Jane Hawking: "Las enfermeras le decían genio, se arrodillaban a sus pies. Yo no podía hacer eso: una no se postra a los pies de su marido"
Se casó enamorada de un joven cosmólogo que en dos años moriría -decían los médicos-, víctima de una enfermedad neurodegenerativa. Era 1965 y, contrariamente a la funesta predicción, su matrimonio duró hasta 1990. No es que entonces haya quedado viuda. No. Él se enamoró de una enfermera (Elaine Mason, de quien también se divorciaría más tarde, en 2006). En el medio, su marido pasaría de ser un estudiante díscolo al famoso ícono de la ciencia Stephen Hawking: heredero de la fama mundial de Albert Einstein, un hombre que fue dibujado en Los Simpsons y que participó en discos de Pink Floyd, por citar solamente dos ejemplos de cómo su figura saltó el cerco de la ciencia y llegó a la cultura popular.
Jane Hawking acaba de publicar sus memorias, Hacia el infinito (Lumen), en las que se basó el guión de la película La teoría del todo, que el próximo domingo competirá por el Oscar en los rubros principales: mejor película, mejor actriz y mejor actor, entre otros.
La voz de esta mujer cruza ahora el océano desde Cambridge (vive la otra mitad de su tiempo en una finca en Francia), y en un rato hablará del libro, de lo que dejó afuera la película y de una extraña experiencia con Jorge Luis Borges. Experta en literatura medieval española, domina también el francés y estudia alemán. Pero cuando comienza la conversación, y pese a su versatilidad con los idiomas, pide por favor, con un acento que arrastra las erres, que se le hable despacio. "Recién corté con un periodista chileno y... ¡Qué rápido que hablan! Son como los andaluces, que no pronuncian la d", se queja.
-Posiblemente, el argentino le suene más como el italiano.
-Ah, qué bien, qué encantador.
-¿Cómo le resultó verse interpretada en el cine? ¿Le gustó?
-Fue una experiencia muy, muy extraña, porque yo estaba sentada en mi butaca y también estaba ahí, en la pantalla. Era una duplicación, estaba dividida en dos. [Se ríe.] Ella [se refiere a la actriz Felicity Jones] está estupenda y sabe interpretarme, de verdad, exactamente como soy. Claro: cenó con nosotros un par de veces y me había estudiado. De manera que la veo con mi voz, mis gestos, mi manera de hablar y de andar.
-También el trabajo del actor que personifica a Stephen, Eddie Redmayne, es muy bueno.
-Sí, la interpretación de Stephen es totalmente increíble, pero yo siento que el trabajo de Felicity para ponerse en mi personaje es igual de bueno. Es una lástima que no haya recibido el premio Bafta [de la Academia de Cine y Artes Televisivos de Gran Bretaña, que se entregó hace unos pocos días]. Una lástima para mí, y para ella, desde luego.
-¿La experiencia fue como un viaje en el tiempo?
-Ah, eso sí fue un poco extremo y agobiante, porque la película al comienzo me trasladó hasta muy atrás, hasta los años sesenta. Fue un golpe verme otra vez ahí. Pensé exactamente lo que me decís, un viaje por el tiempo, aunque sabemos que la física no puede aceptar esa idea.
-Pero el cine es más permisivo que la física, por suerte.
-Sí. Y en dos semanas es la entrega de los Oscar.
-¿Van?
-No, no nos han invitado. Las entradas son muy difíciles de conseguir. Por lo que tengo entendido, solamente asisten los actores. Pero bueno, lo cierto es que no entiendo nada de la industria del cine, recién estoy aprendiendo.
Ganó mucha fama, sí, y hubo un momento en que mi trabajo se multiplicó. El sufrió una neumonía en 1985 y hubo que hacerle una traqueotomía. A partir de entonces no pudo hablar.
-Su libro retrata una familia, pero también toda una época, los años sesenta en que?
-[Interrumpe] ¡Qué suerte que usted entendió eso que quise decir! Es verdaderamente lo que traté de hacer: escribir una saga del fin del siglo XX. Con los sufrimientos y amenazas externas que sentía nuestra generación, sobre todo la guerra nuclear, que parecía a punto de estallar. Yo lo quería mucho a Stephen y quería darle todo en esos dos años que supuestamente tenía de vida. Pero no sólo él estaba amenazado. Quizás no se entiende ahora que en esa época una chispa entre los Estados Unidos y la Unión Soviética podía encender en cualquier momento una conflagración. Decidí dedicarle dos o tres años a él, porque yo no iba a vivir muchos más tampoco.
-Llegó un punto en que Stephen Hawking se convirtió casi en una estrella de rock. Un cambio que no fue fácil para usted.
-Ganó mucha fama, sí, y hubo un momento en que mi trabajo se multiplicó. El sufrió una neumonía en 1985 y hubo que hacerle una traqueotomía. A partir de entonces no pudo hablar. Yo tenía que escribir a los Estados Unidos para pedirles a distintas organizaciones filantrópicas dinero para pagarles a las enfermeras. Así fue que entraron a nuestra casa esas mujeres, aunque también un par de hombres. Pero sobre todo mujeres, que después de la publicación de Una breve historia del tiempo [mega best-seller, con más de 10 millones de copias vendidas en todo el mundo] ganaron fama y fortunas. Ellas le hablaban, le decían que era un genio y se arrodillaban a sus pies (a sus ruedas). Y yo no podía hacer eso, porque llevaba veinte años de casada, y una no se postra a los pies de su marido. Él era el padre de mis hijos antes que el físico famoso. Las enfermeras ganaron ventajas sobre mí, incluso tuvieron la osadía de sugerirme que dejara mis clases de francés y español para cuidarlo. ¡Pero si ya lo había hecho durante veinte años!
-Los malos momentos, los maltratos de él, están suavizados en la película.
-Sí, porque la película fue concebida como una celebración y no se puede poner absolutamente todo.
-En retrospectiva, ¿qué fue lo más duro de todos esos años?
-La falta de ayuda. Empecé a escribir mi libro para descargar el montón de recuerdos que había en mi cabeza; quería también mostrarle al gran público el sufrimiento de las familias de víctimas de enfermedades. Espero que haya sido exitoso en despertar conciencia en los gobiernos y las autoridades sobre cuánto sufrimiento existe... Hoy en Inglaterra hay un millón de niños que tienen la responsabilidad de cuidar a un padre o una madre enfermos.
-A la imagen de Hawking como un genio encerrado en un cuerpo deficitario, por momentos usted le agrega la imagen de un déspota, de un dictador, de un hombre un poco inmaduro, manipulado. ¿Hay relación entre estos tres aspectos?
-Están todos los ingredientes en la situación. No se debe olvidar los efectos de la enfermedad y lo que ocurrió en Ginebra cuando a él le faltó oxígeno y no pudo respirar. Eso, me dijo un médico amigo, incluso pudo haber cambiado algo en su cerebro. Pero la parte familiar también está.
-Para él, "la enfermedad le dio sentido" a su vida. ¿Cuál fue el sentido de aquellos años para usted?
-Hice todo lo que podía, por él. Durante años y años. Creo que lo que hemos conseguido como familia es verdaderamente un éxito enorme, porque tuvimos que superar muchas dificultades, empezando por aquel diagnóstico de muerte inminente. Pero siguió y así se transformó en el fellow más joven de la Sociedad Real de Londres, consiguió renombre mundial, muchos premios, medallas en todo el mundo, fue recibido por la reina. Eso era para él, pero también para mí y para nuestros hijos. Y son los tres chicos más dedicados, estupendos y hermosos que se pudiera esperar.
Empecé a escribir mi libro para descargar el montón de recuerdos que había en mi cabeza; quería también mostrarle al gran público el sufrimiento de las familias de víctimas de enfermedades.
-¿Cómo están sus hijos hoy?
-Mi hijo mayor, Robert, vive en Seattle y trabaja para Microsoft. Mi hija Lucy es escritora, tiene una imaginación muy viva, creativa. Escribió libros para niños que funcionaron muy bien, como Jorge y el Big bang. Son aventuras, pero también explicaciones científicas. Y también trabaja un poco con su padre. Finalmente, Tim está en el área de marketing de la empresa Lego.
-Luego del segundo divorcio, se amigó con su ex marido, y ahora hasta salen de vacaciones juntos. ¿Cómo es esa experiencia?
-Voy a visitarlo una vez por semana o cada quince días para ver qué tan bien está y contarle historias de la familia. Para ayudarlo a mantener contacto con la familia. Y cuando la parte norteamericana -los dos nietos, de Robert y su mujer- viene a Inglaterra en el verano, salimos a restaurantes. Este año Stephen alquiló una casa bastante grande en el sur de Inglaterra para la familia completa y como todos estaban ahí fuimos nosotros también. Fue menos de una semana, pero es una manera de ayudarlo a él y mantener contacto con amigos.
-¿Y los años posteriores al divorcio? Casi no cuenta nada en sus memorias...
-Paso mucho tiempo escribiendo. Empecé con mis memorias y ahora estoy haciendo novelas. Me siento frustrada cuando no tengo tiempo para escribir, pero con mi marido, Jonathan, también hacemos música, y aprendo el alemán. Bailo, también, y paso mucho tiempo en mi casa de Francia, que tiene un jardín bastante grande, algo que acá en Cambridge no sucede. Aprovecho para trabajar al aire libre.
-Pasa una buena vida.
-Una vida muy linda ahora, tengo mucha suerte. Por la familia, los nietos, mi marido, todos mis intereses, y por la buena salud, felizmente. Y por que Stephen todavía vive.
-Entre otras cosas, su libro muestra bastante recelo con los periodistas. ¿Cambió esa perspectiva suya o tenemos todavía la misma mala fama?
-Eso era hace mucho tiempo, en los años 80, cuando tenía tantas cosas que hacer y estaba asilada en casa con mis hijos. Había todo un desfile de periodistas, la televisión, cámaras que iban destrozando nuestra casa; venían con sus equipos y yo tenía que estar de acuerdo y participar porque, si no, Stephen lo hubiera interpretado como una deslealtad. Y las enfermeras le animaban a buscar cualquier cosa para criticarme... Ahora me da placer hablar con periodistas.
-Usted es experta en literatura española y admiradora de García Lorca, Neruda y García Márquez. ¿Qué le gusta de la literatura argentina?
-Uh, me parece que caí en una trampa [se ríe].
Una vida muy linda ahora, tengo mucha suerte. Por la familia, los nietos, mi marido, todos mis intereses, y por la buena salud, felizmente. Y por que Stephen todavía vive.
-No tenía que confiar en los periodistas, entonces.
-No [eleva un poco la voz]: ¡Borges! ¡Jorge Luis Borges! Hubo un momento en que estaba muy entusiasmada con él, cuando vino a Cambridge y fui a una conferencia suya. Me impresionó mucho. Leí sus libros con avidez. Y ocurrió una cosa, algo muy raro.Estábamos en Ginebra por la internación de Stephen, yo leía El libro de arena y allí hay un cuento, "El doble" [en realidad se refiere a "El otro"], en el que Borges está sentado en un banco frente al Ródano y su otro yo, mayor, se sienta a su lado y hablan de los cambios de Ginebra durante esos años. Sobre las calles y las casas que no existían más. Y nosotros fuimos a buscar esos lugares. Fue una ocurrencia extraordinaria.
-La charla regresa al principio, cuando hablamos de usted y su doble en la pantalla.
-Claro, sí, qué bueno. Mirá: la otra vez le mostraron a Stephen una foto del actor que ahora lo interpreta y no supo decir si era él mismo de joven o Eddie Redmayne. Increíble, ¿verdad?
Bio
Profesión: escritora y disertante
Edad: 70 años
Fue durante más de 20 años la esposa del reconocido científico Stephen Hawking. En su libro Hacia el infinito (Lumen) se basa la película La teoría del todo, actualmente en cartel y gran candidata a los premios Oscar que se entregan este domingo. También autobiográficos, At home in France (1994) y Music to Move the Stars (1999), habían generado ya gran controversia.
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