
Un almacenero mató a un ladrón en La Matanza
Dormía en su local por miedo a los robos
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Villa Dorrego, en La Matanza. Hacía días que, por miedo a los saqueos, Domingo Fiumello dormía en su almacén, abrazado a una escopeta de calibre 16. Tres veces en los últimos tiempos le habían desvalijado el negocio. A sus 83 años, se prometió que no le volvería a ocurrir. Ayer cumplió: mató de un tiro a un sujeto que intentó entrar por la fuerza en el local.
Fuentes judiciales dijeron a LA NACION que, por ahora, Fiumello seguirá en libertad, y que la fiscal del distrito, María Belén Casal Gatto, lo indagaría el próximo viernes, cuando reciba todos los peritajes del caso.
Según esas fuentes, el comerciante habría actuado en defensa propia; se comprobó que la puerta de su local fue violentada y que disparó una sola vez, sin apuntar, como para ahuyentar a los intrusos. Fiumello se mudó lejos del barrio para evitar represalias de familiares y amigos del muerto, que residía a sólo dos cuadras del almacén.
Así reconstruyeron los investigadores el hecho: a las 4, fuertes golpes despertaron a Fiumello; venían de una de las puertas del local. El almacenero escuchó voces, se acercó y les gritó a los intrusos, invisibles para él, que se fueran. Sintió el ruido de una barreta metálica contra el marco de la puerta; enseguida vio cómo el portón de chapa se desplazaba.
Por el incipiente hueco que se formaba entre el marco y la puerta asomó el caño de su escopeta del 16 y gatilló una vez, como para amedrentar. Al estampido le siguieron el ruido de pasos en fuga y, luego, el silencio.
Fiumello no quiso salir del local. A las 9 supo qué había provocado. A media cuadra de su local yacía un hombre muerto: tenía el pecho y una mano destrozados por una salva de postas de plomo. A los investigadores les bastó desandar los pocos pasos que hizo el hombre antes de morir; el rastro de sangre los guió hasta un alambrado agujereado y al portón del almacén desenmarcado a la fuerza.




