Una cantata para celebrar un siglo
Con todo su folklore, los 750 habitantes recuerdan a los que dieron vida al pueblo bonaerense.
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CAÑADA SECA, Buenos Aires. Es de esos pueblos que no quieren perder su historia, ni a los que la hicieron. Está al noroeste de la provincia y tiene 750 habitantes, biblioteca, capilla, colegio, jardín de infantes, hogar de ancianos, centro de jubilados, radio de FM, club atlético y social y camión de bomberos.
Tiene 100 años de vida, gente que no olvida y una cantata que recuerda a aquellos hombres que fueron el comienzo de su primer pasado.
Por eso, entre milongas, cifras, triunfos, poemas, huellas, relatos, zambas, gatos y malambos, aquí los chicos saben quiénes fueron "doña Rosario, la ladrillera", "El pobre diablo", "El sargento Rodríguez", "don Carlos Riva, el herrero", "doña María, la comadrona", "La Lola, maestra", "Caivano, el doctor", "Luciano Cos, el carnicero" y... tantos otros.
Y esa cantata que habla del tiempo, los lugares, las costumbres y los viejos pobladores volvió a sonar aquí impulsada por un gran acontecimiento, por quienes tenían ganas de festejar el centenario de Cañada Seca.
No todos los días se cumplen 100 años ni se encuentran personas capaces de difundirlo con tanta fuerza, haciéndolo saber por pagos cercanos, comprometiendo a los comedidos y llevando adelante una fiesta impensada para un pueblo que no llega al millar de vecinos.
Entonces, hace un tiempo, Cañada Seca hizo su fiesta. Levantó una gran carpa de 120 metros de largo, bajo la que se sentaron 2100 comensales, casi el triple de los que viven aquí bajo los techos de las casas entre estas pocas calles y manzanas.
Ganas de festejar
"Será que hace dos años nos castigó tanto la inundación, que, después de tanta malaria, había muchas ganas de festejar algo", comenta con simpleza Luis Angel Marello, un comerciante de electrodomésticos que tuvo el orgullo personal de presidir la comisión de festejos y que se fue sorprendiendo a medida que el convite crecía.
"Iba a ser una fiesta chiquita, pero los pobladores nos fueron alentando, y nosotros, embalando. No hubo divisiones sociales, el intendente Gilberto Alegre nos respaldó, recibimos adhesiones y vino gente de todos lados."
Para la fiesta no faltó el gauchaje y sus caballos emprendados, la competencia de los chicos a través de una justa del saber sobre la historia de Cañada y, por supuesto, los conjuntos folklóricos interpretando la cantata, que fue escrita por Carlos Berlanga, musicalizada por Luis Naón y entonada por todos.
Como el triunfo que dice: "Doña Rosario tuvo un genio fuerte / capaz de darle la cara a la propia muerte./ Doña Rosario era la ladrillera / capaz de hacerle al mundo la casa entera".
Y con el paso de los años, Cañada Seca fue sumando a aquellas casas otras cosas, hasta llegar a lo que es hoy: una comunidad que cuenta con todos los servicios, a través de una cooperativa que se encarga del agua, de la ambulancia, y de instalar en el día una línea de teléfono para cualquier usuario; tanto que el pueblo cuenta ya con 300 extensiones.
La vieja y representativa estación del ferrocarril sigue allí y, como en tantas otras localidades donde el tren no corre, fue convertida en Casa de la Cultura.
Un museo recuerda esos tiempos. Igual que lo hace la cantata en la "Huella del Pobre Diablo", dedicada a Juan Engemann, otro de los primitivos pobladores, que eligió ese apodo para sí.
El recuerdo de los pioneros
Engemann, un conservador propietario de un almacén de ramos generales, bar, bazar, teléfono y balanza de precisión, tuvo una avenida con su apelativo, mandó a grabar en el escalón de ingreso a su panteón la leyenda "El pobre Diablo" y fue quien, en 1922, inauguró la primera usina eléctrica del pueblo.
"Si lo viera en el centro / al pobre Diablo / con su propia avenida / de orgullo largo...
"Una huella pa’ un Diablo / ángel tremendo / que le puso una usina / a aquel infierno... / Son diabluras de un Diablo / con buen criterio / que hasta grabó su nombre / en el cementerio."
Y así cuentan sus diabluras en un gato: "Porque le pican las ganas de no dejar nada quieto / las horas son para el Diablo, mitad juego y mitad reto. / Es capaz de servirle un pollo vivo / y de asarle hasta un burro a sus amigos..."
Y sigue: "Es un Diablo que juega con diputados / sus cañones apuntan a los dos lados. / Fue revolucionario y conservador / amigo de la contra, gran bienhechor. / Si viviera ese Diablo en el tiempo éste / traería a Cañada un extraterrestre..."
En boca de los chicos
También, los chicos de las escuelas saben el estribillo de la zamba que habla de aquella primera maestra: "Mujer del comisario / la Lola Pueblo / aunque venga la muerte / pone el resuello. / Y se queda en Cañada / por sabedora / por su temple de fierro / se rememora. / Y se queda en Cañada / por Directora. / Con un temple de fierro / ¡viviendo ahora!" No falta tampoco una estrofa para Caivano, el doctor: "Caivano el amigo fue / sin ambiciones oscuras / un médico de los de antes / con tópicos de ternura...
"Vendajes como gauchadas, / estetoscopio e intuición. / Por juramento, su ciencia / y por ley, su corazón".
Con los versos de la extensa cantata se podría reflejar la historia de Cañada Seca. Y, por qué no, el presente. Es que estas voces recorren aún ahora estos pagos camperos, reviviendo tradiciones, afirmando su folklore, sosteniendo su cultura.
Por eso la fiesta, por eso los cien años de Cañada Seca: "Noroeste como un confín, / posta del viento al pasar / de donde vuelve el olvido / quejándose de olvidar".





