
Ruidos y protestas en las últimas noches de prostitución libre
En las "zonas rojas" se vivieron horas movidas; travestis y meretrices se quejan.
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La fila de automovilistas, de seis cuadras de largo, ocupaba la calzada de Godoy Cruz y de Fray Justo Santa María de Oro, en Palermo Viejo. Eran las dos de ayer, una de las últimas madrugadas en que se podrá observar el deambular en libertad de la gran cantidad de travestis y prostitutas que ofrecen sexo en las calles del barrio.
En Recoleta, una sola brigada de la comisaría 19a. labró 25 actas de infracción a la ley de tránsito contra los conductores que se detenían a conversar con alguna de las seis prostitutas que ofrecían sus servicios sobre la calle Azcuénaga, frente a uno de los paredones del cementerio.
A partir del primer minuto del lunes, las muchachas y los homosexuales disfrazados de mujer ya no podrán ofrecer sus servicios al aire libre.
El nuevo artículo aprobado anteayer por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires estableció la penalización "de aquellos que demanden para sí o para otras personas servicios sexuales en los espacios públicos".
De acuerdo con la flamante norma, las prostitutas, travestis y clientes que violen la ley serán castigados con penas que varían entre multas y trabajos comunitarios. En Palermo y en Recoleta, travestis y prostitutas se dedicaron ayer por la madrugada a desfilar con muy poca ropa delante de una gran cantidad de automovilistas y ante la mirada de los agentes sentados en tres móviles policiales que sólo se ocuparon de agilizar el tránsito.
Buscar una alternativa
En Flores, un grupo de prostitutas argentinas y dominicanas decidió juntarse en un hotel de Yerbal y Nazca para resolver cómo trabajar desde que comience a regir la nueva norma.
"Tendremos que volver a los saunas. Los policías se pondrán cada vez más pesados, así que no nos quedará otra que buscar refugio en algún cabaret. A mí y a mis amigas con lo que ganamos no nos alcanza para alquilar un departamento y trabajar por nuestra cuenta, sin depender de ningún fiolo ", contó una chica que dijo llamarse Alejandra, en la esquina de Bogotá y Terrada, de Flores, el barrio donde funciona la mayor cantidad de albergues transitorios de la ciudad. Era la 0.50.
Cerca de allí, en Terrada y Yerbal, otra mujer negociaba, ventanilla de por medio, con el conductor de un desvencijado Peugeot 504. Veinte metros más adelante, la acción era seguida por un hombre que bastón en mano ordenaba a dos dominicanas que salieran a buscar clientes.
La escena se desarrollaba ante la presencia de Guillermo Acosta, uno de los inquilinos de una casona de Yerbal entre Nazca y Terrada, y de su hijo de cuatro años.
"Esto lo sufrimos desde hace varios años. Acá, nadie hizo nada, nos invadieron. No sé si con esta nueva ley se irán, pero tengo la esperanza de que no puedan andar tan libremente", señaló Acosta.
Despedida de soltero
Eran la 2.15. Plena madrugada. Una hora en la que la mayoría de la ciudad duerme. Pero para recorrer el tramo de Godoy Cruz, desde El Salvador hasta Paraguay, hacía falta armarse de paciencia. Avanzar costaba más tiempo del que indica la lógica. El panorama se asemejaba a una calle del microcentro en hora pico.
Travestis, con muy poca ropa, caminaban por la vereda y mostraban sus formas a los automovilistas, en medio de bocinazos y sombras.
A diferencia de lo que ocurría en Flores, no había vecinos en la calle y en la esquina de Paraguay y Godoy Cruz se formó un gran alboroto. Se trataba de una despedida de soltero. Allí se estacionaron varios vehículos, un Ford Fiesta azul, un Peugeot 405 rojo y una Suzuki Vitara blanca con un trailer.
Adentro de una jaula colocada arriba del remolque estaba Adrián, la víctima de la despedida de soltero, a quien sus amigos no dejaban de arrojarle harina, agua y papel picado, mientras le sacaban fotos con los travestis.
El panorama era distinto en Recoleta, donde las prostitutas abandonaron la cuadra de Vicente López entre Azcuénaga y Junín, en busca de nuevos horizontes.
Sólo siete muchachas, entre brasileñas y argentinas, se animaron a probar suerte en Azcuénaga y Guido.
"A partir de mañana -por esta noche- vamos a tener que buscar trabajo en cabarets o saunas", expresó Paula, una prostituta brasileña.
"La culpa fue de los periodistas que no nos dejaron trabajar en paz. Hace una semana, en La Nación salió una foto de una compañera mía y al otro día la policía nos echó de la calle", concluyó, amenazante, Lorena, otra de las chicas, entre los gritos del dueño de un Peugeot 306 azul que pedía no salir en la foto.
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