Extraños paisajes volcánicos, piletas de tonalidades fluorescentes, más de 300 géiseres en actividad, osos, alces, bisontes, cowboys, rodeos y muchos turistas en casas rodantes. Así es la vida cotidiana en los dominios de la primera área protegida del mundo, en el noroeste norteamericano.
Para empezar a leer esta nota, hay que cerrar los ojos e imaginar una Vía Láctea... llena de colores. El paisaje interestelar y sus formas elípticas, que se nos presenta lejano y hasta inalcanzable, deja de serlo con sólo tomar un vuelo hacia el Parque Nacional Yellowstone. Es tan atípico y extravagante Yellowstone que Robert Wise, el director de Star Trek, lo eligió como escenario para filmar las secuencias del planeta Vulcano, la tierra del señor Spok, en 1978. Dos décadas antes de Spok, Hanna-Barbera ya había escogido el mismo escenario como hogar del legendario Oso Yogui, sólo que lo rebautizó Jellystone. De no haber sido por este entrañable personaje, pocos sabrían de su existencia. Yellowstone fue el primer Parque Nacional del mundo, declarado como tal en 1872, y es el destino que cada año eligen más de tres millones de personas para pasar sus vacaciones. Su intensa actividad geotermal se aleja bastante del concepto de "jardín protegido". Aquí, la Tierra está viva, y aunque no se vea, el parque está montado sobre un gigante dormido: el súper volcán Yellowstone. No se trata de un inmenso cono que puede escupir llamaradas, sino de una acumulación subterránea de magma, el motor invisible de más de 300 géiseres que lanzan columnas de agua hirviendo. Lo más extraño es que esta realidad de burbujeantes fuentes termales y fumarolas no está en medio de un desierto de altura. Por el contrario, es parte de un paisaje de cascadas, de árboles petrificados y de tupidos bosques verdísimos en los que habitan bisontes, osos grizzly, ciervos, alces, lobos y más de 300 especies de aves, una fauna salvaje que se deja ver ¡desde la ruta que recorre el parque! Ni siquiera hace falta encarar exigentes caminatas para sorprenderse porque, con excepción de algunas pasarelas y senderos de trekking, la aventura se puede vivir a través de la ventanilla del auto.
Hacia el noroeste
La ciudad más conocida que existe camino al parque se llama Salt Lake, que es también la capital del estado de Utah, algo así como el Vaticano para la iglesia mormona. Ubicada a más de 500 km de la entrada sur de Yellowstone, es una de las mejores vías de acceso, antes de conectar con Jackson Hole, el aeropuerto más próximo, en Wyoming. Con unos 500 mil habitantes, esta ciudad es una de las menos pobladas del país, y la principal sede del Parque. De los 8.987 km2 que conforman Yellowstone, el 96% está en Wyoming. El resto se reparte entre los estados vecinos de Idaho y Montana. Cuenta la historia que este pequeño enclave con aire de far west fue llamado así en honor a David Edward Jackson, un explorador y cazador de castores que trabajó para la peletería Rocky Mountain a principios del siglo XIX. Y Hole (agujero) tiene que ver con que, para llegar a este valle, había que bajar pronunciadas pendientes que daban la sensación de meterse dentro de un agujero. Hoy, por sus calles con casas bajas circulan motorhomes, Harley Davidson´s y diligencias que pasean a los turistas. El emblema de Jackson Hole es la plaza, con sus cuatro arcos hechos con astas de alce apiladas que funcionan como punto de encuentro, sobre todo por las tardes, cuando se monta un show de tiros a cielo abierto. La institución, en cambio, es el Million Dollar Cowboy Silver Bar, donde las tapas de las banquetas están hechas con monturas, que invitan a sentarse en ellas a horcajadas. El menú de la casa es hamburguesa de búfalo y un vaso del flamante whisky Wyoming servido on the rocks. La tarde de los habitués transcurre entre duelos de pool y desafíos de DJ en la rocola. O también en The Wort Hotel, que además de las 59 habitaciones, tiene el Silver Dollar Bar, cuya barra está tapizada con más de dos mil monedas de un dólar acuñadas en 1878. Jackson Hole es también un buen lugar para probarse sombreros de alas levantadas y ropa estilo cowboy, antes de encarar hacia el parque.
Paisajes lisérgicos
Para sumergirse en la belleza intensa de Yellowstone, lo ideal es viajar entre mayo y agosto, cuando el clima permite apreciar cada rincón en todo su esplendor. Los visitantes llegan de todas partes: hay muchas familias norteamericanas, pero también indias y asiáticas convocadas a este gran espectáculo orquestado por la Madre Tierra. Incluso hay carteleras que anuncian sus funciones de géiseres con horarios aproximados. ¿Pero cuánto falta para que entren en erupción?, es una de las preguntas que deben contestar los guardaparques a los visitantes ansiosos, todo el tiempo, como si fueran ellos adivinos o los que aprietan un botón para dar inicio al show. Sin embargo fue justamente la previsibilidad lo que convirtió al Old Faithful Geyser en uno de los íconos más populares del parque. Frente a él, la gente se agrupa con la misma euforia que en un recital, como si fuese a aparecer en escena Mick Jagger. Minutos antes, minutos después, el Old Faithful escupe un baldazo de agua hirviendo, después otro y otro hasta formar un chorro que se eleva unos 55 metros durante cinco minutos. El woooooooooow generalizado, los teléfonos en función filmadora y el sonido del agua como si saliera en un hidromasaje gigante completan tan glorioso momento. Aplausos y más aplausos para el Old Faithful que, más o menos cada 88 minutos, se asegura de que el público se lleve su imagen como souvenir. Los géiseres en acción -que se encuentran al por mayor en la zona llamada Norris- es apenas uno de sus tantos atractivos. A cada paso hay piletones de aguas termales y fumarolas. Pero lo que deja boquiabierto a cualquiera, y que es marca registrada de Yellowstone, son las piletas multicolores. Se trata de pozos muy hondos de redondez perfecta y una profundidad indescifrable, llenos de un agua hirviendo que crea en los bordes discos concéntricos de intensos colores.
Las tonalidades van del naranja más encendido al verde loro y al turquesa eléctrico. Esa paleta no es causada por la presencia de minerales, sino de organismos vivos. Para ser más específicos, se trata de bacterias híper termófilas que viven en medios acuáticos cuya temperatura supera los 70 °C. A mayor calor, tonos más azulados. En aguas más templadas, la gama está entre los marrones y naranjas. Además de la Chromatic, la Beauty y la Morning Glory Pool, que parecen portales para espiar el centro de la Tierra, no hay que perderse el Grand Prismatic Spring. El secreto para tener la mejor vista de este manantial sin necesidad de alquilar un helicóptero, es trepar las colinas junto al sendero de las Fairy Falls. Una vez arriba, sólo queda esperar a que el sol apunte sus rayos a las aureolas de colores y diseño psicodélicos, que tanto recuerdan a una galaxia. Yellowstone también tiene un cañón, que no es rojo como el de Arizona o el de Talampaya, sino amarillo. La erosión esculpió con mil y una formas las rocas coloreadas por la presencia de hierro. Desde lo alto, se puede ver cómo el río Yellowstone serpentea 305 metros más abajo, entre imponentes paredones del color del azufre. Y para que la escena sea perfecta, la naturaleza puso dos soberbias cascadas -llamadas Upper y Lower- con saltos de aguas verde esmeralda, postal memorable.
La escultura viviente
Es el mejor sinónimo para la peculiar belleza de Mammoth Hot Springs. El agua caliente y la piedra caliza son los ingredientes esenciales de este manantial termal, que parece una gran fuente feng shui nevada. Se trata de un sistema de terrazas por las que fluye el agua, que a su paso va labrando la piedra, coloreada por las famosas bacterias híper termófilas. El aspecto es el de un lienzo sobre el que algún pintor descuidado derramó sus óleos color terracota. Debajo de la superficie, la ingeniería de tuberías naturales es perfecta: el suelo absorbe el agua de la lluvia y la nieve, que es calentada en las profundidades de la Tierra y, después de un largo viaje, devuelta al exterior a través de fisuras en el terreno. Cuando el agua, cargada de gases, entra en contacto con el aire, forma el "travertino", una roca blanca de aspecto suave compuesta por varias capas con pequeñas cavidades. Cada terraza es diferente, por la temperatura y la cantidad de agua que las irrigan, o porque ya dejaron de ser irrigadas, como la de Júpiter, que se convirtió en una llanura blanca similar al mármol, donde todavía quedan en pie algunos fantasmagóricos árboles secos. Este es un paisaje sometido al permanente cambio, por lo tanto la mejor manera de disfrutarlo es concentrarse en el momento presente.
Animales sueltos
No hace falta explicar la gran diferencia entre un parque y un zoológico. Pero sí conviene aclarar que ver fauna salvaje en libertad supone un riesgo alto, que le suma al paseo una dosis de adrenalina. En todos los centros de visitantes hay panfletos que alertan sobre qué hacer si uno se topa con un oso o un bisonte. Y esos avisos no son producto de la paranoia. En Yellowstone, en efecto, hay muchos animales que se pueden ver más de cerca de lo que uno imagina. Así que para no echar a perder la aventura, basta con saber que, en caso de encontrarse con alguno de estos ejemplares, es preciso (1) guardar una distancia prudencial de 91 metros, (2) evitar andar solo, y (3) nunca jamás salir corriendo, porque cualquiera de ellos es tres veces más rápido que el ser humano. Una vez entendidas estas reglas básicas de supervivencia, se puede uno dedicar a admirar la cabeza de un ciervo unida a su cuerpo en movimiento, y no como trofeo sobre una chimenea (en Yellowstone es común encontrar manadas de "candelabros con patas" -como los bautizamos durante el viaje- pastando a la vera del camino); o confundir una osa y su cachorro con dos peluches vivos en medio del bosque, o ver más de 200 robustos bisontes bañándose en el río junto con sus crías. Estos encuentros son parte de la magia que tiene Yellowstone.
Mundo RV
Recreational vehicle es el nombre que los estadounidenses le dan a la casita rodante, o motorhome. Y este modo de viajar es el que se impone en Yellowstone, no sólo porque las distancias dentro del parque son largas, sino porque los campings permiten la experiencia de transitar y dormir en plena naturaleza casi como en casa propia. Los RV son como los Transformers: cuando se instalan en un camping despliegan distintos compartimentos. Una ventana se convierte en living, de una pared sale una nueva habitación o más espacio para adaptarse a las necesidades que surjan. Esta filosofía de vida tuvo un precursor, como toda tendencia: Willy Byam. Periodista y editor de una revista de bricolaje, un día publicó un artículo sobre cómo construir un tráiler.
Los lectores se quejaron porque había errores en los planos, entonces él mismo decidió ponerlos a prueba. Al confirmar que no eran correctos, para remediar la falla propuso crear un tráiler capaz de alojar a una persona de pie con sólo cien dólares. Los planos fueron un éxito al punto que empezó a venderlos por cinco dólares y, luego, a construir tráilers para sus amigos en el garaje de su casa. En 1930, finalmente, fundó la compañía Airstream que hizo realidad el sueño americano de ponerle ruedas a la casa y salir a la ruta.
Noches de cowboys
¿Qué hay de la vida nocturna en estas latitudes? Jackson Hole o West Yellowstone son las ciudades más populares cerca del parque, donde hay restaurantes con shows en vivo, tiendas de souvenirs, hoteles y saloons. Pero lo que nadie puede perderse es ver uno de los rodeos que se celebran todas las semanas en las afueras de estas poblaciones. Un buen ejemplo es el Wild West Yellowstone Rodeo, donde las gradas se llenan de sombreros y botas tejanas. Grandes, chicos y perros salchicha esperan a que comience la función. Se abre la compuerta y sale el primer jinete. El potro se arquea, se retuerce, salta de un lado al otro como si estuviese pisando brasas calientes hasta que eyecta al vaquero. Y así pasan uno, otro y otro osado cowboy que, para ganar y cobrar, debe mantenerse por lo menos ocho segundos sobre el lomo del indomable. "It´s raining cowboys", dice el comentarista del show que, mientras da una tregua a los jinetes, invita a los niños de la tribuna al centro de la arena. Ellos tienen que perseguir a un ternerito que saldrá corriendo por la pista con un moño rojo atado del rabo. El primero que se lo saque, será el ganador. Corren, corren, caen, se empujan y la gloria va para una nena pelirroja. Después llegan las cowgirls para enlazar al ternero y, más tarde, de nuevo los más machotes, dispuestos a bailar sobre el lomo de furibundos toros. El campeón se llevará como trofeo el orgullo por la proeza realizada, la plata y una enorme hebilla cuadrada de artístico diseño para su cinto, que acredita su victoria. Cuenta Ky White, uno de los cowboys que no pudo competir porque un toro le pisó las costillas, que él supo ser campeón, que cuando no monta trabaja como guardia de seguridad en un saloon y que su máximo referente es Chris Ledoux, un cowboy músico nacido en Mississippi que, desde su muerte en 2005, integra el ProRodeo Hall of Fame.
El legado de la magia
Lo dijo el guardaparques Sam Holbox: "es difícil darle la espalda a un geiser". Y a todo el parque, en el que si uno quisiera, podría pasar las 24 horas de cada día escuchando la respiración de la Tierra. Además de oírla, verla en cada una de sus expresiones a la hora adecuada. Porque aquí, como en el teatro, la luz tiene un protagonismo clave. El mediodía es el momento perfecto para admirar las piletas, cuando el sol cae perpendicular sobre ellas iluminándolas y haciendo vibrar sus colores. No es metáfora: los colores vibran. La tarde, en cambio, es idónea para apreciar mejor las formas y volúmenes de las fumarolas. Para cada espacio, su horario. Si algún día volvemos, es muy probable que Yellowstone luzca diferente y las fotos que tomó Cecilia no se parezcan a las de nadie más. Otra será la intensidad de luz, otro el viento que sople, otros los diseños que habrá ido dejando el agua en las terrazas de Mammoth. Pero como sea, esos cambios darán fe de lo innegable: que la Tierra sigue viva. Y regresar significaría, por lo tanto, satisfacer la curiosidad por redescubrir ese extraño mundo de galaxias multicolores. Es el efecto mágico de Yellowstone.