Estuvo en coma y postrada pero su fuerza de voluntad le enseñó que los límites están para correrse
Un accidente de auto dejó a la médica Marita Gálvez sin poder caminar y con graves secuelas cerebrales. Ella nunca perdió la esperanza y se prometió a sí misma que iba a salir adelante. Una historia de coraje y determinación.
"¿Qué hora es?", le preguntó Marita Gálvez a su colega y amigo el Dr. César González. "A las 12.30 salen mis hijos del colegio, ¿podés decirles que vengan?", fue lo primero que dijo y dejó a todos con la boca abierta. Había estado en coma tres meses, en tres hospitales diferentes y su situación era delicada. Viajaba en auto de Neuquén a Buenos Aires con sus hijos Paloma y Joaquín cuando perdió el control del vehículo, volcó y, con temperaturas bajo cero, quedó tendida incosciente por dos horas al costado de la ruta. Para el momento en que llegó la ambulancia había perdido dos litros de sangre; los médicos que la asistieron tuvieron que realizarle maniobras de reanimación porque había entrado en paro cardio-respiratorio.
Marita fue trasladada al Hospital Castro Rendon en Neuquén y, tres meses después, cuando se despertó, todavía no sabía que iba a tener que empezar desde cero. "No recuerdo nada del accidente, intento y he intentado; le puse una garra increíble. Pero los recuerdos no aparecen. Lo último sobre lo que tengo registro es que en esa época había escasez de nafta, así que la noche anterior al viaje llené el tanque. Cuando llegué a El cruce de la Conquistadora del Desierto, como a 160-200 km de Neuquen, había una cola enorme y me dije que pararía en Acha y seguí camino. Es más, me acuerdo haber pensado: qué hermoso día, estaba soleado y no había una sola nube", dice la médica de 41 años oriunda de Neuquén.
Para el momento en que salió del coma todavía le quedaban tres meses más de reposo absoluto en cama porque tenía daños cerebrales severos. Marita asegura que durante todo el tiempo que le llevó rehabilitarse no tuvo registro del dolor físico, pero sí del esfuerzo y de la frustración. "Me puse los zapatos de paciente y es algo que no se estudia en libros ni en la universidad. Es una vivencia y las vivencias son intransferibles. Como persona, aprendí a ser humilde y paciente, conmigo y con los demás. Es que de repente me dí cuenta que era una niñita en un cuerpo de mujer de 41", reflexiona en voz alta. No estaba sola: su marido, sus hermanos, sus hijos y amigos se convirtieron en el sostén incondicional que la empujó a seguir adelanto y no bajar los brazos. Tenía un largo camino por recorrer.
Querer es poder
Antes del accidente Marita concurría diariamente al gimnasio que el Profesor nacional de Educación Física y preparador físico de equipos de primera categoría de rugby y hockey en Neuquén, Santiago Vimo, lleva adelante hace más de diez años. Marita llegaba siempre a ejercitarse con una sonrisa y una energía que la destacaban. "Un día recuerdo verla cruzar la calle con un andador, con un sobrepeso de mas de 20 kilos, con el pelo corto por las cirugías, con una traqueotomía y un caminar espástico. Por alguna razón no me acerqué. Pero un tiempo después, cuando ya estaba en plena rehabilitación, Marita se acercó al gimnasio a saludar. Al entrar descubrió que lo que necesitaba era recuperar su vida, ya caminaba sola con dificultad pero perdía el equilibrio al subir y bajar cordones de la vereda o levantar la pierna. Y yo estaba dispuesto a ayudarla", reconoce Vimo.
Unas semanas más tarde Marita fue con su terapeuta de tiempo completo a tomar una clase. Hizo uno a uno los ejercicios que incluía el circuito de máquinas que se adaptaron a sus necesidades. "Marita tenía sobrepeso y le costaban todos los ejercicios, además de eso le habían hecho una traqueotomía que recién un año después pudo ser retirada. Al principio todos veíamos cómo le costaba respirar o le ardía la cánula y necesitaba tomar agua con frecuencia. Pero ella no se entregaba con facilidad. Y ese fue el comienzo de una nueva etapa en su recuperación. Para nosotros también significó un punto de inflexión porque nos habíamos propuesto darle una mano en su rehabilitación", asegura Vimo.
Dispuesto a cumplir la promesa que se había hecho a sí mismo, vendió las máquinas y convirtió el espacio en un gimnasio enfocado en el entrenamiento funcional en circuito, en suspensión y de alta intensidad (Vimo llamó a este método Kropp 3D). "Pero había un problema con Marita, ya que lo que íbamos a hacer era demandante y complejo por lo que sabíamos que para ella iba a ser un reto difícil de llevar adelante. Pero Marita nos demostró que estábamos equivocados ya que con su fuerza de voluntad inquebrantable hacía ver a la pelicula Rocky como unos dibujitos animados. Y poco a poco comenzó a avanzar y mejorar cada vez más todos sus movimientos", asegura el entrenador.
La voluntad fue su entrenamiento más importante. No era fácil, desde luego, pero el día en que despertó del coma, se vio con pañales y tuvo que pedir ayuda para ir al baño porque no recordaba cómo se hacía, había tomado la decisión de no permitir a nadie, y menos a ella misma, verse así. "La recuperación fue difícil, no voy a pintar un cuento de hadas. Pero estuvieron a lado mío muchas almas nobles que me ayudaron y me alentaron y que, no sé si eran conscientes de la rehabilitación física y espiritual que estaban produciendo, ¡pero lo hicieron! Y no me va a alcanzar la vida para reconocerles y agradecerles", dice Marita con una sonrisa.
Una huella imborrable
El espírutu guerrero de Marita dejó su huella entre quienes la acompañaron en este largo proceso. "No puedo sacarle el lugar en la terapia de recuperación a alguien que lo necesita más que yo, por eso quiero entrenar el gimnasio", le había dicho a Santiago Vimo cuando decidió que ese iba a ser su espacio de recuperación. "Siempre festejó estar viva y con posibilidades. Además, internamente asumió el compromiso de aceptar el desafío de recuperarse todos los días. En ese lapso sufrió un robo en su domicilio, se llevaron todo lo que tenía, incluso el auto que había recuperado luego del accidente. Y verla correr tomando colectivos para hacer su trabajo y no perder sus clases me dejaron una marca", reconoce Vimo. Tanto que el ejemplo de Marita lo llevó a grabar en una de las paredes del gimnasio una frase que ella repite siempre: "los límites están para romperse". Marita Gálvez lo supo en carne propia.
Cinco años después de aquel soleado día que cambió para siempre la vida de Marita, la médica volvió a ejercer su profesión, cumplió su sueño de correr una carrera junto a sus hijos, sigue entrenando y es un ejemplo de lucha entre sus amigos y conocidos. "Cada vez que la vemos, los que la conocemos del pasado recordamos que los milagros existen", dice Vimo orgulloso.
Si tenés una historia propia, de algún familiar o conocido y la querés compartir, escribinos a GrandesEsperanzas@lanacion.com.ar