
Por qué la amistad puede ser más profunda que el amor romántico, según Mariano Sigman
El neurocientífico y físico reflexiona sobre la naturaleza de la amistad: cómo se origina, desmitifica que siempre tenga que ser recíproca y por qué perder un amigo se siente como una poda de nuestra identidad

Mariano Sigman es licenciado en física y doctor en neurociencias, divulgador científico y autor de varios libros como La vida secreta de la mente, El poder de las palabras, Artificial o su más reciente lanzamiento, Amistad: Un ensayo compartido donde, junto a Jacobo Bergareche, intentan descifrar este intrincado (o no tanto) vínculo humano tan antiguo como la humanidad misma. ¿Qué lugar ocupa la biología en la amistad? ¿Es recíproca y perfecta?
En esta conversación invita a pensar la mente como un puente entre la biología y la experiencia cotidiana. Explora cómo las emociones, la amistad y la resiliencia se entrelazan con los procesos cerebrales que nos definen, y propone mirar la ciencia no solo como un conjunto de datos, sino como una forma de entendernos mejor.
- ¿Qué te trajo hasta acá?
- Como todo, es una mezcla de causas y azares. Una gran parte son momentos fortuitos, suerte. La suerte de haber tenido los libros que tenía en la biblioteca, que me dieron esa mezcla de curiosidad científica, del descubrimiento, del tratar de entender las cosas y, por otro lado, algo que es una vocación por los problemas del humanismo, de la amistad, de los vínculos humanos. Y ahí fui armando ese camino de tratar de mezclar los dos mundos, que cuando yo era chiquito parecían mundos disjuntos: por un lado, el mundo de la ciencia y, por otro lado, el mundo de lo humano.
- Y te encontraste con un amigo, Jacobo Bergareche, y fueron construyendo Amistad: Un ensayo compartido. ¿Cómo es esta propuesta?
- Ahí también hubo un montón de azar. Para empezar, con Jacobo me hice amigo porque fuimos vecinos. Está esta idea de que la amistad es la familia elegida pero, en realidad, la elegís en una especie de nicho muy pequeño. Uno es amigo de los que fueron sus compañeros del colegio, del club, del barrio… Pero siempre está esa idea de que uno encontró a la persona justa, y yo creo que, lo que no nos damos cuenta, es que nosotros tenemos esa virtud de convertir a cualquier persona en la persona justa; lo cual es una herramienta muy poderosa, es una herramienta mágica. Creo que esa es la magia de la amistad, en la que un amigo mira al otro con una mirada brillosa, encontrando ese lugar que lo hace único, especial. Y esa capacidad que tenemos de alumbrar a alguien, de convertirlo en virtuoso, de ver en esa persona cosas que los otros no ven y de verla tan especial y tan única, es lo que convierte a este vínculo en un vínculo tan mágico.
Con Jacobo fue así, nos hicimos amigos un poco de suerte, pero después tenés esta sensación de que no podríamos no haber sido amigos; si hubiesen habido 100 millones de universos con situaciones distintas, siempre hubiésemos vuelto a ser amigos. Yo tengo una forma particular, un poco exagerada, de vivir la amistad, que es que con mis amigos me gusta irme de viaje, embarcarme en proyectos, hacer muchos kilómetros en bici, juntarme para tocar la guitarra, escribir un libro… vivir la amistad haciendo cosas. Jacobo es un escritor al que yo quiero, admiro; es un escritor de la ficción, y yo siempre lo picaba para que hagamos algo. Él se resistió, se resistió, se resistió hasta que un día cayó, y ese día nos miramos y nos preguntamos el uno al otro: “¿De qué escribimos? Porque yo solo tenía ganas de escribir algo con él. Y entonces él mismo me dijo: “Si escribimos algo juntos, escribamos sobre la amistad”.
- ¿Cuánto hay desde las neurociencias o desde la biología en la amistad?
- La amistad es una especie de abstracción de un vínculo mucho más antiguo, que empieza en la historia antigua de la vida. Pasa con un montón de cosas de la cultura humana que tienen un arraigo en elementos muy antiguos de la historia de la vida, pasa con muchas emociones –el miedo, la angustia, la ira–; son cosas que se ven expresadas en gente que ni siquiera le ha puesto nombre a cada una de estas cosas. Sin embargo, los seres humanos, en distintas culturas, en distintas expresiones de los nichos y los vínculos humanos, les hemos dado tintes que ya son completamente distintos y que se abstraen de aquella faceta antigua. Hay algo que se observa en muchos animales: esta idea de que uno vela por el otro, forman una especie de pacto mutuo, donde uno desparasita al otro, donde uno cuida al otro; y donde aparece esta idea de que, con otro ente que está al lado tuyo velando por vos, eso te da seguridad, te da tranquilidad, te permite hacer cosas que solo no harías.
Una cosa muy bonita, una de las proyecciones culturales más fuertes de la amistad en la cultura moderna, es esta idea de “dos caminan juntos”. Una idea que a mí siempre me volvió loco, cuando empezamos a escribir el libro, es que los amantes, en el amor romántico en general, se miran embelesados el uno al otro; pero cuando vas con un amigo, no es tanto esa mirada del uno al otro, sino que son dos caminando juntos mirando hacia el mismo lugar, porque con un amigo caminás y lo que compartís es ese horizonte, un lugar al que querés llegar.
Esa idea, que aparece en todos los pensadores antiguos de la amistad, tiene un correlato, una proyección, una similitud o un lugar en la biología antigua, que es que cuando vos caminás con un amigo, y cuando caminás sincrónicamente, se produce una liberación del sistema de las endorfinas que, justamente, es un sistema que te calma el dolor, te apacigua el cansancio y te permite llegar más lejos.
- Desmitifiquemos un poco la amistad. ¿Siempre es recíproca, siempre es perfecta?
- Nunca es perfecta porque siempre está esta idea de los ideales, que viene de la necesidad que tenemos de generar definiciones muy compactas para asuntos muy complejos. Entonces, cuando vos querés pensar una amistad, la pensás como un vínculo humano que es desinteresado –a diferencia de un cliente o de un vínculo laboral–, que es recíproco… Pensás el ideal de la amistad. Los ideales platónicos a veces sirven, pero a veces son muy perniciosos, porque contaminan lo que una amistad realmente es y porque, además, nunca son alcanzables. Las amistades están plagadas de todo tipo de intereses y nunca son recíprocas. Y nunca son simétricas. No solo eso, si lo fuesen serían aburridísimas, serían incluso mucho peores, porque un lugar de ser de la amistad es que, justamente, te da otra mirada.
Entonces, el ideal no solo es pernicioso porque es un resumen que no se puede alcanzar, sino porque, en ese intento de simplificar algo demasiado, le está quitando su razón de ser.
- Recién dijiste “La amistad es un vínculo humano”. ¿Puede haber amistad con los animales, con las plantas, con uno mismo?
- Para mí, la respuesta es sí. Nadie tiene el monopolio de la definición de ‘amistad’, y para mí es una discusión un poco etérea o que no aporta demasiado. Lo que sí es interesante es entender esta elasticidad de la amistad, que uno puede hacerse amigo de un perro, que uno puede hacerse amigo de una planta, que uno puede hacerse amigo de Dios, que uno puede hacerse amigo de un personaje literario para entender cuáles son los elementos de los cuales está hecha la amistad.
- En esta coyuntura global, ¿hay un nuevo protagonismo de la amistad en detrimento de la familia o de otro tipo de sociedades?
- Yo creo que sí, y parte de eso es evidente porque han salido muchos libros sobre la amistad en los últimos años, un montón, y el nuestro es uno de esos tantos. Hay algo muy común, como cuando uno les pone los nombres a sus hijos; vos le ponés un nombre que te parece raro, pero 10 años después te das cuenta que todo el mundo le puso el mismo. Con el libro pasa algo similar. Te das cuenta de que había algo en el ambiente, que también te daban ganas de empezar a escribir sobre eso porque, evidentemente, algo está pasando con la amistad.
Creo que tiene que ver con dos cosas, y esto lo pensé retrospectivamente. Una es si vos pensás la amistad como uno de los amores. Cuando pensamos en el amor, pensamos en amor romántico, pero para los griegos, por ejemplo, el amor más importante de todos era la amistad. Era el amor más puro. Con el advenimiento de la literatura, el amor romántico se vuelve muy efectivo como narrativa. Entonces, las películas, las historias, los libros, las tragedias son historias de amor, o sea, son historias de desamor, de amor romántico.
El amor romántico toma un poco el monopolio, se pone de moda; pero últimamente entramos en crisis con esa idea de que el amor romántico es tan monopólicamente la expresión de todos los amores. Aparecen formas distintas de amar, vínculos de parejas distintos, las parejas se rompen… Entonces, la amistad vuelve a aparecer en ese lugar donde el amor romántico entró en una crisis de su propia explosión mediática; aparece como una alternativa, como otra forma, otra proyección de pensar el amor.
Por un lado, la crisis del amor romántico y, por otro lado, esta pandemia de la soledad que tiene que ver con muchas cosas, entre ellas, en ciertos lugares la falta de natalidad, le han dado a la amistad un lugar protagónico que ya había tenido en la historia de la cultura humana.
- Conocemos el dolor de una pareja que se separa, pero no se habla tanto del desamor, del duelo de la amistad. En el libro ustedes traen un concepto ligado a “la poda de la identidad propia”: si nos separamos en la amistad, no solo pierdo a mi amigo, también hay algo mío que se va.
- Sí, lo primero es eso. De hecho, vos dijiste el “desamor de la amistad”; tuviste que usar una frase porque no tiene una palabra. No hay una palabra para algo que todo el mundo reconoce que es muy importante, y esa falta de palabra, que no tiene lugar en el lenguaje, también le quita una entidad. [Este rompimiento] es muy doloroso, no tiene reconocimiento y es doloroso porque vos perdés a una persona que querías mucho; pero también, en estas construcciones de frases literarias sobre la amistad, una que aparece todo el tiempo es “el otro yo”.
Uno es un consorcio de gente introvertida, de gente deportiva, de gente divertida, de gente reflexiva. Cada una de esas expresiones tuyas resuena con distintos grupos de amigos o con distintos amigos. El día que ese amigo no está más, que esa amiga no está más, hay una parte de vos que deja de ser. Como si te hubiesen amputado un miembro, literalmente. Hay una parte de tu yo, de tu ser, ese que iba a caminar a Palermo, ese que se iba de fiesta o ese que hacía deporte, que sin esa persona deja de ser. Cuando se muere un amigo, un poquito se muere uno también.
- ¿Qué te sorprende, qué te preocupa de esta coyuntura, la inteligencia artificial…?
- Estoy preocupado y creo que es preocupante. Dicho esto, una cosa es que algo te preocupe y otra cosa es que entres en pánico. Porque si algo te preocupa, justamente, no tenés que entrar en pánico. [La IA] es una tecnología con mucha versatilidad, que toca algunos elementos sobre la creación y la producción humana que van a cambiar cosas muy grandes como otras revoluciones, como fue la Revolución Industrial, como fue Internet, pero esta creo que aún más. Toca lo que es de la aquiescencia humana, que es la identidad. Y ya empiezan a pasar cosas, no sabés si algo es cierto o no, si es verdad, si lo dijo, si no lo dijo, quién lo escribió, si es una mezcla, de quién es, es mío, es tuyo.
A mí lo que más miedo me da es lo que con Santi [Bilinkis] llamábamos el “sedentarismo cognitivo”, ese momento en que vos dejás de existir, porque vos lo decidiste. Cuando ponés Waze y le decís “Play, vamos”, lo que le estás entregando es tu vida. Cuál es tu deseo, es quién querés ser vos. Y si vos llevás eso al dominio de los textos que escribís, con quién hacés el amor, los negocios que hacés o los que no hacés, las canciones que escuchás, las películas que ves, creo que ese es el riesgo más, más grande, que en algún momento vamos a dejar de ser. Porque vamos a ser zombies que, de alguna manera, están siguiéndolas. En vez de nosotros pedirle soluciones a una inteligencia artificial para poder hacer el camino que nosotros queremos hacer, nos va a estar dando pautas para que haga el camino que nos está proponiendo.
- ¿Qué rasgo de tu personalidad te enorgullece?
- Lo que más me enorgullece es que estoy profundamente abierto en el mundo de las ideas. Si alguien piensa distinto a lo que pienso yo, más que rechazo, me da curiosidad. Eso no quiere decir que esté de acuerdo, pero siempre intento, con mucha fuerza, pensar por qué otra persona piensa distinto de lo que yo pienso.
- ¿Qué te da bronca con facilidad?
- Yo me enojo, y esto va a sonar muy común, en el tráfico. Tengo una naturaleza muy ansiosa, y cuando algo me hace esperar, es una cosa que me molesta mucho.
- ¿Con quién te gustaría tener una última charla y por qué?
- No me gustaría tener una última charla y sabés qué, creo que esa sí es una pregunta de la que no sé la respuesta. Pero si tuviese una última charla, esto lo pensé mucho, creo que no querría saber que es la última; preferiría que tenga esa naturalidad y que se vaya apagando. Preferiría que sea una charla donde estás hablando, te apagaste y te fuiste sin que sea la charla con el más grande de todos los tiempos o la más grande y sobre el sentido de la vida: en un abrazo simple con una persona con la que hablás todos los días, y es la última, como si hubiese sido la anteúltima u otra.









