
Eugene Kaspersky o cómo aprender a vivir de los virus
La compañía de software de seguridad que lleva su nombre y que dirige facturó el año último 361 millones de dólares
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Moscú.- Una fría y gris mañana en la capital rusa, el amplio salón de un hotel de una cadena internacional sobre la enorme avenida Tverskaya -a lo lejos se divisaban entre la bruma las murallas del Kremlin- fue el lugar elegido para que cincuenta periodistas de todo el mundo nos encontráramos con los principales ejecutivos y analistas de amenazas informáticas de Kaspersky Lab, la principal compañía de antivirus de este país.
El anfitrión y CEO de la empresa, Eugene Kaspersky, fue el encargado de abrir varios días de charlas y entrevistas con expertos sobre ataques con malware. De aspecto fornido y hablar ronco, este ex científico devenido acaudalado hombre de negocios comienza: "Se piensa que el cibercrimen representa 100 mil millones de dólares al año. No se sorprendan, ¿cuántos cibercriminales puede haber online? Al menos 10.000".
"La crisis no afectó al cibercrimen. Hay tres reglas que se cumplen: es un negocio de bajo riesgo (la policía en general no está preparada para investigarlos); es fácil de hacer (se necesitan conocimientos, una computadora y una conexión a Internet), y es muy redituable. Les doy otra razón por la que es fácil: los criminales no conocen a sus víctimas. No tenemos datos exactos, pero es muy peligroso. Un banco de los top 100 debió destinar 500 millones de dólares por los ataques maliciosos que habían sufrido sus clientes. Se producen 50 millones de infecciones al año por juego online, con un promedio de US$ 200 robados por cada una. A esto hay que sumar las redes zombies, los ataques aleatorios y otras formas del delito."
"En 2008, cada dos segundos apareció un malware. Los que hacemos antivirus, aunque analizamos millones de gusanos y virus al mes, no somos capaces de detectar todos. Los criminales utilizan compiladores modernos y programas para script muy tramposos. Además, las mutaciones los vuelven difíciles de detectar. Se transmiten por archivos adjuntos -el 80% de todo el correo es spam-, páginas infectadas, banners con hijackers, gusanos Auto-run y ataques directos. ¿Cómo defenderse? Se debe usar una combinación de recursos tecnológicos locales y remotos y un antivirus actualizado."
Kamchatka en mi corazón
Después de las conferencias y una visita a los laboratorios de la empresa anfitriona en la periferia moscovita, periodistas especializados y el personal de Kaspersky fuimos a despedir la primera jornada con una comida en el ecléctico restaurante Yar, fiel testigo de muchas de las francachelas del monje libertino Rasputín.
En el trayecto de ida nos aseguramos un lugar al lado de Kaspersky, para seguir hablando del tema. Pero la conversación derivó hacia el cambio climático. "El año último, los moscovitas que queríamos pasar un Año Nuevo con nieve debimos viajar a Finlandia", contó.
Al día siguiente, tuvimos con él la entrevista exclusiva.
De 43 años, nacido en la ciudad de Novorossysk, con dos hijos de 21 y 18 años, egresado del Instituto de Criptografía, Telecomunicaciones y Ciencias de la Informática. Luego de recibirse trabajó como científico. "Mi relación con los virus comenzó en 1989, cuando el Cascade se metió en mi PC. Allí me apasioné con ellos y los empecé a coleccionar". Desde 1991, junto a otros especialistas, desarrolló el proyecto antivirus AVP, que cambió de nombre a Kaspersky Antivirus en 2000. En 1997, fue uno de los cofundadores de Kaspersky Lab, que facturó 361 millones de dólares en 2008 y donde trabajan 1250 personas.
Afirmó que no tuvo ningún problema en combinar la investigación de las matemáticas, la criptografía y las ciencias de la computación con el mundo de los negocios. Cuando se le pregunta si tiene alguna afición particular, contesta: "El trabajo". Aunque luego cambia la voz y dice: "Te voy a mostrar algo". Abre su notebook y muestra imágenes de su última excursión de varios días a una región de la desolada península de Kamchatka, donde la única manera de llegar es vía helicóptero. Durante cinco minutos se explaya sobre su encuentro con un oso salvaje.
Al despedirnos, le preguntamos si hay una mafia de cibercriminales. Responde: "No existe probablemente un Don Corleone. Son grupos pequeños, de hasta 10 personas. Se trabaja en células y sus integrantes conocen sólo a un contacto. Se hace mucho trabajo colaborativo, y en ese submundo se pueden llegar a comprar o intercambiar partes o líneas de códigos de virus. La idea de un solo hacker trabajando es el pasado", finaliza.






