Comercio: Italia y 10 países UE, "ahora escudos sobre acero"
Se necesitan cuotas como 2013. Surgen dudas de las secretarías
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A menos de 48 horas del acuerdo escocés, 11 países miembros, liderados por París y con Roma a la vanguardia, se dirigieron directamente a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para invocar "lo antes posible" la introducción de un escudo capaz de proteger la siderurgia de la UE de la amenaza de la sobrecapacidad global, que tiene los rasgos de China y lleva la marca del proteccionismo estadounidense.
Una primera señal de reacción concertada -junto a las solicitudes de compensaciones para las empresas que se volverán más insistentes- ante una crisis que agita los cimientos de uno de los sectores más expuestos, ya golpeado por el dumping, la incertidumbre estratégica denunciada hacia Bruselas y la política "America First", tachada en marzo, cuando llegó el primer golpe del 25%, como "el último clavo en el ataúd" del sector.
En el "non-paper" dirigido a los altos mandos de Palazzo Berlaymont, la coalición -formada, además de por Francia e Italia, por Austria, Bélgica, Bulgaria, Grecia, Luxemburgo, Polonia, Rumania, Eslovaquia y España- solicita con urgencia la adopción, ya anunciada por la Comisión para el otoño, de un nuevo sistema de cuotas arancelarias que se activará el 1 de enero de 2026, con umbrales de entrada en el mercado continental anclados a los niveles previos a la crisis: un máximo del 15% de la demanda de la UE para el acero plano e inoxidables, y el 5% para el acero largo.
Un intento de contener el impacto de una coyuntura negativa que, según los constantes llamados de Eurofer, se arrastra desde 2013, acentuada luego por el puño de hierro del magnate que, seis años después, abrió la temporada de tarifas.
Tras haber endurecido en solo dos meses los aranceles sobre el acero y el aluminio, llevándolos al 50%, Washington en este momento no retrocede, limitándose a prometer "discusiones" con la UE sobre la seguridad de las cadenas de suministro, sin ofrecer compromisos vinculantes.
La lectura de Bruselas es muy diferente, según la cual el magnate estaría dispuesto a un compromiso, con aranceles aplicables solo por encima de un umbral predeterminado de exportación.
"Reducir las barreras" y "trabajar juntos contra la sobrecapacidad global" es la línea expresada por la presidenta von der Leyen, que ya en la cumbre de Pekín había tratado de fortalecer el eje transatlántico denunciando los grandes subsidios del Dragón y la invasión silenciosa de metal barato de China y el sudeste asiático (pero también del norte de Africa).
En la convicción, compartida también por el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, de que en lo que respecta a los metales industriales, las dos orillas del Atlántico no son "el problema la una de la otra".
Sin embargo, las nubes siguen oscuras sobre la industria.
"El acuerdo limita los daños, pero la incertidumbre aún persiste", advirtió el director de Eurofer, Axel Eggert, recibiendo con cautela medida el deseo de cooperación transatlántica sobre las cuotas, convencido de que "el diablo, como siempre, se esconde en los detalles".
Contornos que, en este momento, también las cancillerías europeas tienen dificultades para descifrar.
Las implicaciones van mucho más allá del sector siderúrgico, extendiéndose a la industria automotriz europea -con más de 760.000 vehículos exportados al otro lado del océano en 2024, equivalentes a un millón de toneladas de acero- y a la industria de defensa, donde el acero y los metales de alta resistencia son esenciales para vehículos blindados, infraestructuras militares y sistemas estratégicos. (Ansa).
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