Estados Unidos, China y Europa. Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, distingue tres modelos de desarrollo de la inteligencia artificial (IA): el que solo mira por el rédito económico, el que busca el control de los ciudadanos y el que tiene al ser humano en el centro y se preocupa por la ética y la privacidad. Revisamos el presente y futuro de cada uno.
Europa: el precio de la conciencia
Se los acusa de ser poco efectivos, de quedarse dormidos, y de lastrar el desarrollo de la inteligencia artificial con normativas muy estrictas. Sin embargo, José Dorronsoro, catedrático en Ciencia de Computación e Inteligencia Artificial en la Universidad Autónoma de Madrid, está convencido de que las críticas son injustas. "Nuestros agentes regulatorios son los más ilustrados, y Europa puede jugar un papel relevante a la hora de establecer normas que sirvan para que el sector avance de forma sostenible y respondiendo a los intereses de la humanidad".
Dorronsoro señala que ya se han sentado precedentes interesantes en ámbitos como la privacidad, con el RGPD (Regulación General de Protección de Datos), o la protección medioambiental, con el establecimiento de estándares de contaminación que luego se convierten en la aspiración de muchos otros países. "En el terreno de la inteligencia artificial va a ser muy difícil regular a nivel global porque hay intereses económicos enfrentados, pero Europa puede abrir camino y sentar unas bases que luego demandarán ciudadanos de todo el mundo", señala.
En esa línea, y a petición de la propia Unión Europea, el pasado mes de abril un comité de expertos publicó las pautas para el desarrollo de la inteligencia artificial, basadas en tres pilares: el legal, el ético y el técnico. En total, el documento recoge siete requisitos que, entre otras cosas, buscan que los sistemas estén al servicio de los seres humanos, sean seguros y transparentes, salvaguarden la privacidad y eviten la discriminación. Es, en definitiva, el marco requerido para diferenciarse de los modelos que abanderan China y Estados Unidos.
No obstante, consultoras como McKinsey advierten de que la tradicional brecha que separa a la UE de sus dos principales competidores en la economía de internet se está ensanchando con el desarrollo de la inteligencia artificial. "Solo dos de las 30 principales empresas digitales, el 25% de las startups de IA, y el 10% de los unicornios digitales son europeos", subrayan. Y añaden que "si Europa desarrollase la IA de forma proporcional a su peso digital en el mundo, podría añadir 2,7 billones de euros a su riqueza en 2030". Una cifra que podría aumentar hasta los 3,6 billones si se pusiera a la altura de Estados Unidos, que cuenta con una población menor.
Para la Comisión Europea, sin embargo, "no se trata tanto de ganar o de perder la carrera de la IA sino de encontrar la forma que permita aprovechar las oportunidades que brinda desde una perspectiva que prima los intereses del ser humano, ética, segura, y acorde con nuestros valores". Según el informe de la Comisión, el marco regulatorio fuerte y la diversidad cultural de Europa son valores que pueden marcar la diferencia en el desarrollo de una nueva era que, de momento, resulta muy opaca.
Además, la estructura de investigación de la UE, en la que hay un buen equilibrio entre actores empresariales y centros de investigación, demuestra que tanto el sector privado como el público están proporcionalmente representados. "Debemos aprovechar las oportunidades que ofrece la IA, pero no de forma acrítica", sentencia la Comisión.
Inteligencia artificial en EE UU: el beneficio manda
Algunos expertos sostienen que los sistemas de inteligencia artificial que gobiernan Facebook son el mejor reflejo del modelo de desarrollo que Estados Unidos representa para este sector: son opacos, se desarrollan sin grandes consideraciones éticas para servir únicamente a intereses empresariales y nadie es castigado más allá de una reprimenda sin consecuencias por los efectos nocivos que tienen en la sociedad. "Desafortunadamente, es el sistema que impera en la actualidad porque Estados Unidos todavía lidera el desarrollo de la inteligencia artificial", añade Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC.
Washington delega en las empresas. Los réditos económicos atraen a los mejores científicos en la materia, y son un gran acicate para las compañías. Es algo que se refleja bien en la composición del sector de la inteligencia artificial. Mientras Estados Unidos reúne al mayor número de empresas e instituciones de investigación con el 28% del total —frente al 25% de la UE y el 23% de China—, la balanza está muy escorada hacia el sector corporativo: el 41% de las empresas de IA en el mundo son americanas, pero solo el 13% de los centros de investigación ondean la enseña de las barras y estrellas.
Es justo lo opuesto a lo que sucede en China, que suma el 42% de las instituciones de I+D del sector, pero solo el 7% de sus actores industriales (datos del informe Artificial Intelligence, a European Perspective, de la Comisión Europea). La excepción está en el desarrollo de tecnología militar. En junio de 2018, el Pentágono creó el Centro Conjunto de Inteligencia Artificial que, según el New York Times, contará con un presupuesto de 1.700 millones de dólares para el próximo lustro.
No obstante, el Departamento de Defensa también se apoya en grandes corporaciones para diseñar las futuras armas que otorgarán la victoria en la ciberguerra que todos temen. Según Data Center Dynamics, el consejero delegado de Amazon, Jeff Bezos, se mostró abierto a trabajar para el Ejército de EE UU "aunque no resulte popular", y Brad Smith, presidente de Microsoft, defendió ante las quejas de sus empleados que "el Ejército tenga acceso a la mejor tecnología que creemos".
Hay mucho dinero en juego, pero la teniente general de la Fuerza Aérea de Estados Unidos VeraLinn Jamieson aseguró el año pasado que es poco si se compara con el presupuesto que está destinando China, y reconoció que entre los militares estadounidenses preocupa la posibilidad de perder la guerra digital. "Mientras Rusia —el país que más atención recibe— muestra su interés por llevar a cabo ambiciosos experimentos en materia de IA, China ya tiene los medios para su consecución", afirmó Jamieson. "Los datos son un arma, y debemos comenzar a tratarlos como tal".
China y la inteligencia artificial: el dragón busca el control
El desarrollo de la inteligencia artificial en China es una cuestión de Estado. Pekín ha incluido el sector en su ambicioso plan Made in China 2025, con el que quiere hacer coincidir su poderío económico con el tecnológico, y ha superado ya a Estados Unidos en el ranking de los países que más recursos destinan a la inteligencia artificial.
"China ha puesto en marcha una estrategia coordinada para la inteligencia artificial que incluye políticas gubernamentales, aplicaciones industriales e investigación, y que tiene como objetivo convertir al país en líder mundial en 2030", explica la Comisión Europea en un informe sectorial que dedica un capítulo entero al gigante asiático. "Es un propósito ambicioso pero alcanzable. De hecho, ya ha comenzado el despliegue de sistemas de IA en procesos que tienen un impacto directo en las actividades diarias de la población, como sistemas de autenticación, diagnóstico médico, primas de seguro, transporte, comercio o seguridad", apostilla.
Aunque la Comisión Europea señala que China desarrolla la IA porque "no puede depender únicamente del incremento de capital y de mano de obra para lograr el crecimiento económico deseado", el mayor interés del país se centra en el ámbito de la seguridad: los sistemas de inteligencia artificial se han erigido en la herramienta perfecta para tener controlada a la población y arremeter contra el activismo. China utiliza sistemas de reconocimiento facial, de imagen, de texto y de audio para saber dónde están, qué ven, qué leen y qué dicen sus ciudadanos. Y expertos como Raj Reddy, premio Turing 1994, ya han advertido de que esta nueva tecnología puede otorgar un poder nunca antes visto a los regímenes autoritarios.
Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, no puede estar más de acuerdo. "La tecnología que podría utilizarse para amplificar las voces críticas que denuncian abusos se utiliza en China para la represión. Yo soy bastante pesimista en cuanto a este asunto. Solo espero que no consiga vender y exportar este modelo —algo que ya ha comenzado a hacer—. Y también espero que la ciudadanía en países como España se oponga a una hipotética implementación de este tipo de sistemas de control", argumenta.
A Brian Subirana, director del MIT Auto-ID Lab, también le preocupa el salto tecnológico de China. "Ya es el país que más patentes registra, y también está comprando mucha tecnología en el extranjero, incluidos laboratorios de I+D, con una apuesta muy potente y con un poder abismal. Si los chinos logran que la inteligencia artificial les ayude a crear nueva tecnología, entonces esto se acaba. Y no hay suficiente reflexión al respecto. Hay que sentarse a la mesa y hablar de ello", analiza Subirana. "En China pasan dos cosas particulares: tiene un tamaño gigantesco y todo se mueve a una velocidad inusitada", añade José Dorronsoro, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid.
La investigación está liderada por organismos y centros públicos que sirven a intereses gubernamentales. A pesar de todo, Dorronsoro se resiste a creer "que en China vaya a surgir una superinteligencia Darth Vader".
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