"La pasión, en realidad, es la antítesis del amor"
Libro: en su última obra, la española desmenuza 18 amores famosos y a partir de allí realiza agudas observaciones sobre la pareja.
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"La pasión, en realidad, es la antítesis del amor. Es uno de tantos equívocos. Confundimos una con el otro. De hecho, cuando hablamos del amor sin ponerle más adjetivos, se sobreentiende que estamos hablando de la pasión. Y para mí, justamente, son lo contrario", dice Rosa Montero, madrileña, 48 años, escritora, periodista.
Y habla de pasiones justamente porque su último libro se llama así, y allí cuenta las historias de dieciocho famosas parejas de diferentes épocas, una suerte de compilado de artículos que publicó en su conocida columna del diario español El País, en el que escribe desde 1976. Libro que, en fin, la trajo a Buenos Aires para su promoción.
Son muy interesantes las teorías de Rosa, una mujer sonriente, pequeña, una apasionada en sí misma que dice que "la pasión consiste en inventarse al otro. Es un producto de nuestra necesidad, de nuestra imaginación. Es un espejismo que arrojamos sobre el primero o primera que pasa cerca. Es un acto de búsqueda de la intensidad, como si nos diéramos una dosis de droga. Nos enajena, nos saca de la realidad. Y al que amamos apasionadamente, no es él o ella, sino el invento que hacemos sobre él".
-¿Y el amor?
-El amor es todo lo contrario: consiste en conocer al otro y pese a ello empeñarse en amarlo o en aspirar a amarlo, que ya es bastante difícil. Por eso lo llamo el amor heroico. En ese amor heroico y cotidiano es fundamental que esté la piedad, la generosidad, y sobre todo, el aguante. Lo maravilloso, lo heroico, lo que construye la emoción del amor, que puede ser profundísima, es ese reconocerse en todo lo que sea aguantador, en todo lo bueno y todo lo malo.
-¿Y los que se aman y viven peleando?
-No hay una pareja triunfante que no haya querido matarse siete veces al año por lo menos. Eso también es emocionante. Pero la pasión es absorbente, tiránica para el enamorado y para la pobre percha que haya sido objeto de pasión. Porque el enamorado quiere que esa percha se adapte absolutamente a esa imagen que tú tienes de él. Sea el príncipe azul o la princesa rosa. Y como es tiránico, jamás le vas a perdonar a la percha que acaba de caer bajo la idea de tu amor que no sea como tú quieres que sea. Es atroz.
-En el libro dice que la pasión no dura más de dos años. ¿De dónde sale esa estadística?
-De varios estudios. El amor eterno de la pasión dura dos años, con suerte. Si es una pasión frustrada puede durar toda la vida y sufres como un perro. Pero cuando vives una pasión, la realidad la destruye. Ahí el apasionado sale como una peonza a crear otra pasión con otra percha. Al cabo de varias repeticiones, cada vez te suena más a teatro. Pero desgraciado aquel que no conozca la pasión, porque la pasión es sueño y el ser humano sobre todo es sueño. Entonces, si no conoces la pasión estás mutilado de una parte importante de la vida.
-¿Hay que vivir siempre apasionado, entonces?
-No, también es desdichado aquel que no vive más que la pasión todo el tiempo. Porque eso es desperdiciar la vida también. Hay que aprender en todo, y en las emociones también, aunque no sea nada fácil.
-¿La pasión sólo termina con otra?
-Para el apasionado, sí. Cuando se le acaba, es como el drogadicto: necesita otra dosis.
-Bueno, hay teorías que explican que el amor, la pasión, no son más que producto de ciertas drogas que libera nuestro cerebro.
-Creo que eso forma parte del boom que hay ahora del biologismo. Es el viejo debate entre herencia y ambiente. Yo creo que lo más atinado está en la mitad. No sólo somos feromonas, sino que sobre todo está el impulso de trascendencia del ser humano, que ha llevado a crear religiones, imperios, la propia cultura. Dentro de esos impulsos básicos, uno que te saca de ti y te permite olvidar tu mortalidad es la pasión. Y por eso está tan en alza: se consume mucha pasión en estos días, porque los otros trucos de trascendencia están en crisis. Ya no creemos en dioses, ya no hay utopías. Y eso no es biología.
-¿Se puede aprender a ser apasionado?
-Se puede aprender a liberarse, a permitirse. Pero hoy la pasión es un imperativo para la inmensa mayoría. La mayoría conoce, más o menos, la pasión en su vida.
-¿Las generaciones anteriores eran tan apasionadas?
-No se necesitaba tanto. Esa es un poco la tesis del libro. Cuanto más individualista es la sociedad, más necesaria es la pasión. Además, la pasión como la vivimos hoy es un invento de hace nada más que 150 años y de Occidente. Ahora, desde chiquititos, crecemos sabiendo que nos vamos a enamorar, que vamos a vivir una pasión. Es uno de los horizontes de la vida.
-¿Por eso es tan difícil el amor cotidiano? Tenemos un mandato que nos hace vivir apasionados, y otro que nos dice que debemos casarnos para siempre.
-Creo que hemos pasado de un extremo al otro y no hemos encontrado el punto medio. Nuestros padres no se paraban nunca por el qué dirán, aguantaban lo imposible. Aguantaban de una manera horrible, las mujeres ni te cuento. Pero ahora hemos pasado a no aguantar absolutamente nada, hasta lo más necesario.
-En la contratapa del libro hay una buena pregunta: ¿es peligroso amar?
-La pasión es peligrosa, te pone en riesgo. Porque te pone en contacto con la parte más descontrolada de ti misma, la parte menos conocida, la más volcánica, la más habitada por fantasmas. Pero vivir es un riesgo.
Historias de parejas
Eva y Juan Perón, los duques de Windsor, John Lennon y Yoko Ono, Marco Antonio y Cleopatra, Arthur Rimbaud y Paul Verlaine son algunos de los protagonistas de las historias que la española Rosa Montero relata en "Pasiones" (Alfaguara), su último libro.
Tienen en común que son una visión descarnada de todos estos personajes, con sus defectos a plena luz. La escritora -autora de libros como "La hija del caníbal", "Historias de mujeres" y "Amantes y enemigos"- dice que "lo que me interesa es saber. He sido siempre antimitómana : me espanta el mito, porque el mito es el falseamiento absoluto de la verdad. El mito daña al propio personaje".
Montero, admiradora de Proust, Kafka y Borges, que viaja con su valija siempre llena por la mitad de libros, tiene una muy buena definición que explica a los protagonistas de su obra: "Personajes interesantes son aquellos que rozan las tonteras".
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