Un papel central en la vida pública
Hace pocos días, en la entrega de los Oscar, la mayoría de los premiados agradeció la estatuilla a la Academia, a su familia y a su equipo de trabajo. Pero Patricia Arquette, elegida como mejor actriz de reparto por su papel en Boyhood, hizo política: en pocos segundos, exigió igualdad de derechos e igual pago por igual trabajo para las mujeres en los Estados Unidos. La ovacionaron de pie. Dijo después que en su país existe una sensación de igualdad, pero que la realidad es todavía otra. Si bien el Día de la Mujer se celebra hace más de 100 años y nuestros derechos evolucionaron sustancialmente, el reclamo de la actriz está vigente en muchos países. Es que todavía queda un largo camino por recorrer.
La brecha salarial es una de las cuentas pendientes. En muchos casos, lo que una mujer gana en un año, un hombre que realiza las mismas tareas lo gana en ocho meses. Además, en materia de altos cargos, generalmente, hay mayor presencia masculina. En términos generales, en nuestro país, las mujeres presentan mayores tasas de desempleo, vínculos más inestables con el trabajo remunerado, salarios inferiores y un perfil ocupacional muy concentrado en los servicios y puestos de menor jerarquía. De hecho, en el mercado laboral femenino en lo que hace a las actividades económicas que desempeñan, el 90% de las mujeres trabajan en los rubros de servicio, comercio y enseñanza. Esta realidad, generalmente, está atada a la tradicional creencia de que la fuerza de trabajo femenina es secundaria, porque presenta una alta inestabilidad, carece de capacitación y está limitada por la maternidad. Es decir, se adjudican perfiles laborales estereotipados que concuerdan con los roles históricamente asignados a cada género. Así, hoy, al hablar de mujer y trabajo nos referimos a una situación que se presenta heterogénea y desigual. Porque si bien la incorporación de las mujeres al mercado laboral se aceleró considerablemente en las últimas décadas, la inequidad aún persiste.
Diversos relevamientos ponen en evidencia que este papel de la mujer en la esfera pública tiene un impacto muy positivo tanto para ellas, como para su entorno. Porque además de cuidar a sus hijos y dedicarse al hogar, desarrollan nuevas tareas, funciones y concretan proyectos. Conciliar la vida familiar y laboral no es una tarea simple. Afortunadamente, crecen las políticas de capacitación, acompañamiento y contención para que sigan transitando este camino.
La legislación laboral para las mujeres con hijos varía según el país: duración de la licencia por maternidad, jornadas reducidas y espacios para la lactancia. Estoy convencida de que debemos dejar de lado los estereotipos de "lo femenino y lo masculino". Porque los roles preestablecidos limitan nuestros sueños, proyectos, capacidades e inquietudes.
Celebremos las diferencias, pero partiendo de la igualdad como principio jurídico, ético y político. Debemos alentar y promover la participación del hombre y la mujer en pie de igualdad en todas las esferas. Es un debate que escapa a cualquier tipo de ideología porque se trata ante todo de valores y derechos. Porque la igualdad de género es igualdad de oportunidades. Mejora la calidad de vida de las mujeres, los hombres, las familias y nos hace crecer como Nación.
La autora es ministra de Desarrollo Social de la ciudad