
Lo llevan de rehén y muere en su auto
Tres adolescentes de 14 y 16 años interceptaron al hombre en la puerta de su casa; los tres fueron detenidos más tarde
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LA PLATA.- Lo despertaron los mosquitos, que habían entrado por una ventana que olvidó cerrar. José Alberto Ruiz, de 47 años, se incorporó y se vistió con lo que tenía a mano: un pantalón corto a cuadros y una remera oscura. Era casi la una de la mañana de ayer. Y el hombre resolvió ir a comprar unas tabletas repelentes de mosquitos, que se le habían terminado, para poder dormir tranquilo. Jamás volvió a su cama.
Ruiz subió a su Fiat Duna azul. Su pareja, Marina Cocchi, un año menor que él, se quedó en la casa, en el 331 de la calle 363, de Ranelagh. Allí también viven los cuatro hijos que la mujer tuvo con su primer marido, que murió hace más de una década. Mañana, dijo a La Nación una fuente irreprochable, Ruiz y Cocchi iban a casarse.
El hombre regresó al cabo de unos pocos minutos. Según narraron informantes de la policía, cuando se dispuso a abrir el portón enrejado para guardar el auto, fue sorprendido por tres sujetos. Más tarde, cuando fueron detenidos, se supo que se trataba de dos menores de 14 años y otro de 16.
La mujer y dos de sus hijos, Martín, de 16, y Juan, de 20, oyeron un diálogo y se acercaron a la ventana a ver qué pasaba.
"No salgan. No pasa nada", les dijo Ruiz.
La familia advirtió lo que ocurría. Martín gritó: "¡No le hagan nada al viejo! ¡Llévense el auto!"
Los delincuentes no hicieron caso al pedido. De acuerdo con lo que declararon los familiares ante la policía, obligaron a Ruiz a sentarse al volante del auto. Después subieron ellos. Y se fueron.
Juan salió de la casa para correr detrás del vehículo que manejaba a quien quería como su padre. Lo perdió de vista. Mientras tanto, Cocchi gritaba pidiendo ayuda. Y Juan siguió corriendo hasta que se cruzó con un móvil de una empresa de seguridad que lo llevó a la comisaría 2a. de Berazategui, en Ranelagh, para que realizara la denuncia. Entonces, varios patrulleros salieron a recorrer la zona.
El hallazgo
Fue a las 2.30 cuando se informó a la comisaría 3a. de Berazategui, en Gutiérrez, que en el camino General Belgrano y 703 de la mencionada localidad, había volcado un auto. Era un Fiat Duna azul.
El jefe de esa dependencia, Jesús Celis, dijo que en el lugar encontraron el cadáver de un hombre en el baúl, con dos heridas en la cabeza.
Las características del vehículo coincidían con las del que se había denunciado su robo una hora antes.
A las 6, un grupo de efectivos comandados por el suboficial inspector Walter Cabal detuvieron a dos sospechosos, de 14 y 16 años, que caminaban a unas 25 cuadras del lugar donde había ocurrido el accidente. Estaban heridos. Confesaron. Y de sus declaraciones, según las fuentes, surgió la dirección del tercer delincuente, que fue detenido en su casa, situada en un barrio humilde de Ranelagh. El chico había tenido problemas con la droga: estuvo internado en una granja de rehabilitación, según las fuentes.
Sus cómplices residían en el mismo barrio. Ahora, los tres están detenidos en la comisaría 1a. de Quilmes.
Hacía una semana que la familia encabezada por Ruiz vivía en la casa de la calle 363. Una zona -según testimonios de vecinos- muy oscura y peligrosa, donde los robos son tan frecuentes como los ocasos.
Querían progresar
Ruiz y Cocchi se habían conocido varios años antes. Eran vecinos en el barrio 9 de Julio, de Berazategui, contó Omar Vargas, que está casado con la hermana de Ruiz, Beatriz. Ahora se habían mudado, luego de ampliar la casa y refaccionarla durante varios meses, dijo la antigua dueña de la vivienda, Blanca, que vive al lado.
José Alberto Ruiz era analista de sistemas, trabajaba en Telecom y era hincha de Racing. Su pareja había hecho un curso de peluquería tiempo atrás.
Ayer, la mujer no dejó de llorar desde la madrugada, dijeron los familiares. Acaso intuía lo que iba a ocurrir. O lo que ya había ocurrido.
A las 18.30 estaban en la sala de velatorios de la empresa funeraria Casa Cuellas. La mujer, que no se separó de sus hijos (Juan, Martín, Romina, de 25 años, y Valeria, de 23), no quería separarse del ataúd donde yacían los restos de Ruiz. No quería hablar con la prensa. Sólo emitía un llanto ya no desesperado, sino sordo. Eso dijeron algunos familiares que estaban en la vereda.





