Antes que el turismo, a principios del siglo XX, llegó United Fruit Company, una empresa que comercializaba bananas. Talaron parte de la selva y plantaron grandes extensiones plátanos. En la isla hubo galpones para su procesamiento, rutas, puentes, canales y puertos. Los bocatoreños vivían del trabajo en esas fincas. Durante años, hasta que la compañía se mudó, fue la principal fuente de trabajo del archipiélago. Actualmente, con el nombre Chiquita Brands International sigue presente en la región.
Bocas es un pueblo chico ?con un barrio llamado Saigón porque es flotante?, varios hoteles, todavía ningún resort, un puñado de restaurantes, supermercados, tiendas de artesanías. Pero lo cierto es que para unos días en Bocas del Toro el pueblo es lo de menos porque uno se la pasa entre el mar y el hotel.
El taxista que me lleva al aeropuerto repite una frase que dijo el músico Rubén Blades mientras fue Ministro de Turismo de Panamá, entre 2004 y 2009. "Panamá tiene más flora y fauna que Estados Unidos y Canadá juntos". Lo dice orgulloso de su país, mientras por las ventanillas entra el paisaje verde-selva que se ve a los costados.
Lo recuerdo ahora que bajo del Fokker para veinte pasajeros que me trajo a Bocas del Toro porque lo primero que veo, antes incluso que el mar, son las plantas, los crotones, las palmeras, las heliconias, los palos de agua. Esto se parece más a un vivero que a la salida de un aeropuerto. O quizás lo recuerdo porque el otro día leí que le pusieron el apellido del panameño famoso a una nueva especie de araña ?negra, peluda, de temer? encontrada acá mismo, en Bocas. Es una tarántula: Ami bladesi.
Bocas del Toro es un archipiélago en el Caribe, a unos cuarenta kilómetros del límite con Costa Rica. Son nueve islas principales y más de doscientos islotes y cayos repletos de palmeras, la arena es blanca y fina, el mar, turquesa y cálido y el agua, calma. Es un destino para unas vacaciones perfectas dicen. La temperatura ronda los veintisiete grados todo el año, puede llover un rato, pero enseguida vuelve el sol. Hay papaya, ananá, sandía, maracuyá, mango, coco. Todo fresco. Y para donde uno mire se ve el mar.
Islas y cayos desiertos
Con tantas islas hay muchas playas; se puede elegir cada día una distinta. El capitán Romel Bowell y su marinero Zabid Bryan me llevan a varias: en lancha, rodeando los cayos, entre manglares, recovecos solitarios, una isla de pájaros y hasta una bahía con treinta veleros. En Bluff la playa es larga y la arena, amarilla, y en uno de los Cayos Zapatilla la arena parece harina cuatro ceros de tan blanca y fina. De un lado del cayo vi las huellas de las tortugas carey que vuelven al mar después de desovar y encontré una tortuguita que no podía llegar al agua porque se había quedado atrapada en la arena.
En Cayo Coral y en Punta Caracol es posible hospedarse en unas cabañas lejos de todo y en Red Frog hay unas ranitas rojas minúsculas que si llueve o llovió hace poco le ponen pintas rojas a todas las plantas.
Cerca de Playa Polo, me cuenta el marinero Zabid, tienen mansión los famosos. Habla de Michel Jordan, Beyoncé, Shakira, pero no está confirmado. No es fácil entenderles cuando hablan porque tanto Zabid como Romel aprendieron español de grandes y no les interesa mucho. Ellos se manejan en guari guari, el dialecto de la Isla Bastimentos, donde viven, y en inglés. No escuchan salsa, sino reggae de Jamaica, grupos como Mavado y Jah cure. Los bocatoreños de la isla de Bastimento suelen ser negros, como Romel y Zabid, que tienen tatarabuelos jamaiquinos. A comienzos del XIX se establecieron familias adineradas que venían con sus esclavos. Cuando se abolió la esclavitud, ellos se quedaron en Bocas y se convirtieron en pescadores o empleados de las fincas bananeras.
El dialecto guari guari o créole panameño es una mezcla de inglés mal hablado con algunas palabras en español y otras de la lengua de los indígenas ngäbé buglé.
En Bocas del Drago probé patacones (plátano frito) rellenos de langosta, y muy cerca, en Playa de las Estrellas, conté por lo menos treinta estrellas de mar de color fuego... comprobado: un destino para unas vacaciones perfectas.
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Por Carolina Reymúndez. Extracto de la nota publicada en revista Lugares nº 211
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