
En España serán incinerados los toros luego de las corridas
Aumenta el temor por los contagios
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MADRID.- La psicosis de las "vacas locas" afectó ya las corridas de toros y, de un plumazo, alteró siglos de una tradición que buena parte del mundo occidental cuestiona por cruel e inhumana, pero que aquí se exalta como fiesta nacional.
Ayer, en la feria inaugural de la temporada, se vio la profundidad del impacto: por primera vez desde que se tiene memoria la carne de los toros no fue utilizada para consumo humano, como se hizo siempre, y el destino de los 3500 kilos que sumaban los seis bravos fue la incineración.
Tampoco se vieron los trofeos habituales para los tres matadores que abrieron la temporada. Ni corte de orejas ni de rabo. "Como que sigamos así, tendremos que colocar las banderillas con velcro", dijo a La Nación el empresario que organizó la corrida, Maximino Pérez.
Gusten o no, las corridas revelan algo del pueblo español. Las 5000 personas que ayer soportaron un frío atroz para presenciar la primera de Valdemorillo, un pueblo de la sierra madrileña, incorporaron rápidamente el "mal de la vaca loca" a sus expresiones taurinas.
"¡Que ése no pasa el análisis...!", gritaban desde las gradas cada vez que el porte de algún bravo no convencía. "Llévenselo... ése ya tiene "vaca loca...", trae un toro de verdad!... ¡al crematorio!", decían otros.
Siempre hay muchas mujeres entre el público y en las ferias de pueblo llevan a sus niños. Antes de que la faena empezara, una carroza se acordó de ellos y recorrió el círculo del combate mortal mientras arrojaba caramelos a las tribunas.
Más de tres años de edad
La decisión de cremar los toros no responde a una imposición específica de la Unión Europea, que lo que sí ha prohibido es el consumo de reses de más de tres años si no se les hacen los análisis del caso. Los de lidia suelen superar esa edad.
Pero los empresarios dicen que no tienen otra salida porque no pueden montar equipos y laboratorios por todo el país. Eso sí, con un reclamo muy "a la europea" piden ya "compensaciones económicas" por el dinero que dejan de ganar con la carne que no venden y el que gastan en la cremación. Dicho de otro modo: que el Estado les pague un nuevo subsidio.
Otros sospechan que, en realidad, tras la decisión de incinerar se esconden intereses. "A partir de ahora... ¡impunidad total! Si alguien trae un toro enfermo, drogado, con las astas limadas o lo que sea... nadie se enterará jamás. Termina todo y se queman... ¡eso sí que es borrar huellas!", decía ayer en las gradas Joaquín Vidal, crítico taurino del diario El País, uno de los más prestigiosos de España.
No es poco lo que está en juego. Son cerca de mil las ganaderías que crían toros de lidia y muchos son apellidos tradicionales. Manejan unas 3000 fincas en toda España. Por año, hay cerca de 15.000 "festejos" y en cada uno se utilizan cerca de seis ejemplares. "No se puede analizar a todos. Tenemos que salvar la estirpe del bravo", dijo el ganadero Martín Peñato.
La temporada apenas empieza y las dudas son muchas. Hay quienes hablan de cambiar parte sustancial del rito para evitar riesgos. Ayer, no hubo el corte de trofeos que hubiera significado que parte del animal no fuera a la quema. Pero sí se utilizaron estoques que otros desaconsejan.
"Como que esto siga así, la enfermedad logrará lo que los ecologistas no pudieron: abolir la fiesta", dijo Pérez, en la plaza "portátil" que montó en un descampado del pueblo. Cuando todo termine, en una semana, la misma plaza se llevará a otro destino que carezca de arena propia.
Por lo pronto, la carne de toro, que en España se ha comido durante siglos, ayer tuvo nuevo destino. "Es una lástima, porque es exquisita, sana y nutritiva. La única que hoy en día se cría en pradera, con animales que hacen ejercicio, sin piensos artificiales", dijo Jaime Sebastián Erice, de la Unión de Criadores.
Varios platos típicos españoles, como el rabo de toro, se apoyan en ella. Hoy, algo de eso corre riesgo. Al igual que el futuro de la fiesta que muchos no terminan de entender.






