Una ballena en el Paraná
El cetáceo fue avistado en San Pedro anteayer; en la víspera, bajó al río hasta alcanzar aguas abiertas
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Una ballena de más de siete metros de largo -supuestamente de la especie minke- nadó perdida por el Paraná. Remontó el río hasta San Pedro, aparentemente desorientada, donde fue avistada. Un operativo de la Prefectura logró guiarla aguas abajo para poder dirigirla nuevamente hacia el mar.
"Nunca antes había aparecido un ejemplar vivo en el Paraná", explicó Diego Albareda, veterinario del zoológico porteño.
La ballena de más de siete metros que, para sorpresa de todos, nadó perdida durante casi dos días por la cuenca del Paraná -desde San Pedro hasta Tigre- logró ayer alcanzar las aguas abiertas del Río de la Plata y comenzó el regreso a su hábitat natural.
El reloj daba las 17.30 cuando el ejemplar -supuestamente una minke, típica del litoral marítimo- asomó su aleta dorsal a la altura de la boya roja que marca el fin del Paraná de las Palmas y el comienzo del estuario que los españoles llamaron Mar Dulce.
Fue la despedida de un largo camino recorrido en compañía de las lanchas de los isleños y los guardacostas de la Prefectura Naval, que custodiaron el cetáceo para evitar su varamiento en algún canal poco profundo.
Para lograrlo, la fuerza de seguridad montó un operativo de seguimiento en el que participaron los destacamentos de Zárate, Escobar y Tigre. Habían sido alertados sobre la presencia del mamífero marino por pobladores de la zona, que pasaron de no creer lo que veían sus ojos a improvisar en la víspera paseos de avistaje de ballenas.
Como la familia de isleños que, desde el canal Onda hasta la desembocadura del canal Mitre, siguió a lo largo de 15 kilómetros al animal en su lucha por escapar de esas aguas desconocidas que amenazaban su vida.
Es que nunca nadie había imaginado poder ver allí un ejemplar como Willy, el nombre con el que lo bautizaron de manera improvisada, en honor a la orca del film que también buscaba su libertad.
Ni siquiera los expertos salían de su asombro. "Por la descripción que nos brindaban, pensamos que se trataba de una falsa orca. Pero no, definitivamente es una ballena. Al menos en los últimos diez años, no hay casos registrados de ballenas vivas en aguas interiores del delta", sostuvo Diego Albareda, veterinario del Acuario del zoológico porteño, luego de que el cetáceo se mostrara por tercera o cuarta vez ante su mirada.
La aparición respetaba una secuencia ordenada: primero, la parte posterior de la cabeza, negra; enseguida, el doble orificio por el que respiraba y expulsaba un chorro de agua; por último, bastante separada del cráneo, la aleta dorsal. Luego se sumergía, para incertidumbre de los curiosos que trataban de adivinar por dónde volvería a salir.
¿Qué diferencia hay entre las orcas y las ballenas? Que las primeras tienen dientes. Las segundas, en cambio, poseen barbas para filtrar sus alimentos, como placton y crustáceos.
Unas y otras habitan en el litoral marítimo sudamericano. Pero -de acuerdo con Albareda y con su colega Alfredo Matar- resulta absolutamente atípico su paso por ríos, mucho más en cursos tan internados.
"El primer avistaje ocurrió en San Pedro. Después la vieron en Baradero y anoche (por anteanoche) en Zárate. Entonces nos convocó Prefectura, porque el Zoo tiene un convenio de rescate de animales marinos extraviados. Generalmente, recuperamos lobos o elefantes. Cetáceos, hasta ahora nunca", explicó Albareda un par de horas antes del final feliz, cuando todavía creía que el ejemplar era una falsa orca.
Pero no, era una ballena con todas las de la ley, o de la ciencia. "Y por el tamaño, las características y el patrón de natación, supongo que es una minke. Algunas fueron encontradas antes; claro que sobre la costa y muertas. La última, en 1998 en San Isidro", detalló el veterinario.
¿Qué la condujo hasta el Paraná de las Palmas? El experto elaboró dos hipótesis: que la haya arrastrado la reciente sudestada o que haya emprendido la exploración del estuario para terminar perdida.
Esta especie mide alrededor de ocho metros de largo, pesa entre 6000 y 7000 kilos, y el color gris azulado pinta su dorso. El primer avistaje frente a la ciudad de Buenos Aires data de 1867. El último, de ayer.
El guardacostas del destacamento Tigre de la Prefectura -en el que viajó La Nación - halló a la ballena en el canal Onda. Seguir al animal para guiarlo hasta aguas abiertas demandó dos horas y media de tensión, porque todos temían que el cetáceo eligiera un curso poco profundo en su desorientado andar.
Por eso compartieron igualmente la alegría cuando Willy enfiló para el canal Mitre y nadó hasta alcanzar el ancho triángulo del Mar Dulce.




