El invento que revolucionó la forma de escribir
Fecha: a cien años de su nacimiento evocan hoy a Ladislao Biro, que en 1941 empezó a fabricar lapiceras sin pluma en el país.
Que a Ladislao José Biro (o Biró, según la grafía húngara, aunque no se pronuncia acentuado) la pasión por los inventos le vino desde la cuna no es sólo una frase.
El médico que lo trajo al mundo en Budapest, Hungría, el 29 de septiembre de 1899 -hoy se cumplen 100 años-, dijo a su madre que sus posibilidades de vida no eran muchas dado su escasísimo peso de poco más de 1 kilogramo.
Sin embargo, ella se dispuso a darle batalla a la adversidad: puso a su hijo bajo una lámpara pensando que el calor podría completar artificialmente su desarrollo. No sólo resultó eficaz, sino que anticipó la aparición de la incubadora.
En forma simultánea, por esos misteriosos vínculos entre madre e hijo, la mujer imprimió al suyo la tendencia a "buscar y hallar algo", que es la definición etimológica del verbo inventar.
Desde 1928 hasta 1978, Biro -que fue periodista, pintor, escultor, agente de bolsa e hipnotizador- patentó más de 20 inventos. Entre ellos, el lavarropas, el cambio automático para autos, la boquilla antitóxica, la cerradura inviolable, el desodorante y el que lo hizo célebre en todo el mundo: el bolígrafo, que empezó a fabricar en el país en 1941.
El curioso objeto, que evitaba manchas porque prescindía de la pluma embebida en tinta, se llamó birome (resultado de unir el comienzo de su apellido y el de su socio, Juan Meyne). De denominación comercial, el término birome pasó a ser un sustantivo casi irremplazable.
Costaba entre 80 y 100 dólares, lo que hacía a la birome prácticamente inaccesible para los salarios medios de entonces. Biro anhelaba popularizar su invento. Lo hizo el tiempo: ahora no pasa de un peso.
"Una vez que se aprende cómo es algo, se vuelve muy difícil imaginar cómo debería ser", dice su única hija, Mariana Biro Sweet -fundadora de la Escuela del Sol, en Belgrano-, cuando explica a La Nación la modalidad de enseñanza que allí se imparte.
La frase se presenta como una definición heredada de su padre. "El no aceptaba los problemas como una fatalidad. Decía ´si hay un problema, debe haber una solución´, y la buscaba desde un punto cero", dijo Biro Sweet.
Biro patentó un modelo rudimentario del bolígrafo en su país, en Francia y en Suiza, en 1938, antes de empezar su fabricación aquí, en la calle Oro 3040, en Palermo.
¿Por qué en la Argentina? "Porque en los 40 esto era un paraíso". De modo que, en un año, pudo financiar una producción a escala.
La célebre birome fue precedida por los modelos Eterpen y el Stratopen. En 1944, Biro vendió la patente norteamericana a Eversharp-Faber por dos millones de dólares, y, en Europa, a Marcel Bich (fabricante de los bolígrafos Bic).
-¿Cómo recuerda a su padre?
-Como un hombre equilibrado emocionalmente, con mucha paciencia y fiel a la idea de que las cosas deben compartirse.
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