
Se instaló en la Recoleta una zona roja
Hay estado de alerta por el auge del comercio sexual en el barrio
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Dominicanas, brasileñas, uruguayas, chilenas y argentinas se disputan por estos días las calles del tradicional barrio porteño de Recoleta, devenido desde hace unos seis meses en la nueva zona roja de Buenos Aires, donde la prostitución parece haber hallado un nuevo reino.
"Estamos muy preocupados", confiaron a La Nación vecinos y comerciantes del lugar, algunos de los cuales ya pidieron intervención a los legisladores para desterrar el comercio sexual del barrio. Intuyen que rápidamente podría convertirse en otro reducto porteño para el auge de estas prácticas y quieren evitarlo.
El paredón del cementerio en el que descansan los restos de los más distinguidos próceres argentinos es, por estos días testigo de encuentros fugaces entre las jóvenes que ofrecen su cuerpo a cambio de dinero y sus ocasionales clientes. Ellas, en su mayoría adolescentes. Ellos, ejecutivos que circulan a paso de hombre en sus impecables automóviles, casi todos importados.
De la mano de la permisividad del nuevo código contravencional que entró en vigor en marzo último, decenas de muchachas oriundas de los países limítrofes, del Caribe y del interior coparon virtualmente dos manzanas del elegante barrio porteño.
Vicente López, Azcuénaga, Guido, Alvear y Junín delimitan el territorio del placer donde noche tras noche, no importa ni el día de la semana ni las condiciones climáticas, pasa de todo.
Pero hay que aclarar que sólo el 50 por ciento de la movida sexual es callejera. El resto se hace fuerte en los pubs y discotecas instalados en las proximidades: allí las chicas toman una copa, dialogan con los eventuales clientes y tras cerrar trato buscan el albergue de un cercano hotel por horas.
Oferta en la vía pública
Mariana y Laura hablan con indisimulable acento carioca. Están paradas en Azcuénaga, sobre el asfalto, frente al cabaret Play Woman. Es imposible evitarlas. Se muestran semidesnudas.
Laura promete: "Soy brasileña y muy fogosa. Cobro 100 pesos. No se van a arrepentir".
Como no podía ser de otra manera, aquí el regateo lo es todo. Primero se baja a 90 y luego a 80 con la promesa de una noche inolvidable.
Ante la duda de los interlocutores, Mariana insiste: "Bueno, está bien. Si quieren vamos los cuatro por 120...". Mientras los frustrados clientes deciden partir, otros prefieren avanzar con la baliza puesta para intentar encontrar una mejor oferta.
Doblando por Las Heras hacia Callao, Michel cruza la avenida con paso rápido y nervioso. Luce medias negras con portaligas y un top brillante al tono. Gira de golpe la cabeza y sin más, lanza: "Soy travesti. Quince pesos la francesa y 30, la completa". Lo repite con la monotonía de un himno pagano hasta que se da cuenta de que allí no encontrará su negocio.
Michel es casi una excepción ya que no se ven travestis en la zona, elegida mayormente por muchachas latinoamericanas.
Las cosas claras
Ximena es dominicana. Para en Vicente López, frente al megacomplejo de cines y shopping que se inaugurará en otoño del año próximo y que, según los vecinos, le cambiará la cara al barrio.
También mulata, con trencitas jamaiquinas y ojos verdes impactantes, Ximena es de las más tranquilas. Sus servicios incluyen el hotel alojamiento. También acepta ir a un departamento en la zona.
"Mirá. Acá la cosa es muy clara: vos pagás y arrancamos. No quiero líos y seguro que vos tampoco, ¿no?", pregunta en una rara mezcla de español y portugués.
Apoyados en la pirámide, situada en la plaza Manuel Mujica Lainez, de Junín y Vicente López, varios chicos y no tan chicos cuidadores de autos ven pasar la noche. Ni se les pasa por la cabeza que la pirámide pueda tener poderes energéticos, como sospechaban algunas vecinas del barrio. Ellos optan por ese lugar para vigilar la cuadra, aunque muchos, además de vehículos, pareciera que custodian a las jóvenes.
Cuando el reportero gráfico de La Nación intentó fotografiarlas, uno de esos hombres, de unos 35 años, lo amenazó: "Salí de acá porque te voy a romper la cara y la máquina. Dejá trabajar a las chicas".
Como Ximena, Mariana y Laura, en Recoleta hay decenas de prostitutas que saben que en esa zona, concurrida por turistas y hombres con recursos, todas las noches habrá un negocio seguro.
"Hay días en que las chicas no dan abasto. Salen con uno un par de horas y vuelven; salen con otro y a veces tres en un rato", contó Ariel, un "cuidador" de autos de corta edad.
"Vienen de todos lados, muchas del Brasil y Centroamérica -agregó-. Claro que la mayoría son de acá, pero todos los días veo alguna nueva."
Por los pubs
Una recorrida realizada por La Nación permitió establecer que la mitad de las prostitutas hacen su negocio en los pubs y discotecas de la zona.
New Port, Hippoppotamus, Sodoma, Cristal y Black son algunos de los locales donde libremente se puede dialogar con las jóvenes, copa de por medio, y cerrar ahí mismo el trato. Esta práctica no es ilegal: la ley de profilaxis castiga al rufián y a quien favorece la práctica del sexo por dinero.
"Yo no apunto a la prostituta porque sería testigo en una causa, sino al delito que es el lavado de dinero. Si se puede probar que los comercios reciben un porcentaje de lo que cobran las mujeres, deberían declararlo impositivamente, de lo contrario estarían violando la ley penal tributaria", señaló el fiscal correccional Gabriel Nardiello, que desde hace cuatro años realiza procedimientos para combatir la prostitución.
Paula es una de las jóvenes que no ofrece sus servicios sexuales en la calle. Ella recala en New Port.
"Me vine para la Recoleta porque acá hay otro nivel de gente que sabe lo que quiere y pocas veces se pone pesada", dijo mientras movía su cabellera rubia e intentaba seducir al cronista.
Verónica nació en Montevideo, cerca del Mercado del Puerto, pero desde hace un año vive en Buenos Aires. Es morocha, muy flaca y alta, altísima.
"Me va muy bien con los turistas franceses, alemanes, brasileños y norteamericanos. Aprendí algunas frases en inglés y alcanza para entendernos. Pagan bien, vamos a buenos hoteles y siempre invitan buen champagne. ¿Qué más puedo pedir?", se preguntó con un gesto de suficiencia.
Historias similares se suceden en Hippoppotamus, la veterana discoteca de Junín y Quintana que alguna vez regenteó Guido Parisier.
Acá el ambiente está mezclado entre las chicas que cobran y las que buscan un compañero ocasional. Señoras de más de 40 con ropa ajustada departen amablemente con señores muy elegantes de saco y corbata que peinan canas.
Allí se puede diferenciar a las mujeres que salen por dinero y las que acceden a las pretensiones de los caballeros sin cobrar un peso.
Mientras esto sucede en los reductos, las jóvenes tomaron como propias las calles de la Recoleta. Por ahora es su territorio. A pesar del descontento de los vecinos.
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