
Investigan si hubo más víctimas en el geriátrico de José C. Paz
Según los vecinos, los pacientes de ambulaban por el barrio y pedían comida
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Durante el día, personas mayores caminaban sin rumbo por el barrio como cirujas, en malas condiciones de salud, y mendigaban alimentos en los almacenes y en casas particulares. Balbuceaban que tenían hambre y argumentaban que en el geriátrico no les daban de comer. Por las noches, se oían gritos.
Así lo relataron a LA NACION los vecinos de la casaquinta familiar de Girondo al 100, en José C. Paz, donde en los últimos años funcionaba un geriátrico sin habilitación, administrado por tres mujeres y un hombre que, el viernes pasado, fueron detenidos y acusados de secuestro extorsivo.
La causa se inició el jueves último, cuando familiares de un jubilado, identificado por los investigadores como Lorenzo Cavallero, denunciaron que los encargados del lugar les exigían 30.000 pesos para poder verlo. Pero Cavallero había muerto cuatro días antes en el hospital Mercante, de José C. Paz, donde había sido llevado con una identidad falsa.
Luego de excavaciones realizadas anteayer, en las que descartaron la existencia de cuerpos enterrados de otros jubilados, los investigadores informaron a LA NACION que ayer intentaban determinar si los dueños del establecimiento llegaron a apropiarse de los bienes de la víctima y si llevaron adelante prácticas similares con otras personas que estuvieron allí a su cuidado.
Según fuentes policiales, los detenidos son Clelia Vallejos, dueña del establecimiento, su hijo y dos mujeres mayores de edad, que dijeron ser enfermeras. En el allanamiento la policía encontró a un hombre de 76 años que, en una silla de ruedas, presentaba un alarmante estado de abandono. "Fue revisado por los médicos, porque estaba en un estado de salud muy desfavorable, y luego restituido a su familia", dijo a La NACION un jefe policial. Y agregó: "En un cuarto encontramos cuatro o cinco camas y material médico. Así pudimos determinar que allí funcionaba, con cierta regularidad, un geriátrico sin habilitación".
En el barrio todos sabían
El Ombú es un barrio de casas precarias y calles de tierra. El predio del establecimiento incluye una pileta y una construcción adicional a la casa donde, según informó la policía, dormían los adultos mayores.
Los vecinos coincidieron en que a la noche se oían gritos desgarradores y todos pensaban que las personas mayores eran maltratadas. "Estaban muy delgados y daban vueltas por la zona pidiendo comida. Decían que tenían hambre y estaban desabrigados. Parecían cirujas", relató a LA NACION Alexander Murgan, de 18 años, que vive a una cuadra del geriátrico. "Antes había unos ocho abuelos en la casaquinta, pero sólo se veían tres o cuatro deambulando. Desde hace cinco meses, ya no aparecía ninguno", añadió.
Hugo Centeno tiene un quiosco a pocos metros de la casaquinta. "Coco venía siempre y pedía pan. Decía que no le daban de comer. Hace un tiempo que ya no lo veo. Era un flaquito que estaba jubilado por enfermedad", recordó.
Con él coincidió la dueña del almacén situado en la esquina de Girondo y Triunvirato, Sandra Cisneros: "Coquito y Rosa pedían siempre algo de yapa. No tenían un aspecto cuidado". Los comerciantes del barrio recibían la visita de la administradora del geriátrico, Clelia, cuando compraba cigarrillos. "Es una rubia con cara de loca y salía de la casa en pijama", añadió Hugo.
Gastón Ibáñez no es del barrio, pero se acercó al establecimiento cuando oyó una historia que le sonaba conocida: hace dos años, su abuela de 80 años vivió en ese geriátrico nueve meses. El joven explicó a LA NACION que decidieron sacarla porque había irregularidades de todo tipo. "No nos dejaban visitarla; nos pidieron sus documentos, supuestamente para una consulta médica, aunque después no nos los querían devolver y con ellos intentaron cobrar su jubilación", contó. "En pocos meses bajó mucho de peso y lograron robarle algunos muebles", añadió.
Según los vecinos, en esa misma casa funcionó, hace diez años, un hogar de menores huérfanos que fue desmantelado, cuando se supo que los jóvenes eran abusados sexualmente y golpeados.





