
Las vueltas de la vida
Por Carlos Guarella* Especial para lanacion.com
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El chofer de taxi, generalmente, es muy conversador y receptor de lo que le cuentan los pasajeros. Esa mañana había llevado a una señora a la Clínica Fleming, del barrio de Colegiales. Cuando la dejé en el lugar, yo continué recorriendo las calles del barrio para buscar otro viaje, mientras mis pensamientos giraban en torno a la charla mantenida con ella. Iba tan enfrascado recordando detalles de la charla que no reparé que un hombre me hacía señas para pararme. No alcancé a frenar a tiempo para que suba y continué. Luego doblé en Jorge Newbery.
Recorrí por esa calle unas cuadras. Empecé a mirar las casas y los autos. De pronto llamó mi atención un vehículo de color rojo.

Se trataba de un Jeep IKA, de la década del sesenta. Paré, saqué la cámara de fotos, bajé y comencé a hacer algunas tomas. Era increíble: ese Jeep era exactamente igual al que había tenido mi viejo.
Me acerque más y lo observe detalladamente. Estaba impecable y con su capota negra, el típico volante blanco de dos rayos con el botón central de la bocina. Por aquellos años a ese modelo de Jeep que era de tracción simple, el público lo había bautizado con el nombre de "Petitero" porque era una versión más free del robusto y agresivo vehículo especial para tareas de fuerza y trabajos rudos. Este era más citadino.
El sobrenombre de "Petitero" le venía porque en la Avenida Santa Fe casi llegando a Callao había un barcito muy coqueto, adonde concurrían personajes muy selectos y destacados de la década. La vestimenta característica de los asistentes tenía un sello particular: pantalones "abombillados", sacos cortos de dos tajitos y los mocasines con hebillas de Casa Guido, entre otros detalles.
Estaba "relojeando" en detalles el Jeep rojo, cuando se me acercó un señor con mameluco de mecánico y me preguntó qué estaba haciendo.
Le contesté que me había llamado la atención el estado óptimo del vehículo. Entonces me contestó que él era el dueño y que lo tenía hacía muchos años, tratando de mantenerlo lo más parecido al original posible.
Abrió la puerta y me invitó a verlo por dentro. Al asomarme, el corazón me dio un vuelco. Era increíble pero real. Pasé suavemente la mano por el tablero, en la parte inferior del mismo había una llave de un punto como para luces, la accioné y el dueño me dijo que nunca había sabido para que estaba puesta allí. Respiré profundo antes de continuar la charla. Miles de cosas rondaban mi cabeza. Entonces le pregunté si tenía el título de propiedad, me respondió que sí. Le pedí si podía verlo.
Cerró el Jeep y fuimos hasta su taller, distante a unos metros. En la oficina, sacó de un cajón del escritorio una carpeta, donde se leía claramente el número de dominio del Jeep.
Era tal como yo me lo había imaginado. Entre los nombres de los anteriores titulares, figuraba el de mi padre. Le conté la historia. Con mi viejo habíamos comprado a medias un Jeep Civil de 1946, lo acondicionamos totalmente y lo pintamos de color militar, anexándole los accesorios correspondientes a un vehículo guerrero. Al cabo de unos años, lo vendimos y mi padre compró el Jeep Petitero que disfrutó también largo tiempo y que posteriormente vendió para comprar la recordada Estanciera IKA. Ese Jeep, después de mi viejo había pasado por varios dueños hasta llegar al actual: Darío, el mecánico.
Salimos, me acompañó hasta el Jeep y me ofreció subir y manejarlo. Por supuesto que subí, pero no me atreví a manejarlo, acaricié el volante y la mirada se me nubló. Le conté a Darío cuál había sido la función de aquella llave de un punto debajo del tablero, era simplemente un rudimentario corte de corriente.
Nos despedimos, subí al taxi y comencé a recorrer calles. Ya en la esquina un señor me hacía señas y probablemente comenzara una nueva historia.
Será hasta nuestro próximo encuentro.
*Carlos Guarella hace 15 años que es taxista y remisero. Su profesión original es Dibujante, Ilustrador y Diseñador Gráfico. Además es historietista y estudió con maestros del dibujo como Alberto Breccia y Hugo Pratt. También es Maestro Mayor de Obras. Trabajó muchos años como diseñador para importantes laboratorios medicinales, desarrollando literaturas, folletería y packaging. Integró la Asociación Argentina de Promotores Publicitarios y fue editor y director de la revista "Horas de Radio", un mensuario de 10.000 ejemplares que se vendía en todos los kioscos de Capital y GBA. Fue productor y conductor de varios programas radiales en distintas emisoras y columnista. Sus placeres: manejar automóviles; dibujar, escribir y la hacer radio. Tiene 66 años y el auto que maneja en la actualidad es un Chevrolet Corsa Wagon. Trabaja al volante 12 horas diarias.
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