“Un punto azul pálido”: la historia de la foto más famosa y lejana que se tomó del planeta Tierra
El 14 de febrero de 1990, la nave Voyager 1 giró su cámara 180° y cristalizó esa imagen de nuestro mundo
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Hace exactamente 35 años la Tierra se vio como nunca antes. Una sonda espacial, luego de 12 años de viajar por el espacio, cuando ya incluso había dejado atrás a Plutón, giró su cámara 180° para intentar una última imagen desde nuestro mundo. Esa nave era la Voyager 1 y había sido lanzada por la NASA en septiembre de 1977. La foto que tomó el 14 de febrero de 1990 se volvió icónica y se llamó Un punto azul pálido.
Pero lo cierto es que la NASA nunca quiso tomarla, incluso se negó a disponer de la sonda para ello. Solo fue posible gracias a la obstinación de Carl Sagan.
¿Y por qué la NASA se negó? Un río de historias que confluye en un punto azul pálido.

Carl Sagan fue astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor, pero más aún, quizás el mayor divulgador científico que haya existido. Se hizo famoso en los 80 por ser coautor y narrador de la serie Cosmos: Un viaje personal. Fue la serie más vista de la historia de la televisión pública estadounidense, con una audiencia de unos 500 millones de personas en unos 60 países. Y Sagan también era asesor de la NASA. A finales de 1989 les sugirió una idea simple a los operadores de la sonda Voyager 1, sin imaginar que encontraría tal oposición.
La Voyager 1 es una sonda espacial robótica de 722 kilogramos, casi como un coche de Fórmula 1. Habiendo sido lanzada desde Cabo Cañaveral en 1977, su principal misión era visitar y fotografiar Júpiter (lo cual hizo en 1979) y Saturno (en 1980). No solo fotografió a los dos planetas más grandes del sistema solar, sino también a Io, la volcánica luna de Júpiter y a Titán, luna de Saturno y la única conocida con una atmósfera importante y grandes masas líquidas en su superficie (sin ilusionarse que es metano, no agua). Pero luego de cumplir su objetivo, resultó ser un aparato muy duradero y confiable, por lo que la misión se extendió incluso hasta hoy, que sigue alejándose rumbo a las estrellas.
Ahora solo quedaba unir el deseo de Carl y la tecnología de la Voyager 1. Pero no. Los ingenieros le argumentaron que por estar a 6000 millones de kilómetros, lo más probable es que no se viera nada. También objetaban la cantidad de energía que se requeriría para el procedimiento de giro y calibración del zoom, y que de producirse un fallo ya no se podría reorientar hacia las estrellas. Sin embargo Carl insistió. Y los convenció.
Finalmente la cámara estuvo en posición el 14 de febrero de 1990 y la foto transmitida se transformaría en un hito de la ciencia espacial. La imagen mostraba un diminuto puñado de píxeles descoloridos que Sagan describió poéticamente como Un punto azul pálido.
La luz del sol reflejándose en los mares y nubes de nuestro planeta tardó cinco horas y media en viajar hasta la cámara de la Voyager 1 y ni siquiera llegó a ocupar todo un pixel en la fotografía (0,12 píxel según la NASA). El rayo de luz que parece atravesar a la Tierra, es solo un efecto óptico causado por la luz solar reflejada en partes de la cámara y su parasol. Tan impactado quedó Sagan por esa imagen, que abandonó toda actividad científica y se volcó de lleno a escribir Un punto azul pálido: una visión del futuro humano en el espacio, finalmente publicado en 1994. Así como la imagen se volvió icónica, un extracto del libro se elevó casi como un himno a la humanidad.
La descripción de Sagan
Es un texto tan sentido y armonioso, que cualquier análisis o agregado va en su detrimento. Para los fanáticos de Cosmos es prácticamente imposible leerlo sin que suene en su interior el tono y la cadencia de la narrativa de Sagan. Para quienes tienen la fortuna de nunca haberlo leído y están a punto de encontrarse con esta delicia narrativa, nada más que agregar, quedan frente al relato de Carl:
Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante, pero para nosotros es diferente. Consideren nuevamente ese punto, eso es aquí, eso es nuestro hogar, eso somos nosotros.
En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido, vivió su vida ahí.
La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió su vida ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensen en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores, para que pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de ese punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes son nuestros malentendidos, cuán ávidos estamos de matarnos los unos a los otros, cuan fervientes son nuestros odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos un lugar de privilegio en el Universo... es desafiada por este punto de luz pálida.
Nuestro planeta es una solitaria sombra en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no existe un solo indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en un futuro cercano, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Asentarnos, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde debemos quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una formadora de humildad y carácter. Quizás no hay mejor demostración de la soberbia humana que esta imagen distante de nuestro minúsculo planeta. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos más amablemente los unos a los otros y de preservar y apreciar el pálido punto azul, el único hogar que hemos conocido.
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