
Falleció el actor Tincho Zabala
El notable comediante realizó su último trabajo en televisión en "Verano del 98"
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Tenía un corazón grande que usaba para brindarse a los demás. Por eso le dio algunos sustos que provocaron la primera operación en 1987. Pero Tincho Zabala, sin perder su humor, salió adelante para seguir enfrentando la vida. Nunca pensó que ésta le estaba reservando dos grandes golpes: la muerte de su esposa Elsa y de su hermano Julio.
A partir de ahí, ese corazón empezó lentamente a encogerse hasta que por fin se detuvo ayer, después de latir durante 77 años.
Tincho Zabala (Martín Pedro Zabalúa) nació el 4 de febrero de 1923, en el barrio El Cordón, en Montevideo. Su padre, Martín Zabalúa (Don Pedro de "Los Pérez García"), pertenecía a un conjunto de actores trashumantes que se presentaba en pueblos uruguayos.
Solía acompañar a su padre de pueblo en pueblo, jugaba en los camarines, corría entre los telones y dormía en el baúl del vestuario. Conoció las tarimas improvisadas, las letras que se aprenden a último momento. Su historia es la de una vocación temprana, la de un largo sueño marcado por la voluntad y el deseo de brindar desde el escenario lo mejor de sí mismo.
Cruzar el charco
En 1927, la familia se vino para Buenos Aires y el padre empezó a trabajar, con Pascual Carcavallo, en El Nacional. Posteriormente se unió a la cooperativa que había armado Milagros de la Vega y después pasó a la compañía de Enrique Muiño.
"A veces me resuena la voz de mi padre -solía recordar- cuando le dije que quería ser actor. Me respondió: «Qué ganas de andar dezcalzo que tenés!». Y seguí sus pasos, aprendí mucho a su lado. Trabajé con tantos monstruos como Milagros de la Vega, Armando Discépolo, Luisa Vehil, Eva Franco, Enrique Muiño, Luis Sandrini.... ¡La pucha! Imposible no aprender, aunque sea medianamente."
Porque Tincho sabía que esa era la gran oportunidad para aprender y no la dejó escapar. A pesar de que su vocación lo tiraba para el escenario, comenzó como actor radial a los 14 años, en 1937, en radio La Voz del Aire y después en El Mundo, donde interpretó toda clase de papeles. Era la época en que trabajar en una emisora significaba participar en cualquier programa donde fuera necesario. A pesar de su corta edad, entraba a las 9 de la mañana y salía a la una del día siguiente. Por toda remuneración, ganaba 25 pesos por mes.
Por su carácter bonachón y por su veta humorística, Tincho Zabala siempre ofreció la máscara ideal para la comedia. En esta cuerda supo alcanzar los mejores trabajos.
"Hay una cosa que yo considero importante y que se la repito a cuanto muchacho empieza -repetía con freecuencia-. Hay que respetar al que encaneció en un escenario. No importa si es un actor o un utilero. Sí importa que es un hombre que dedicó su vida al teatro y para estar en esta profesión hay que amar profundamente al teatro. No hay grandes papeles o personajes insignificantes. Todos son maravillosos si se lo hace con amor".
Apto para todos los medios
Tuvo grandes composiciones en obras como "Chifladas y mentirosas", de Enrique Carreras; "Así es la vida", de Malfatti y De las Llanderas, "Los rústicos", de Goldoni, "Los mirasoles", de Sánchez Gardel; en los clásicos "Sueño de una noche de verano" y "Las alegres comadres de Windsor", de Shakespeare , o "La venganza de don Mendo", de Muñoz Seca, como así también en los vodeviles de Feydeau "El pavo" y "Prohibido cazar de noche", o en los musicales "Pippin" y "Hello, Dolly".
Pero sin lugar a dudas, la mayor oportunidad para demostrar su talento humorístico lo obtuvo en la televisión, medio del que Zabala rescataba como sus mejores trabajos el que realizó en "Los hijos de López"; en "La tuerca", donde encarnaba al jubilado ferroviario, siempre expeditivo para agarrar el "fierro" ante cualquier dificultad; o el personaje Victoriano Barragán, el funcionario corrupto que se ofendía cuando le ofrecían una coima. Su muletilla: "No, no, .... no le puedo decir que no", se transformó en un clásico.
Su último trabajo en televisión fue en 1999, donde interpretó al abuelo de "Verano del 98" Pero trabajar en un solo medio no lo satisfacía. Era un hombre inquieto, que sólo alcanzaba la felicidad cuando trabajaba. De esta manera llegó al cine que lo acogió con verdadero interés. Su primera película, "¡Qué tiempos aquellos!", data de 1950 y a partir de allí encontró buenos guiones para lograr composiciones notables, como el gracioso dictador de "El negoción" (1959), el alcalde enamoradizo de "La pérgola de las flores" (1964), "Hotel alojamiento" (1965), "Los chantas" (1974), "Mi novia el..." (1975), "Crecer de golpe" (1977); el detective de policial negro en "La discoteca del amor" (1980) y su querible personaje de "No te mueras sin decirme a dónde vas", por el que obtuvo el premio al mejor actor de reparto que otorga la Asociación de Cronistas de Cine.
Para todos los que lo conocieron, les queda el consuelo de saber que Tincho Zabala murió en paz, en el hospital de Clínicas donde se encontraba internado desde hace meses bajo un tratamiento por diabetes. El actor es velado desde anoche en Cucha Cucha 1785, sala A, y sus restos serán enterrados hoy en el Panteón de los Actores, del Cementerio de la Chacarita.
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