Restauración sustentable. Una icónica parroquia porteña inaugura el único campanario mundial que no suena, ilumina
Mañana, se encenderá una de las torres de San Benito Abad, que funcionará con paneles solares; el templo casi centenario lleva una década de restauración
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Si bien los templos religiosos de casi todo el planeta, incluido el Vaticano, utilizan cada vez más la iluminación sustentable, la parroquia de San Benito Abad es pionera en levantar campanarios que difieren de los tradicionales; en el interior de las torres de Maure y Villanueva se instalaron campanas que, en vez sonar y de ser de bronce, iluminan con paneles solares desde lo alto de la barranca de Luis María Campos. Una de las dos torres del edificio será inaugurada por la comunidad religiosa del barrio de Palermo este domingo 7 de diciembre, apenas anochezca y las flamantes luces comiencen a brillar en medio de árboles añejos, anticipándose a la celebración del Día de la Virgen.
“Es la primera iglesia del mundo que tiene campanas de luz. Se trata de un circuito cerrado, solo para esa estructura, sin antecedentes en el mundo. Torres iluminadas hay miles, pero lo que no existe es una campana que emita luz, en vez de sonido, y que además el sistema sea alimentado por paneles solares”, adelantó a LA NACION el arquitecto a cargo de las obras, Andrés Peña, durante una recorrida por la construcción donde los operarios trabajan sobre los andamios contra reloj para concluir en horas las obras de la Torre de la Inmaculada, la que está más al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Está consagrada a la Virgen María y su campana también se llama Inmaculada.
Cada torre tiene 60 metros de alto y está sobre una barranca a 20 o 30 metros sobre el nivel del mar. Si uno, por ejemplo, cuando transita por Luis María Campos, intenta descubrirlas, es casi imposible ya que parecen esconderse detrás de la vegetación de copas de árboles centenarios que tienen casi 20 metros de altura y que conforman el parque ideado por los primeros benedictinos en llegar a principios del siglo XX. “Esta es una iglesia de inmersión, para ser contemplada de adentro hacia afuera. Así fue diseñada en la década del 40. Difiere de otras parroquias que, por lo general, uno las puede ver desde la plaza del pueblo”, aclaró Peña.

En cuanto a la otra torre, Eucaristía, con su correspondiente campana de luz llamada Belén, “será inaugurada en marzo de 2026. Por eso pedimos el apoyo de la gente para continuar con esta obra. Tengamos en cuenta que es la segunda iglesia más grande de Buenos Aires, después de la Basílica del Sagrado Corazón en Barracas. Además, en 2028 cumplimos 100 años de vida”, señaló el párroco de San Benito, Martín Bracht, mientras se preparaba para la inauguración prevista para esta tarde a las 19.45.
“Choripaty: encuentro comunitario a beneficio de las obras del Templo con hamburguesas, choripanes y mesa dulce”, dice el cartel del portón de madera de la iglesia de Villanueva 905 a la que se ingresa subiendo por una rampa. El campanario brillará en conmemoración de El Día de la Inmaculada Concepción que se celebra pasado mañana, y es una de las fiestas más importantes del catolicismo. Según el sacerdote, “hay mucha expectativa por ver las torres iluminadas” ya que desde 2015 la comunidad es testigo de cómo se abocan a la tarea de concluir las obras.
En cuanto a los motivos por los que eligieron este novedoso sistema de iluminación, el arquitecto explicó que, en primer lugar “a San Benito se lo considera un faro de luz”. Por otro lado, las campanas tradicionales son pesadas y difíciles de subir a las torres. Los vecinos de otros barrios muchas veces se quejan por los sonidos que emiten. “Nos dimos cuenta de que, si tenemos en cuenta el costo, el mantenimiento y las operaciones, esto es mucho más económico”. Respecto a su tamaño, 1,50 metros de diámetro, señaló: “Corresponde a la nota musical Sol. Las campanas de las diferentes iglesias tienen distintas medidas, de acuerdo con las notas musicales. Para nosotros que tenga el tamaño de Sol es simbólico porque corresponde a la luminosidad que irradia nuestro Señor”, destacó.
Tanto el arquitecto como el párroco señalaron que las campanas funcionarán no solo de noche, sino también de día cuando oscurece. En ese sentido se podría decir que se asemejan a células fotoeléctricas que se encienden y apagan en forma automática, según la luz que haya.

Durante la recorrida efectuada por LA NACION se pudo observar también cómo el especialista en vitrales mendocino Félix Budge, a cargo de las restauraciones del Teatro Colón y de la catedral de La Plata, supervisaba la forma en que a lo alto se montaban las piezas del renovado vitral del frente de la iglesia cuya imagen corresponde a la medalla de San Benito. “Gracias a la donación de fondos de un matrimonio que se bautizó acá, y que prefiere el anonimato, logramos reemplazar el anterior vidrio que tenía un dibujo que no era real, se parecía a San Benito, pero no era original. Este es el vitral de nuestro santo más grande del mundo que hay”, detalló el párroco.
Desde que comenzaron las obras de reparación de la iglesia, en 2014 y a raíz de infiltraciones de agua, “se gastaron US$4.500.000. Cada etapa del proyecto demandaba unos US$20.000 o US$30.000 por mes, pero este último tramo es de unos US$80.000 mensuales porque los miradores son muy costosos, especialmente por el alquiler de los andamios que nos obliga a apurarnos para no tener que seguir pagándole a la empresa. El 30% de los costos corresponden al alquiler de andamios”, detalló Bracht, al tiempo que aclaró: “Hacemos cosas permanentemente para mover el corazón de los fieles. Necesitamos US$400.000 para concluir la segunda torre. Tenemos grandes benefactores, hay gente que contribuye con lo que puede y hay también otros que nos ayudan simplemente con la oración. Por eso les pedimos que nos ayuden a través del siguiente link“.

Vale aclarar que, a diferencia de otras iglesias, en realidad en su interior nunca existieron campanas. Lo que aceleró las obras que se están llevando a cabo fue cuando en 2023 se dobló una de las cruces que coronaban los miradores. Debido a las lluvias el interior del tambor de hierro se corroyó provocando el quiebre de la cruz. Ese momento fue determinante para decidir terminar los dos campanarios y ponerle un nombre diferente a cada uno.
Joya de estilo románico
La parroquia de San Benito Abad fue diseñada en la primera mitad del siglo XX y en la actualidad pertenece al arzobispado de Buenos Aires, mientras que el resto de la manzana comprendida entre Luis María Campos, Gorostiaga, Villanueva y Maure es de los benedictinos. Contiene el convento original y sus jardines, a excepción de un edificio privado de departamentos en la esquina de Gorostiaga y Villanueva. El templo se proyectó en 1940 y se inauguró en 1963, sin terminar. Según el arquitecto Horacio Boselli es “una joya de estilo románico que comenzó siendo un proyecto muy ambicioso”. Boselli realizó una exhaustiva investigación sobre la parroquia y su conjunto benedictino al que consideró de importante valor patrimonial para los porteños.

Su historia comienza con seis monjes benedictinos llegados desde España que consiguieron donaciones y terrenos en esa área donde se unen Palermo y Belgrano. Sobre la barranca y entre dos castillos neomedievales: el de Tornquist y el de Loreley, donde las Esclavas del Sagrado Corazón se habían asentado, soñaron un monumental templo abacial más un convento poblado por cientos de monjes.
Sin embargo, concretaron algo más modesto y realista en la calle Villanueva: la capilla del Santo Cristo, de 1924, y que aún se conserva. La gran iglesia, en cambio, “resultó tardía en su historicismo, ya que era contemporánea de obras renovadoras como la parroquia de Fátima, de Caveri y Ellis en San Isidro”, opina Boselli.

Sin embargo, y a pesar de estar desde hace décadas inconclusa, San Benito era buscada para multitudinarios casamientos de famosos como Palito Ortega, o Martín Palermo. “Tenemos capacidad para 900 personas sentadas. Antes hacíamos unos 90 casamientos por año, después pasamos a 30 y ahora mucho menos porque a la gente no le gusta casarse con un obrador en el medio y además prefiere hacer la ceremonia en las afueras de la Ciudad”, explicó el sacerdote durante la visita, al tiempo que aclaró que en el lugar les imparten catequesis a 120 chicos y que tienen reuniones de 80 universitarios y 50 matrimonios. A esto se suman las actividades de los grupos de novios, de la Acción Católica y de la Legión de María, a la vez que preparan a jóvenes y adultos para la confirmación.
Manejo independiente
Volviendo a los orígenes del predio contó que, a principios de la década del 70, los 78 monjes que habitaban el lugar se marcharon a las cercanías de Luján. En la actualidad en el convento vive un solo benedictino; un acto simbólico de permanencia en el lugar. “La parroquia nos la donaron ellos y nos manejamos en forma independiente”, aclaró.

Un dato no menor es que el templo está ubicado dentro del Distrito APH 39: “Área de Protección Histórica Corredor Luis María Campos entre Olleros y Dorrego”. Está así catalogada por sus valores urbanos únicos en la ciudad que la protege de la posible construcción de edificios de departamentos en el área.
Mientras el sacerdote y el arquitecto caminan rápido de un lado a otro, atentos a los últimos detalles, los vecinos y las familias se agrupan en el frente de la iglesia, miran hacia las torres a lo alto y cuentan las horas que faltan para que las campanas de luz iluminen por primera vez uno de los rincones más icónicos y con más historia de la Ciudad de Buenos Aires.
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