La concentración de gases de efecto invernadero marca su máximo histórico
Advierte la Organización Meteorológica Mundial sobre el mayor impacto del cambio climático para la próxima generación
MADRID.- La humanidad suma otra página para la crónica del desastre: la concentración en la atmósfera de los principales gases de efecto invernadero -dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O)- marcó un nuevo récord durante 2018.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) recordó ayer que, en el caso del CO2, el principal de estos gases responsables del calentamiento global, habría que retroceder al menos tres millones de años para encontrar una concentración tan grande en la atmósfera. Y en aquel momento -en el que ni siquiera existía el ser humano-, la temperatura era entre dos y tres grados más cálida que ahora y el nivel del mar, entre 10 y 20 metros mayor.
La OMM, dependiente de las Naciones Unidas, presentó ayer su décimo boletín anual de concentración de gases de efecto invernadero. Estos gases siempre han estado presentes en la atmósfera terrestre e impiden que parte del calor que desprende la Tierra tras ser calentada por el Sol se pierda en el espacio. Gracias a ellos el planeta tiene una temperatura que lo hace habitable por el hombre. Pero el equilibrio que ha existido durante miles de años se ha roto y la OMM tiene claro el responsable: "Hay múltiples indicios de que el aumento de los niveles atmosféricos de CO2 está relacionado con la quema de combustibles fósiles", es decir, con el empleo por parte del ser humano del carbón, el gas natural y el petróleo.
La utilización de esos combustibles fósiles se disparó a partir de la Revolución Industrial y, con ello, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). En el caso del CO2, la concentración alcanzó en 2018 las 407,8 partes por millón (ppm), lo que supone casi un 47% más que el nivel preindustrial (en 1750, cuando la concentración era de 278 ppm).
El metano atmosférico alcanzó las 1869 partes por mil millones (ppb) en 2018, casi un 159% más que el nivel preindustrial. Y en el caso del óxido nitroso su concentración atmosférica fue de 331,1 ppb, un 23% más que en 1750. Estos son los resultados de las más de 100 estaciones de medición repartidas por el planeta que sirven para elaborar el boletín de esta organización.
"El problema no es solo que la concentración vuelva a aumentar, sino que en los últimos años se ha acelerado y cada vez sube a mayor ritmo", dice Emilio Cuevas, director del Observatorio de Izaña (Tenerife), uno de esos más de 100 puntos que emplea la OMM. El crecimiento anual registrado en 2018 supera al promedio de la década anterior.
Mayor impacto
Este incremento continuo de la concentración de GEI en la atmósfera implicará que las generaciones futuras "se enfrentarán a impactos cada vez más graves del cambio climático", como el aumento de las temperaturas, los eventos extremos, el estrés hídrico, el aumento del nivel del mar y la pérdida de ecosistemas marinos y terrestres.
Paralelamente a ese aumento de los gases en la atmósfera, el planeta encadena récord de temperaturas. El año 2018 fue el cuarto más cálido registrado desde que hay mediciones, en 1850. Los otros tres fueron 2015, 2016 y 2017; 2019 va en camino.
Las mediciones directas de la concentración de estos gases arrancan en los 80, explica Cuevas. Entonces, ¿cómo es posible que la OMM hable de una concentración sin igual desde hace tres millones de años? Uno de los sistemas indirectos que emplea la paleoclimatología, detalla Cuevas, es "a través de las burbujas de aire que quedan atrapadas en el hielo". "El análisis del hielo llega hasta los 800.000 años", añade José Moreno, catedrático de Ecología y miembro del IPCC, el panel de expertos científicos que asesoran en materia de cambio climático de la ONU.
Se emplean otros marcadores indirectos, como caracoles grandes y sedimentos marinos. Las proyecciones de evolución de las emisiones de GEI no son buenas: "No hay señales de una desaceleración, y mucho menos una disminución, de la concentración en la atmósfera a pesar de todos los compromisos contraídos con el Acuerdo de París sobre el cambio climático", apunta a través de un comunicado el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
Los planes que tienen sobre la mesa los países firmantes apuntan a que el techo de emisiones mundiales no se alcanzará hasta 2030. Por eso se ha pedido que aumente la "ambición" de los Estados.
"No basta, por ejemplo, con que solo la Unión Europea reduzca sus emisiones", señala Cuevas. Los gases no entienden de fronteras, "da igual dónde se emitan". De hecho, apunta este especialista, las concentraciones que ellos detectan en el Observatorio de Izaña son prácticamente idénticas a las que se registran, por ejemplo, a 13.000 kilómetros de distancia en el Observatorio de Mauna Loa, en Hawái. Sus mediciones, incluidas en el boletín de la OMM, son las que emplean las principales agencias científicas de Estados Unidos. Cumbre del Clima de Madrid.
El Acuerdo de París establece que, al no ser suficientes los planes de recorte de los países para evitar que las emisiones sigan creciendo, los Estados deben revisarlos al alza. La primera revisión se debe acometer durante el próximo año. Y en la cumbre del clima que se celebra en Madrid dentro de una semana, la conocida como COP25, se espera que más de 68 países se comprometan a hacerlo.
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