Qué se puede aprender de las grandes ciudades de Europa sobre el uso de monopatines eléctricos y la micromovilidad; hay que adelantarse a lo que inevitablemente ocurrirá
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Si hacemos una encuesta rápida, cuando se piensa en movilidad, lo primero que se nos viene a la cabeza son autos, colectivos, trenes y subtes. Transporte urbano que nos permite ir de un lado a otro de la ciudad rápidamente. Sin embargo, la lógica de las ciudades de 15 minutos, el exceso de autos en las calles que provoca inmensos congestionamientos –asociados a pérdidas de tiempo y a un impacto ambiental ridículamente alto-, el transporte público que falla en su frecuencia y calidad, entro otros factores, hacen que el concepto de movilidad haya evolucionado incluyendo en la grilla a otros medios, como las bicicletas o los monopatines.
De un día al otro, hace algún tiempo, vimos en Buenos Aires que aparecieron “plantados” monopatines eléctricos de alquiler. La empresa Grin ofrecía el monopatín-eléctrico-as-a-service, con un esquema de negocios que ofrecía el alquiler del pequeño vehículo por minuto. A través de una aplicación móvil, se podían localizar los monopatines disponibles, reservar, tomar y dejar en cualquier otro punto de la ciudad, extendiendo así la grilla de transporte público y dando la llamada movilidad de última milla. Este proyecto se fue desinflando en Buenos Aires por cuestiones de seguridad, por su precio, y por algunas otras razones que no vienen al caso, pero en el mundo continúan y es probable que vuelvan a nuestros pagos.
Las grandes ciudades de Europa están plagadas de estos vehículos. Parecía ser una solución elegante a un problema frecuente y se transformó una pesadilla para el espacio urbano. Las empresas que proveen el servicio se multiplicaron, y las calles empezaron a plagarse de monopatines tirados por todos lados, produciendo contaminación visual, y un peligro para el peatón que en los centros de alta concurrencia tiene que andar por la calle esquivando estos objetos.
Recientemente, la municipalidad de Helsinki, en Finlandia, donde en la última temporada de verano se pusieron en circulación 8000 monopatines, se vio obligada a poner estacionamiento específico en los puntos de alta concentración – en las cercanías de estaciones de metro y de tren – para poder ordenar un poco el caos. La tecnología y los cambios de hábito de las personas se mueven mucho más rápido que el planeamiento urbano, inclusive en países donde la práctica de diseño de futuros es moneda corriente.
En las ciudades más grandes de la Argentina seguro que volverán a incorporarse estos vehículos: son económicos, ágiles, veloces – a veces peligrosamente veloces - y ayudan a acortar las distancias entre las arterias de transporte y secundarias. Sería bueno que, sabiendo que esto va a suceder, los diseñadores urbanos analicen las experiencias de otras partes del mundo y se adelanten con las transformaciones necesarias para estar preparados.
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