Sexo y verano, ¿un solo corazón?
¿Es cierto que en estos días hay más amor y más romance? ¿Es por el relax, por el sol, por el calor? Algunos mitos y verdades sobre un temón
No es casual que la escena del cuerpo abundante de la Coca Sarli derritiéndose teatralmente al sol con una bikini diminuta se convirtiera en una pieza mitológica dentro de lo que el imaginario popular entiende por sensualidad desbordante. Aún hoy resuena, a pesar de que pueda resultar como la pintura de una lascivia anticuada.
Será la ropa escasa, será la gestualidad, será el desenfado de una mujer desafiando con su belleza la belleza congénita del paisaje, ¿O será, también, el calor y será el verano?
Porque es científico pero a la vez es inexplicable y arbitrario: el verano predispone al sexo y el sexo se dispone más en verano.
Para explicar aquel veredicto la licenciada en Psicología y sexóloga clinica Beatriz Boschi arroja una respuesta que viene con el sello incuestionable de la academia: "La sexualidad humana está sujeta a variaciones de tiempo y espacio; y el espacio en este caso es el cuerpo constituido, entre otros sistemas, por el endocrino, el circulatorio y el nervioso, que varían según las condiciones de su entorno. Y la actividad sexual aumenta en verano por la interacción entre factores externos e internos del organismo".
"Por ejemplo, así como en vacaciones identificamos claramente que la relajación aumenta y el estrés que producen las obligaciones cotidianas disminuye, también sucede que la glándula pineal que está situada en el cerebro segrega más serotonina (que regula el humor y genera bienestar) por la luminosidad solar". Lo mismo dice que sucede con otro tendal de hormonas, que también se multiplican con la temperatura y que predisponen mejor a los amantes.
Pero si consideramos como única explicación a la concepción biológica, en verano todos debiéramos transformarnos si no en depredadores lujuriosos, cuanto menos en modestos sujetos de un deseo más sostenido, elevado y rotundo que en otros períodos del año. Y entonces después sucede la vida real: con 40 grados de sensación térmica y la familia amontonada, lejos de florecer, el erotismo también puede marchitarse por más serotonina que el cuerpo produzca.
Para evitar innecesarias frustraciones, aquí una serie de enunciados que se proponen desbaratar mitos y arriesgar verdades sobre la totémica y (hay que decirlo) también a veces exagerada institución del sexo veraniego.
El placer entra por los ojos: SÍ
Bikinis, torsos desnudos, piernas descubiertas, sudor, calor. Sin lugar a dudas la ligereza de ropa invita al deseo. El médico psiquiatra y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina Juan Tesone asegura que durante el verano el cuerpo adquiere otra dimensión al ponerse en valor.
"No pasa únicamente por llevar menos ropa al adecuarse a la temperatura, sino que se redescubre que se tiene un cuerpo que no solo es funcional a las exigencias de la vida laboral. El cuerpo es también un cuerpo erógeno que brinda placer a sí mismo y al otro", asegura. El cocktail, que no necesariamente ha de ser infalible, ofrece una ecuación contundente: buen tiempo, calor, más horas de luz y más estímulos visuales.
Las vacaciones propician el encuentro en la pareja: SÍ
"El enemigo del placer es el fantasma de la monotonía", afirma Boschi. Dice, además, que cualquier pareja estable requiere la transformación imaginaria de escenas de amor. "Necesitan talento erótico porque la avidez de novedades de nuestra cultura considera descartable todo lo que se experimentó otras veces".
Por eso es que, efectivamente, los viajes son momentos ideales para que un dúo de amantes deje correr la fantasía. Y no solo por una cuestión de espacio físico o paisaje distinto, sino que entregan un ritmo cotidiano más amable para la cabeza pero también para el cuerpo: "La relajación es clave porque genera endorfinas, equilibra las funciones respiratorias y facilita el flujo sanguíneo y la conducción nerviosa a órganos sensoriales. La sexualidad humana se construye en avatar de la evolución de la sexualidad de cada persona en interrelación con su vida imaginaria. La disponibilidad, no solo por el tiempo libre sino por una mayor libertad mental, es propicia a la emergencia del deseo", indica Tesone.
Cualquier contexto de viaje mejora la intimidad: NO
Antes que ninguna otra cosa, el psicólogo y sexólogo Patricio Gómez Di Leva dice que una buena intimidad depende de muchas variables y, claro, una es el tiempo: "El sexo requiere espacio, dedicación y, por lo general, vivimos apurados. Por eso las vacaciones suelen ser un momento próspero".
"Un mito que hay que derribar ?agrega? es que el deseo es algo espontáneo. Del deseo hay que ocuparse, de modo que si queremos vacaciones sexualmente activas es indispensable organizarlas teniendo en cuenta que haya espacios de intimidad". Y si hay niños, asegurarse de que los padres tengan tiempo a solas: "Planificar un viaje en familia con hijos, suegra y cuñados en una casa de dos ambientes es como decir que querés hacer dieta e ir a cenar a una pizzería", concluye.
El deseo es estacional: NO
"El ser humano es el único del reino animal que no tiene período de celo; es decir que su sexualidad no está condicionada por un momento del ciclo temporal sino que se expresa de manera continua a lo largo del año", explica Tesone.
Por eso, un contexto más sereno y tiempos más laxos son ingredientes de privilegio para reencontrarse con la vida pulsional y de mayor apertura hacia el otro. Pero pensar en las vacaciones como el único momento para consumar la sexualidad de una manera más plena significa poner una expectativa excesiva y cargar el encuentro, paradójicamente, de mayor estrés. "La verdadera vida es la diaria y postergar el esplendor de la vida sexual para las vacaciones sería relegarla a un tiempo muy limitado, no recuperable en dos semanas de veraneo", indica Tesone. "El deseo de unión real y simbólica con la otra persona –rescata Boschi– compensa la ausencia de cercanía de otros momentos del año: hay gente que vive todo el año del recuerdo de esa aventura amorosa que pasó con su pareja en el recreo furtivo del placer estival".
Tips simples para tiempos más plenos
"Mientras algunos autores con estadísticas relativamente válidas citan trabajos científicos nunca validados en favor del aumento de las relaciones sexuales en verano, otros prefieren decir que lo que aumenta es el deseo sexual. Pero del dicho al hecho hay largo trecho", reflexiona Isabel Boschi.
Por eso, para angostar la brecha, propone aquí una serie de ejercicios sencillos para mejorar la intimidad durante las vacaciones.
- Mantener una alimentación fresca, saludable, nunca excesiva, que favorezca un buen plan de salud cotidiano.
- Practicar actividad física en contacto con la naturaleza: caminar, nadar, escalar, surfear o lo que sea. El objetivo es potenciar la autopercepción o percepción del propio cuerpo y la valoración del cuerpo del otro.
- Dedicar tiempo a inventar historias bellas, a meditar, a fantasear, a reflexionar, a compartir con la pareja o bien con uno mismo.
- Cuestionar el tiempo como convención humana para organizar la sociedad. Concentrarse en saborear el momento presente. Experimentar, por lo menos en la sexualidad, el tiempo infinito que sugiere el Kama Sutra: un tiempo sagrado en que un principio femenino y otro masculino se unen para crear una entidad nueva. Es perfecto e irrepetible.