
“Esto es una lotería”. Malestar y bronca de pasajeros por demoras y cancelaciones en servicios de trenes
Desde el miércoles, se registran estos problemas por una medida gremial; sin embargo, ayer dictaron la conciliación obligatoria; hoy, el inconveniente se atribuyó a problemas operativos
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Adentro del hall principal de la estación de trenes de Constitución, decenas de personas siguen con la vista clavada en la pantalla central. El tablero alterna entre avisos de “programado” y “cancelado” con una velocidad que enerva a los pasajeros. Cada actualización genera un murmullo de sorpresa, insultos y corridas. “Hace media hora que estoy esperando con mi bebé y mi nene de seis años, pasó de estar programado a cancelado de golpe. Me tengo que tomar dos colectivos para Ezeiza, son unos irresponsables”, dice Yamila a LA NACION.
El trasfondo de las demoras y cancelaciones remite al conflicto que la empresa Trenes Argentinos mantiene con el gremio ferroviario La Fraternidad, desde el miércoles. Tras el fracaso de las reuniones, el Gobierno dispuso la conciliación obligatoria para evitar que las formaciones continúen circulando a 30 km/h, como ocurrió durante el miércoles y el jueves. En esos días, los pasajeros padecieron demoras generalizadas en todas las líneas del área metropolitana. Inicialmente, la medida gremial estaba planteada por 24 horas, pero se extendió hasta el jueves. “No se trataba de una medida de fuerza, sino de una cuestión de seguridad por el estado de la vía y la señalización defectuosa. En algunos ferrocarriles falta personal por retiros voluntarios”, justificaron desde el sindicato a este medio. Sin acuerdo, el Ministerio intervino para obligar a las partes a negociar durante un período de quince días.
Desde Trenes Argentinos respondieron a LA NACION: “Ayer a la tarde el Ministerio de Capital Humano dictó la conciliación obligatoria en este conflicto y le pidió a La Fraternidad que se abstenga de tomar cualquier medida de acción directa por quince días a partir de hoy viernes. Nuestros servicios funcionan de la siguiente manera: la línea Sarmiento, la línea San Martín y la línea Belgrano Sur circulan con sus frecuencias habituales. La línea Mitre y la línea Roca, en todos sus ramales eléctricos, sí presentan demoras por problemas operativos. La cantidad de personas afectadas en los últimos dos días fue de más de un millón, el equivalente a un día normal en todas las líneas. La velocidad de circulación es la habitual. No hay trenes a 30 kilómetros por hora”. La empresa agregó que el Ministerio intimó a las partes, incluidas las concesionarias Metrovías y Ferrovías, a sentarse a dialogar con La Fraternidad para hallar una solución al conflicto.
Enojo
Durante la mañana, lo que aparecía en las pantallas en verde se convirtió de golpe en cancelaciones en todos los ramales. El cambio encendió un griterío generalizado que se propagó por el hall. Algunos pasajeros se quedaron mirando sin moverse, otros decidieron salir por la puerta que permanecía abierta junto a los molinetes, y un grupo se agolpó contra los empleados de prevención ubicados en distintos puntos de la estación. Lucas, que debía viajar hasta Glew, muestra resignación: “Primero decía 9, después 9.15 y ahora 10.15. Habiendo pasado una hora, mi viaje aparece cancelado. ¿Cómo hacemos para organizar la vida así?”.
En el interior, donde esperan los trenes, los pasillos se llenan de gente sentada en el piso, con caras cansadas y frustradas. Cada tanto, la situación se altera cuando de la nada la pantalla vuelve a indicar que un servicio se encuentra confirmado. Entonces se produce una estampida: quienes estaban en el hall saltan los molinetes y corren hacia el andén señalado. Pero al llegar se encuentran con otra contradicción: en esas pantallas no figura ni el horario ni el destino.
Entre la multitud, Giuliana Mato, embarazada de seis meses, sostiene un bolso y apoya la mano en el hombro de su madre, María Pérez. Vinieron para hacerse estudios en el Hospital de Clínicas. “Yo no puedo estar parada tanto tiempo y llevo 40 minutos. Nosotras necesitamos ir a Temperley y tomar el que va a Llavallol, pero figuró como cancelado. Es una falta de respeto, porque acá no es solo gente que va a trabajar, también hay personas que venimos por salud. Nadie nos dice nada y todo el tiempo cambian los carteles. Nos hacen sentir como si no importáramos”, relata la mujer con la voz entrecortada.
Quienes llegan a la estación cuentan que el viaje es lento y desgastante. “Lo que hago en media hora, lo terminé haciendo en una hora y cuarto. Con gente como esta no salimos adelante como país, ellos no saben lo que es laburar”, se queja Luis, recién bajado de un tren que lo deja más de 40 minutos después de lo habitual. En la otra punta, Blanca Brito recuerda su experiencia de la mañana: “Me tuve que tomar el colectivo porque en la estación de Lanús estaban repletos de ambos lados. Le pregunté a uno y me dijo: ‘hace una hora que estamos así’. Entonces agarré el colectivo. Ahora quiero volver y me encuentro nuevamente con esto, ¿te parece? Son unos mentirosos, ¿no era que ya no paraban?”, cuestiona con indignación.
El flujo dentro de la estación nunca se estabiliza. Cada diez minutos, el hall vuelve a llenarse con nuevos pasajeros que llegan y se topan con la misma incertidumbre. El tablero principal cambia sin lógica aparente: lo cancelado pasa a “en horario”, luego a “programado” con modificaciones, y de nuevo a cancelado. “Esto es una lotería, están jugando con nosotros”, resume Gabriel Ríos, mientras intenta adivinar cuál será la próxima jugada de la pantalla.
Paradas
Mientras tanto, afuera de la estación, las paradas de colectivo se convierten en la alternativa de quienes se resignan. Cada tren que se cancela o que arriba a la estación deriva en filas que se arman y se desarman en pocos minutos gracias a la frecuencia de los colectivos. Aun así, el malhumor persiste. “Son unos delincuentes”, lanza Carlos mientras sube al colectivo con gesto de fastidio. A su lado, Mario asiente: “Una hora tardamos en llegar”.
La conciliación no alcanzó para frenar la incertidumbre en los andenes. A las primeras horas de la mañana, las pantallas marcaban demoras y cancelaciones en casi todas las líneas. Pasadas las nueve, solo el Roca mantenía los problemas. Sin embargo, en la estación el tablero seguía mostrando cancelaciones intermitentes y generaba un clima de desconfianza. Cada pasajero parecía confirmar que la normalidad todavía estaba lejos de alcanzarse
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