Los riesgos que entraña la heroína
La heroína es un derivado semisintético del opio. Este, a su vez, es una resina que se obtiene de los frutos de la adormidera o amapola (Papaver somniferum), por lo que conforma el denominado grupo de analgésicos opiáceos.
El conocimiento de los efectos del opio y su uso con fines médicos se retrotrae a tiempos prehistóricos, pero las referencias más claras se encuentran entre los siglos III y IV, cuando esa sustancia fue incluida en las farmacopeas de la época.
Los comerciantes árabes lo introdujeron en Europa, donde se lo usó como antidiarreico para combatir la disentería. Tal vez el hito trascendente referido a su uso médico fue el del químico alemán Federico Sertürner, quien en 1803 aisló la sustancia en un alcaloide vegetal que denominó morphium (en referencia a Morfeo, dios griego del sueño, debido a su capacidad de generar sopor).
Sertürner hizo ensayos clínicos con la morfina y observó que, según las dosis suministradas, generaba vómitos, rubor y un estado de sopor o coma superficial.
El desarrollo de la droga
Pero fue en 1898 que la compañía alemana Bayer desarrolló la heroína a partir de la morfina, comercializándola como antitusivo y analgésico.
En un principio se creyó que la heroína no causaba adicción, por lo que se constituía en una alternativa a la morfina, que quedó en desuso.
Hoy, los principales países productores de opio, cuyo cultivo es ilegal, son Laos, Tailandia y Birmania.
El principio activo de la heroína es el metabolito acetil-morfina, que se caracteriza por su alta liposolubilidad (rápida absorción en las grasas). Llega más rápido al cerebro que la morfina. Así lo sostiene un reciente estudio de Juan Carlos Leza Cerro, profesor de la Cátedra de Farmacología de la Universidad Complutense de Madrid.
Al saberse que la heroína, contrariamente a lo que se suponía, poseía una alta capacidad de generar dependencia, se la retiró del campo de la terapéutica. Su peligrosidad superaba su propiedad analgésica.
Los efectos que ocasiona la ingestión de esta droga, considerada depresora, son generar un estado de gran ansiedad y sensaciones exageradas a nivel físico-emocional. También produce disminuciones de la razón, el entendimiento y la memoria, así como un retardo psicomotor.
Según los especialistas, las consecuencias para el adicto son estados de confusión general, convulsiones, alucinaciones, contracturas musculares y disminución de la presión arterial. Dosis excesivas pueden causar un coma profundo o la muerte.
De allí que su tráfico sea una de las principales preocupaciones de los países consumidores, en especial los Estados Unidos, donde tuvo un gran auge en la última década.
Una encuesta nacional realizada en hogares norteamericanos reveló un preocupante consumo, pese a que se había estabilizado hacia 1995, tal como se consigna en el informe anual de 1999 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas.
En ese informe se recuerda que el número de episodios registrados en salas de emergencias norteamericanas, respecto de personas atendidas por abusos con heroína, creció un 241% entre 1995 y 1997. Por ello, ese país castiga con mucho rigor los delitos ligados con el tráfico de heroína.