
Los vecinos de Copérnico se quejan
Sostienen que las obras dispuestas por el gobierno porteño no están en manos de personal idóneo.
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Vecinos de las escaleras de Copérnico y Galileo, en Recoleta, están disconformes con las obras de renovación que lleva a cabo allí el Gobierno de la Ciudad. No creen que la labor de los albañiles, que no cesan de rasquetear los revoques, sea la conveniente, dado el valor histórico y arquitectónico de la zona.
Los operarios ni se inmutan y continúan con el trabajo. Hay otros que sellan las grietas y uno que utiliza la manguera que despide agua a presión contra los graffiti dibujados con aerosol.
Sin embargo, en la Fundación Ciudad no están de acuerdo con su desempeño. "Queremos que paren con esta obra. Los albañiles que trabajan no parecen capacitados para este tipo de restauración. Esta escalinata es un patrimonio histórico y el Gobierno de la Ciudad debe tratarlo como tal. Que la arreglen, pero como corresponde", se quejó Andreína de Luca de Caraballo, presidenta de la fundación y de la Asociación Plaza Mitre.
Caraballo no oculta su preocupación: "Hemos comprobado, junto a los expertos en recuperación del patrimonio urbano, que los operarios ya removieron algunas molduras originales."
La escalera en cuestión salva el desnivel entre las calles Galileo y Copérnico y es una de las interconexiones del conjunto urbano cuyos orígenes se remontan a principios de siglo, en la denominada Quinta Hale.
Esta propiedad ocupaba el área comprendida entre las actuales avenidas Las Heras y Libertador y las calles Agüero y Agote. Fue urbanizada y loteada en 1907, con un nuevo trazado de calles y con la construcción de la plaza Mitre, y así se convirtió en uno de los paisajes urbanos más valiosos de Buenos Aires.
"En dos meses terminamos. Va a quedar lindo", dijo el capataz de la obra, Juan Montenegro, de 47 años. "Si no arreglan, se quejan, y ahora que lo estamos haciendo, también. ¿Quién los entiende?", se preguntó el hombre de barriga prominente, mientras controlaba a los obreros.
Asiduo caminante
Las escalinatas, usadas por las revistas de moda para recrear espacios europeos, está compuesta por peldaños de bloques de granito gris martellinado, muros de contención que imitan sillares de piedra, pasamanos, balaustres, jarrones y esculturas de revoque símil piedra.
Uno de los vecinos más respetados del barrio, ya desaparecido, solía utilizar esos peldaños en sus cotidianas caminatas. Era el incansable doctor Luis Francisco Leloir, premio Nobel de Química en 1970.
"El deterioro mayor se debe a la erosión del tiempo, la falta de mantenimiento y las intervenciones inadecuadas. Se puede ver en los revoques y en los ornamentos, con fisuras y oxidación de hierros, y algunos desprendimientos", explicó Caraballo.
Según los expertos, el revoque símil piedra utilizado en esta escalinata fue utilizado para imitar los edificios de piedra natural.
Tiene una consistencia, textura y coloración particulares, que determinan la gran masa de arquitectura que forma el tejido urbano.
"A la escalinata la destruyeron los jóvenes desaprensivos. Vienen a tomar cerveza o a pintar esos mamarrachos en las paredes con aerosol. A veces se cuelgan de las piernitas de las estatuas, por eso faltan", dijo Roberto Leguizamón, de 56 años, un vecino que se acercó a ver las obras.
En tanto, el director general adjunto técnico y administrativo de la Secretaría de Obras y Servicios Públicos, Juan Carlos Rivara, minimizó la reacción de los integrantes de la Fundación Ciudad.
"Las cosas se están haciendo como corresponde. Me parece bien la inquietud de la gente, pero no voy a aceptar que lo hacemos mal. La restauración se realiza con materiales de primera calidad. Detrás de esos albañiles hay gente idónea de la Dirección General de Monumentos y Obras de Arte", dijo el funcionario.
Se acababa la jornada para los albañiles. El vecino Rubén Di Carlo, de 65 años, les hizo olvidar el cansancio al evocar su vínculo con la escalera.
"Pensé que la iban a tirar abajo, muchachos. Me asusté, porque aquí, en el descanso de la escalinata, le pregunté a mi primera novia si se quería casar conmigo; seguimos bajando los restantes escalones y, cuando llegamos a la vereda, me dijo que sí."






