Acostumbrada a cubrir conflictos y catástrofes de todo tipo, sea en Medio Oriente, en Chile o en Bolivia (donde la gasearon en la cara mientras transmitía en directo), la periodista Teresa Bo busca en el verano un contraste fuerte con esas tensiones y riesgos. Elige La Barra, a diez kilómetros de Punta del Este, para descansar, tirarse con un libro en la playa de La Desembocadura, y cuidar de cerca a sus dos pequeños hijos.
De chica, solía ir a Pinamar. Su célebre abuelo –Armando Bo, el mismísimo director de las películas con Isabel Sarli– tenía una casa allí. Su célebre padre –Víctor Bo, el de las exitosas películas de los superagentes– la levantaba en esa playa argentina a las seis de la mañana para ir a nadar. "De repente nos daba miedo porque estábamos adentro. Y papá nos decía: ‘¿Qué te pensás que estás, con una mojarrita o con un delfín?’. Así nos convertimos, tanto mi hermano [su célebre hermano Armando, director de cine y guionista que ya ganó un Oscar] como yo, en grandes nadadores del mar".
Con el tiempo, Teresa aprendió a nadar en las aguas mucho más turbulentas de los conflictos internacionales. Siendo adolescente había empezado por un lugar tal vez más convencional, pero para el que estaba más que dotada. Por su belleza, que salta a la vista, ganó certámenes y pudo ser modelo. Pero fue ver la película Lawrence de Arabia y enamorarse en el acto de la cultura árabe, estudiar ese idioma, graduarse en Estados Unidos en ciencias políticas y hacer una maestría en conflictos armados. "Después terminé en el periodismo", completa Teresa.
Temía ser fagocitada por el sino artístico de la familia célebre y, alentada por su madre, prefirió ir por esos otros caminos, que también la llevaron a la fama, pero por el lado de la información.
A continuación, las partes más sustanciales de su paso anoche por el programa Hablemos de otra cosa.
–¿Cómo hacés para cambiar ese paradigma de la tele, en donde estallan todo el tiempo conflictos que no distinguen demasiado entre los más nimios y los más importantes?
–El periodismo que tratamos de hacer es justamente eso. De la guerrilla de las FARC todo el mundo te va a mostrar las ametralladoras, los ataques. Obviamente que mostramos eso. Pero también está bueno hablar con un guerrillero y preguntarle por qué terminó allí.
–Eso sirve para comprender pero no para justificarlo, ¿no?
–Por supuesto que no. Es humanizarlo y saber por qué una persona se termina convirtiendo en lo que es. También es saber generar empatía. En los informes que hacemos para el canal trato de ponerle contexto a una historia y contarla bien, con tiempo. El contexto muchas veces es todo. Y me parece que el periodismo, especialmente el televisivo, en su vorágine de mostrar y mostrar, no se mete en el alma de lo que realmente está pasando. Para mí eso hace la diferencia.
–¿Cómo manejás el miedo?
–Yo no soy de los que te dicen "andá y tirate". He hecho cosas sin pensarlas. Tengo dos chicos y cuando voy a cubrir una situación conflictiva pienso en cómo entramos y salimos. Obviamente que hay riesgos enormes.
–¿Cómo hacés para tener el cuero grueso, por un lado, y, por el otro, no perder la sensibilidad?
–Cuando hay situaciones terribles trato de hacer como que miro una película. No tengo que involucrarme mucho. Sí hablar con la gente. Pero trato de poner una distancia. Si no, no podría hacer el trabajo que hago. Muchas veces lo que la gente necesita es poder expresarse, sentir que alguien los está escuchando. A veces llevo conmigo alcohol o ibuprofeno. No es mi trabajo, pero si puedo dar una mano la doy. Y también si puedo hacer un buen reportaje y mostrar esa tragedia, la muestro. Cuando realmente la gente se está muriendo y hay alguien que te escucha, podés cambiar algo. Creo que se va balanceando de acuerdo con las posibilidades. Pero yo siempre voy a condenar un ataque si hay inocentes muertos.
–Empezaste en CNN y después pasaste a Al Jazeera, algo así como River y Boca.
–Empecé haciendo una pasantía en CNN. Después trabajé freelance. Vivía en Bagdad cuando me dijeron que Al Jazeera estaba abriendo un canal en inglés. Y fui a ver de qué se trataba. Al Jazeera es uno de los canales en árabe más importantes de Medio Oriente. Al menos en el canal en inglés en el que trabajo yo, tenemos mucha independencia en el contenido. A mí nunca nadie me viene a decir qué tengo que cubrir y cómo hacerlo.
–En principio, hubo en Occidente cierto prejuicio, porque tenía la primicia de la voz de Ben Laden. ¿Cómo manejaron eso?
–Hay un poco de prejuicio con eso. Por suerte es un canal que tiene mucha audiencia en lugares como las Naciones Unidas y el tribunal de La Haya. Es un canal que fue metiéndose y cubriendo conflictos, especialmente en África y en América Latina.
–También en el mundo árabe hay prejuicios y algunos países –por ejemplo, Irán o Irak– tienen peor fama que otros, como Arabia Saudita, que se puede dar el lujo de desmembrar a un periodista en dieciocho pedazos en una embajada. ¿Por qué?
–La verdad es que las violaciones de los derechos humanos en Arabia Saudita son permanentes. Es un país donde se detiene a los opositores y en el que los derechos de las mujeres son permanentemente violentados. Es un país en el que se desmembró a un periodista.
–¿A Arabia Saudita la salva que es una nación amiga de los Estados Unidos?
–Claro. Tienen intereses económicos comunes por el petróleo. Tampoco nadie habla de lo que está pasando hoy en día en China. Fui hace poco a trabajar. Había protestas en Hong Kong y la pantalla se ponía negra cuando sintonizabas la BBC o la CNN. Me siguió una persona permanentemente mientras estaba allá. Nadie se quiere meter con los chinos por la importancia económica que tienen para la Argentina y para el resto de América Latina. Incluso en Estados Unidos se está hablando algo, pero tampoco Trump quiere meterse con eso. O sea, creo que hay intereses que van mucho más allá del valor de los derechos humanos. Pierde valor cuando Estados Unidos condena las violaciones de derechos humanos en Venezuela y en Cuba, pero no condena las violaciones sauditas. A mí me gustaría ver que se condene las de todos.
–¿Cómo es cubrir conflictos en países donde los derechos de la mujer tienen varios siglos de retraso?
–Los lugares más difíciles que me tocaron fueron Afganistán y Paquistán. En un campo de refugiados me tiraron piedras. Les choca ver a una mujer en acción, en vez de que esté en su casa cuidando de la familia. Es un tema cultural, mucho más profundo que si fuera solo un tema religioso.
–¿Y si te sacás el velo?
–Es una ofensa terrible. Pero mi trabajo es tratar de entender la historia que estoy cubriendo, no si me tiran piedras o me maltratan. Una aguanta, pienso cómo salgo de acá lo más entera posible y sigo haciendo mi trabajo.
–¿Cuáles son las ventajas y desventajas de ser mujer en tu trabajo?
–Para mí ser mujer tuvo muchísimos beneficios. En Medio Oriente si sos hombre hay mucha sospecha. Podés ser un espía. Los extranjeros te miran con mucho cuidado.
–Tenés dos hijos chicos. ¿Cómo hacés cuando te mandan al otro extremo del mundo por diez o veinte días? ¿Invertimos el dicho y decimos que detrás de una gran mujer también hay un gran hombre?
–Detrás de una mujer puede haber un gran hombre que te ayuda y te facilita las cosas. Me parece que eso es fundamental. No estaría tranquila si no supiera que mis hijos están bien cuidados cuando yo no estoy. Es un gran padre.
– Estás casada con un sanisidrense que conociste en…
–Irak.
–¿Cómo fue eso?
–Estaba ahí haciendo negocios con un jeque de Arabia Saudita. Lo conocí y me cayó pésimo al principio. Después nos terminamos enamorando. Seguimos con muchos conflictos de todo tipo que tratamos de resolver, como todas las parejas.
–Y banca tus ausencias.
–Es muy difícil el tema de la maternidad con trabajos tan demandantes. Si me preguntás qué me estresa más hoy a mí, es la maternidad. Prefiero Bagdad en conflicto y con bombardeos a muchas cosas que enfrento siendo madre.
–¿Estás enamorada del mundo pese a todo?
–Cuando se trata de destacar la atrocidad del mundo de hoy, sigo pensando que el mundo hoy es mejor que el que había. Pensá los millones de personas que murieron solamente en las dos guerras mundiales. Hoy gracias a los medios y a las redes sociales se pueden denunciar situaciones que dan vergüenza. Entonces, creo que se pueden prevenir cosas mucho más terribles. Pero también pienso que el desafío de hoy es llevarlo a cambios y generar más conciencia sobre el medio ambiente y los derechos humanos. El desafío es hacer al mundo cada vez mejor. Creo que estamos en eso.
–Y si solucionás eso, el mundo es hermoso.
–El mundo es hermoso.
Hoy Teresa Bo
Ganó un concurso de belleza, pero no quiso ser modelo // Estudió ciencias políticas // Hizo una maestría en conflictos armados // Realiza arriesgadas coberturas televisivas para el canal Al Jazeera, de Qatar // Es parte de un célebre clan familiar
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