Doble acción. Llega al país un nuevo fármaco inyectable para adelgazar, quiénes lo pueden usar
La droga imita la tarea de dos hormonas que produce de forma natural el organismo; obesidad, una pandemia que no se detiene
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En tiempos futboleros como los que corren, podría decirse que se completó el equipo con el jugador “estrella”: hoy se presentó oficialmente en la Argentina el inyectable tirzepatida (Mounjaro), que a diferencia de sus predecesores tiene doble acción al imitar la tarea de dos hormonas que produce naturalmente el organismo. Por un lado, activa los receptores del GIP (Péptido insulinotrópico dependiente de glucosa); por otro, del GLP-1 (Péptido similar a glucagón tipo-1).
El GLP-1 es una hormona que libera el organismo en el intestino y que reduce la ingesta de alimentos porque aumenta la sensación de saciedad, enlentece el vaciamiento gástrico y potencia la secreción de insulina, la hormona que secreta el páncreas y que regula los niveles de azúcar en la sangre. El GIP, en tanto, es otra hormona que actúa como un modulador del metabolismo del tejido adiposo y de la eficiencia energética y cuando se combina con la acción del GLP-1 contribuye a un mayor descenso de peso.
Hasta ahora, los medicamentos disponibles solo tenían acción agonista (es decir, de unión y activación) sobre el GLP-1; es por eso que esta nueva clase de fármaco augura resultados más potentes en el descenso de peso y la mejora de otros indicadores metabólicos y cardiovasculares.
Mónica Katz, coordinadora del Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), destacó durante la presentación oficial del nuevo inyectable que “genera un efecto sinérgico: mientras GLP-1 disminuye el apetito, mejora la saciedad y favorece un vaciamiento gástrico más lento, el GIP actúa directamente sobre el tejido adiposo y genera pérdida de peso, predominantemente a expensas de masa grasa”.
Katz fue una de las oradoras de la reunión organizada por laboratorio Adium, que por un acuerdo con el laboratorio Eli Lilly -que desde julio de 2021 no desarrolla actividades en la Argentina- promueve, comercializa y distribuye tirzepatida en el país. Contra los productos ya conocidos, la novedad mostró reducir hasta un 26% el peso en 72 semanas de tratamiento, en comparación con el inyectable que la precede (semaglutida), que llegó hasta el 17%, ambos fármacos en dosis máximas. Son resultados que se asimilan a los de las cirugías bariátricas, pero sin necesidad de pasar por el quirófano, puntualizó Mónica Katz.

Este medicamento se usa únicamente bajo prescripción médica, como complemento de la dieta y el ejercicio para el tratamiento de la diabetes tipo 2 (DMT2) insuficientemente controlada y para el manejo crónico del peso en personas con obesidad (Índice de Masa Corporal IMC ≥30) o sobrepeso (IMC ≥27) que además presenten una condición de salud relacionada (como hipertensión arterial, colesterol alto, enfermedad cardíaca, prediabetes o apnea del sueño).
La tirzepatida se administra como una solución inyectable, de aplicación subcutánea y frecuencia semanal, en dosis que van desde los 2,5 mg a los 15mg, para un esquema de tratamiento escalonado, que aumenta las dosis de acuerdo con la respuesta de cada paciente. Este producto se encuentra disponible en formato de lapicera prellenada multidosis (KwikPen). Como todos los inyectables, se debe mantener en frío, entre 2°C y 8ºC. Por el momento, aclararon desde el laboratorio Adium, estarán disponibles en el país las dosis de 2,5mg y 5mg y a partir del año próximo llegarán las mayores hasta la máxima, que es de 15mg.
Como todo fármaco, tirzepatida tiene efectos adversos (náuseas, vómitos, diarrea), que según los expertos van disminuyendo con el tiempo. Puede utilizarse a partir de los 18 años.
Uno de los desafíos más inquietantes del tratamiento de la obesidad es mantener el descenso logrado a lo largo del tiempo. Sobre la cuestión, Katz indicó que existen investigaciones que demuestran que aun dejando el fármaco se mantiene el 60% del peso perdido. “La dosis de mantenimiento todavía no ha sido establecida -aclaró-. Hay pacientes más y menos respondedores. Lo importante es que el 94% de los pacientes responden con alguna de las dosis. Y hace falta un descenso mayor al 20% para lograr objetivos como, por ejemplo, la remisión de diabetes o prediabetes”.
“Desde el punto de vista cardiovascular, la obesidad no fue considerada factor de riesgo independiente pero ahora está demostrado que tiene una relación directa con esos factores de riesgo -afirmó el médico cardiólogo Jorge Tartaglione, expresidente de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA)-. Y los trabajos sobre este fármaco de efecto dual no solo demuestran un descenso de peso sino también del perímetro de cintura, el hígado graso, la presión arterial, insuficiencia cardíaca. Para decirlo en términos coloquiales, lo que hacen el GIP y el GLP-1 es ‘hablar’ con el páncreas, ayudarlo a acomodar la energía y decirle cómo tiene que gastarla”.
Tanto Katz como Tartaglione coincidieron en que la medicación debe indicarse de por vida. “Nadie duda en tomar antihipertensivos o estatinas para reducir la presión arterial o el colesterol -aseguró el cardiólogo-. Son enfermedades crónicas y demandan tratamientos permanentes. La obesidad también lo es.”
La reunión del presentación del fármaco tuvo una invitada inusual: la médica intensivista y especialista en obesidad Shiry Attie, del Cemic, participó del ensayo clínico que se probó en algunos pacientes argentinos la tirzepatida. Attie, madre de 3 hijos, comentó que llegó a pesar casi 100 kilos y que con estas inyecciones logró bajar más de 30 durante 18 meses.
“Toda mi vida tuve problemas de peso, adelgazaba y volvía a engordar y siempre sentí que el problema no era simplemente falta de voluntad -reconoció-. En pandemia, mi trabajo como intensivista fue durísimo; sentía que estaba en guerra. Desde que utilizo estas inyecciones la comida dejó de ser un pensamiento continuo en mi vida. Y toda mi salud mejoró, física y psíquicamente”.
El precio de una epidemia
En la Argentina, las estadísticas señalan que más de 6 cada 10 adultos tiene sobrepeso y/o obesidad y 4 de cada 10 niños y adolescentes, de entre 5 y 17 años, tiene sobrepeso. Mónica Katz dijo, además, que el gasto derivado de la atención del problema (no solo el exceso de peso sino sus múltiples complicaciones) compromete más del 2,5% del PBI.

Las drogas que han surgido en los últimos años para tratar sobrepeso, obesidad y diabetes no solo han mostrado reducir el número en la balanza. También han aportado mejoras en los perfiles metabólicos, cardiovasculares, músculo esqueléticos y neurológicos de las personas que las utilizan.
A mediados de octubre pasado, Novo Nordisk presentó el Wegovy (semaglutida), que ya se comercializaba en el país bajo el nombre de Ozempic, indicado para tratar diabetes tipo 2 en una dosis de 1mg/semana. La diferencia con Ozempic, indicado específicamente para sobrepeso y obesidad, es que puede administrarse en una dosis semanal, pero de hasta 2,4mg, con que aumenta su efecto sobre la saciedad y la reducción del apetito.
Un mes después apareció en nuestro país la versión “sobrecargada” de la semaglutida local: el Obetide, de laboratorio Elea, similar a su predecesor, Dutide, que como el Ozempic se presentó en dosis de 1mg/semana para diabetes tipo 2, cuando Obetide también inyectable e indicado para sobrepeso y obesidad, permite escalar la dosis hasta 2,4mg/semana.
Si bien el principio activo y la dosificación son similares entre el producto danés y el argentino, existe entre ambos una gran diferencia de precios: cuatro jeringas de Obedite (para un mes de tratamiento) cuestan $234.935,50 en su dosis más alta, en tanto Wegovy asciende a $717.827,21. Las cuatro dosis mensuales (una por semana) de Monjaro de 5mg, se cotiza a $783.858.40.

Javier Waistblat, director del laboratorio Adium, indicó, en cuanto a la cobertura, que los prestadores manifestaron la firma intención de cubrir a los pacientes de mayor riesgo: “Dijeron que podrían reemplazar de esta manera la derivación a cirugías bariátricas, ya que el fármaco no solo tiene un costo menor sino que no es un procedimiento invasivo”.
Waisblat aclaró que el laboratorio tendrá un sistema de beneficios con hasta un 30% de reducción del precio y que “la comparación con otros productos no parece justa porque Mounjaro tiene doble mecanismo de acción”.
Atenta al avance aparentemente imparable de la epidemia de obesidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado donde recomienda su uso en adultos con IMC mayor a 30 de estos fármacos para tratar sobrepeso, obesidad y diabetes, pero con varias advertencias.
Por un lado, dice la OMS que como máximo estas drogas podrían beneficiar a 100 millones de personas, que es menos del 10% de quienes viven con obesidad en el mundo y, en ese sentido, que no contribuyan a aumentar la desigualdad en el acceso (son drogas caras) y que se utilicen bajo prescripción médica junto a plan de alimentación y ejercicio físico.
También existe preocupación acerca de la autoprescripción de las inyecciones en personas que no son obesas ni diabéticas, una realidad de la que dio cuenta recientemente un artículo publicado en Obesity, que analiza el fenómeno desde una perspectiva psicológica y social y advierte que la expansión del uso avanza más rápido que la generación de datos científicos.
“La influencia de las celebridades, las redes sociales, la disponibilidad de los productos y la asociación entre delgadez, disciplina y valores más altos generan una suerte de economía moral del cuerpo que no está exenta de riesgos”, se planteó. En las conclusiones de este trabajo se enfatiza la necesidad de investigaciones interdisciplinarias e interseccionales (que incluyan etnia, género, clase social) para dar cuenta de las implicancias de esta “medicalización de la delgadez”.
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