Un Toscanini en el cementerio de la Recoleta
El célebre director de orquesta Arturo Toscanini tuvo una relación apasionada con la Argentina: visitó nuestro país en seis oportunidades a lo largo de cuarenta años. En 1906 se presentó por cuarta vez. El Teatro Colón estaba en construcción y el maestro dirigió en el Ópera de la calle Corrientes.
La disputa por un lugar de privilegio en el teatro era casi una cuestión de honor. Los mejores palcos bajos de la temporada 1906 quedaron para Roberto Cano, Mariano Unzué, Juan Larrazábal, Ernesto Tornquist, José Agustín Pacheco y Anchorena, Narciso Ocampo, Pedro Christophersen y Eduardo Castex.
La temporada contaba con grandes figuras, entre ellas, Rosina Storchio, la diva de ojos claros, que ya se había ganado al público argentino desde la primera ocasión en que salió a escena para representar a Margarita en "Fausto". Ella misma declararía que en ningún lugar se ha sentido más querida que en Buenos Aires, Milán y Madrid. Claro que nadie desconocía que era la amante del gran maestro Toscanini. Incluso, un medio periodístico porteño se animó a deslizar que "la Storchio, como la pecadora del Evangelio, ha amado mucho".
La relación escandalosa entre la diva y el maestro llevaba años y Carla Martini de Toscanini estuvo varias veces a punto de abandonar a su marido por ese motivo. Pero más allá de los avatares amorosos del gran director, su estadía en Buenos Aires en 1906 contaría con un matiz tan inesperado como trágico.
Por segunda vez en la temporada, el 9 de junio, el elenco puso en escena Madame Butterfly, cuyo argumento retrata la historia de un marino estadounidense en Japón que enamora a una joven de ese país (Madame Butterfly) y se casa. De todos modos, luego se marcha a su país, a seguir con su vida de soltero. La joven da a luz al hijo del marino (lo llama Dolor), pero es denigrada por la sociedad que no le perdona ser una madre soltera. El marino regresa al país asiático luego de tres años de ausencia aunque con una flamante esposa. El pequeño Dolor conoce a su padre y Madame Butterfly se suicida.
La puesta en escena de aquel sábado 9 de junio no fue muy ponderada por la crítica y algunos hasta se animaron a cuestionar a Rosina Storchio en el rol de Madame Butterfly, mientras que otros se deshicieron en elogios a la diva. ¿Quién hacía el papel de Dolor? Un niño de cuatro años, muy simpático, de cachetes rosados, mirada pícara y atractiva melena. Era Giorgio Toscanini, el más pequeño de los tres hijos del maestro.
Al día siguiente interpretarían Rigoletto. El lunes descansarían y el martes volvería Madame Butterfly a las tablas. Pero ese domingo algo inesperado cambiaría la vida de Toscanini para siempre. Su hijo Giorgio, el Dolor de Madame Butterfly, murió de difteria en brazos de su madre. El rumor que corrió en la época fue que en el momento de la muerte de su hijo el director se encontraba con su amante Rosina.
El cementerio de la Recoleta se pobló de artistas el lunes 11 a las dos y media de la tarde. El pequeño ataúd de Giorgio fue colocado en la gran bóveda de la familia de Roberto Cano, nieto del general Díaz Vélez, hacendado, constructor del teatro Ópera y, además, poseedor de uno de los palcos bajos. Con los años, la bóveda se dividió y algunas fracciones fueron vendidas a nuevos dueños. El pequeño ataúd se perdió en los cambios. El hijo de Arturo Toscanini descansa en algún lugar impreciso del cementerio.
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