La muerte de Hipólito Yrigoyen
El obituario del expresidente tiene el sello de un gran escritor: Alberto Gerchunoff
3 de julio de 1933
Don Hipólito Yrigoyen pertenecía a una generación poco distante de la caída de Rosas, que no hablaba ya de libertad en el idioma inspirado de los que tuvieron que conquistarla. Los hombres posteriores a Caseros, que eran de algún modo una expresión de la conciencia colectiva, comprendían la necesidad de dar a esa conquista estructura durable, a fin de evitar la repetición de la tiranía. (...) El Sr. Yrigoyen no se proponía gobernar, es decir comprender los problemas del país desde un determinado punto de vista, y resolverlos: se proponía "mandar" (...) Hermético, sumido en un hieratismo sacerdotal, tuvo a su favor mayorías adictas hasta el extremo de la sumisión. Pudo iniciar y desarrollar reformas, leyes, estatutos, crear obras, levantar pirámides. La historia se atendrá a sus hechos; pero la muchedumbre que estuvo a su lado lo verá todavía a través de lo que le atribuye, a través de la fábula con que le embelleció para embellecerse.
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