Científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA diseñaron un dispositivo que imita el canto de los pájaros. La herramienta sirve para la conservación de especies y para investigar los mecanismos evolutivos de la adquisición del lenguaje
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Al igual que los humanos, muchas especies de aves aprenden a hablar o cantar por imitación. Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA diseñaron un modelo físico para reproducir el canto del chingolo, una pequeña ave característica de nuestras pampas. El dispositivo “utiliza modelos matemáticos y de Inteligencia Artificial y permite tanto recuperar cantos antiguos de estas aves como generar “nuevas canciones” que son imitadas y aprendidas por los pichones de esta especie”, explica Gabriel Mindlin, director del Laboratorio de Sistemas Dinámicos del Departamento de Física de Exactas UBA e investigador del Conicet.
El hallazgo fue publicado por la revista National Geographic y “abre la puerta a nuevas investigaciones sobre los procesos de adquisición del lenguaje humano”, señala Mindlin.
“De las diez mil especies de aves que existen en el mundo, un 40% pertenece al grupo de las aves oscinas, los llamados «pájaros cantores». Y si bien algunos aspectos del canto están genéticamente condicionados, otros son aprendidos a través de la interacción entre los jóvenes y los adultos de la especie”, explica el investigador.
Este es uno de los motivos por los que se estudia el canto de estos pájaros: para entender cómo se reconfigura el cerebro durante el aprendizaje, y descifrar cómo es el mecanismo de transmisión de la información.
Para lograrlo, Mindlin y su equipo desarrollaron un sistema electrónico que analiza parámetros del canto de las aves como la frecuencia inicial y final de cada nota, su intensidad y duración. Generaron una arquitectura de redes neuronales por computación y un modelo matemático, basado en la física del sonido, capaz de comparar y producir copias sintéticas de esos cantos.

El funcionamiento del dispositivo, y la respuesta de los chingolos, fue puesto a prueba en el Parque Pereyra Iraola, una reserva natural de más de 10 mil hectáreas entre Berazategui y La Plata, que Mindlin define como “su lugar en el mundo”.
Biodiversidad cultural y ciencia básica
El proyecto fue impulsado en alguna medida por las restricciones y el aislamiento impuestas durante la pandemia en 2020 y 2021. “Al no poder ir al laboratorio, decidimos llevar el laboratorio al aire libre”, cuenta el investigador de la UBA y el Conicet.
“Ya se habían realizado este tipo de experimentos con aves en cautiverio, pero fue la primera vez que lo hicimos en su entorno natural. Y comprobamos que el modelo funciona”, señala y comenta que “los chingolos no solo comenzaron a responder al canto sintético, sino que logramos reproducir y reintroducir cantos que el ornitólogo e investigador Fernando Nottebohm había registrado en los años 60. Es como haber recuperado un idioma antiguo”, se entusiasma Mindlin. “Esto es muy importante, porque cuando se habla de biodiversidad, se enfatiza mucho en la diversidad genética, pero también hay una diversidad cultural en la naturaleza. Es aquello que existe porque se transmite entre individuos. Muchos comportamientos animales no son genéticamente determinados, sino aprendidos. Nosotros debemos preservar eso”, destaca.

Otra de las aplicaciones de esta investigación se vincula con la conservación de especies. En este sentido, el laboratorio de Sistemas Dinámicos de la Facultad de Exactas junto a Aves Argentinas están buscando financiación para trabajar en el monitoreo de especies amenazadas como la gallineta y el macá tobiano. “Son aves de las que, por su comportamiento, es difícil llevar un registro visual, porque se ocultan en pajonales, se mimetizan en el paisaje o simplemente están alejadas y dispersas. Nuestro dispositivo de registro del sonido puede ser muy útil”, señala Mindilin y reflexiona, en tiempos de ajustes y desfinanciación del sistema científico, sobre la importancia de seguir haciendo ciencia básica.

“La Ciencia básica, o ciencia por curiosidad, es la que te lleva a diseñar soluciones y crear nuevos dispositivos. Son capacidades que toma tiempo formar y las estamos perdiendo muy rápido. En los últimos meses se están yendo muchos becarios, investigadores y docentes a trabajar e investigar afuera”, advierte.
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