanos son aerofóbicos. En la Argentina, el problema lo padece una de cada tres personas.
Miedosos y valientes
La gama de representantes de este atribulado sector es muy variada; desde los vergonzantes, extravertidos (a veces, desafiantes: "Tengo miedo y me lo banco"), disimuladores y justificados ("sólo les pasa a los inteligentes"), hasta quienes se muestran seguros, pero llevan una pata de conejo en el bolsillo. También aquéllos cuyo "secreto" es bajarse media botella de whisky, aunque el vuelo dure medio vaso.
El casco, elemento principal de esta innovadora forma de tratar el problema, está provisto de un visor y de auriculares estereofónicos.
El primero proporciona imágenes notablemente similares a las que se registran en un vuelo real, de modo que con sólo mover la cabeza hacia las ventanillas se observan las alas, el suelo que se aleja, las nubes, etcétera.
La experiencia comienza con el carreteo y el despegue, acompañado por la voz del comandante de abordo (que es auténtico), Roberto Rubio, dando detalles del vuelo. Simultáneamente, el "pasajero" siente los ruidos característicos de un Boeing, además de sus vibraciones.
El programa incluye situaciones de cierta tensión, como turbulencias (con visión de nubes de tormenta), pozos de aire o la "inquietante" posibilidad, que anuncia Rubio, de "regresar por problemas en una de las turbinas". Segundos después, llega el alivio: "Se ha comprobado que todo es normal. Continuamos en viaje".
La idea es exponer al paciente a experiencias que le provocan un creciente nivel de ansiedad. Cada "paisaje" puede repetirse, hasta que la persona esté confortable con la experiencia y satisfecha con su respuesta.
Creada en 1995, por Alas & Raíces han pasado alrededor de 500 personas. Según las estadísticas de la firma, un 92% pudo concretar un viaje por primera vez o hacerlo sin "sufrirlo". A la finalización del curso, que dura 3 días (4 horas en cada uno), se realiza un vuelo a Montevideo, "con asistencia profesional en vuelo".
Aspectos por cubrir
Los "profesionales", aparte de Rubio (piloto y ex coordinador del Laboratorio de Factores Humanos, de Aerolíneas Argentinas), son el psiquiatra Claudio Plá y la psicóloga Liliana Aróstegui.
Plá y Aróstegui comentaron que el RV -de uso exclusivo por A & R en nuestro país- es un componente más del tratamiento, que en general se orienta a disminuir los niveles de ansiedad, presentes en las fobias.
Ello se obtiene cubriendo tres aspectos:
- Desde lo racional, con información sobre aviones, elementos de seguridad, etcétera.
- Desde lo mental y corporal, con ejercicios de desensibilización, control de pensamientos y relajación en momentos de tensión.
- Desde lo grupal, utilizando la energía del grupo en tratamiento para potenciar las capacidades del individuo.
Al reseñar los buenos resultados del método, Aróstegui señala otro dato estadístico: "Antes, las mujeres eran mayoría en los cursos, y ahora son los hombres. Empiezan a superar el prejuicio de que no es varonil decir que sienten este tipo de miedos".
Debe ser cierto, a juzgar por ciertas historias de algunos que sin haber hecho ningún curso se atrevieron un día a volar a Europa. Pero la "valentía" no les alcanzó para descruzar el Atlántico: se quedaron a vivir allá, explicando que el clima les "sentaba bien".